“Corrupción para rato”: cuando el subconsciente hace el trabajo de la conciencia

Hay momentos en política que no necesitan interpretación, solo subtítulos. El reciente lapsus de Yolanda Díaz en el Senado —“queda Gobierno de corrupción para rato”— no ha sido solo un error lingüístico: es toda una revelación freudiana con micrófono y retransmisión en directo. Quería decir “Gobierno de coalición”, pero su subconsciente de pequeño sindicalista que parece que aún vive en el fondo de su mente, decidió sincerarse.

La escena fue digna de la gran tragicomedia institucional que vivimos con el sanchismo. Díaz, visiblemente contrariada, intentó rectificar mientras la bancada del PP aplaudía a rabiar como si acabaran de ganar Eurovisión con una canción titulada “Transparencia, ¿dónde estás?”. La presidencia del Senado pidió orden, pero ya era tarde: el lapsus había sido canonizado como dogma parlamentario.¡

Lo más fascinante del desliz no es el error en sí, sino lo bien que encaja en el contexto. Porque si algo ha caracterizado esta legislatura de Pedro Sánchez es la capacidad de convertir cada promesa de regeneración en una nueva entrega de “Corrupción: el musical”. Desde casos de financiación irregular hasta silencios que otorgan, pasando por corruptelas íntimamente familiares, el sanchismo parece más interesado en cambiar el diccionario que en cambiar las prácticas corruptas.

Yolanda Díaz había prometido que si aparecían indicios de corrupción en el PSOE retiraría su apoyo. Tres meses después, no hay retirada, pero sí lapsus. ¿Será que el subconsciente ya ha hecho el trabajo que la conciencia evita? ¿O simplemente estamos ante una nueva estrategia comunicativa: decir la verdad por accidente?

La ministra de Trabajo también pidió una reforma “integral” del despido para proteger a quienes denuncian corrupción. Noble causa. Pero mientras tanto, los denunciantes siguen en la cola del paro y los corruptos en la cola del catering institucional. Porque en España, la lucha contra la corrupción es como el cambio de hora: se debate mucho, pero al final todo sigue igual.

Así que sí, queda corrupción para rato. Y también queda rato para que alguien se atreva a decirlo sin que sea un lapsus. Aunque, pensándolo bien, quizás el subconsciente de Yolanda Díaz sea el único político que aún dice lo que piensa. Pero no dimite. Eso de ningún modo: dimitir, jamás: rechazar la curul, nunca.

 

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