Davos y el inútil pesimismo

Tienen razón: todos los años les hablo de la Reunión de Davos (Foro económico Mundial), o sea el festival anual de charletas y fiestas que las élites globales se regalan a sí mismos. Y, sí, también, todos los años acaba siendo una reunión inútil.

Se acabaron hace casi dos décadas los tiempos que lo que allí se decía era relevante e influía; en las últimas sesiones sólo se habla de crisis. De hecho, los organizadores hacen, este año, una pregunta: ¿viviremos en una “permacrisis”?

Pero, nuevamente, el momento ha llegado. El picnic de las élites globales está preparado: las limusinas están reservadas; los aparcamientos para los Jets privados también; los hoteles se han cargado de champán (en Suiza no beben cava). Las tiendas se han convertido en oficinas temporales para los gigantes tecnológicos, que buscan dinero y desregulación para la inteligencia artificial.

El festival de Davos es ya una antigualla. La Montaña Mágica se devalúa. Las élites ni siquiera son escuchadas, sino que tienen que escuchar a gente que la pinta poco. Han pasado de la depresión al simple pesimismo.

Un foro tradicionalmente comprometido con la defensa de la globalización se preocupa principalmente de los fracasos de la globalización. Como son muy finos lo llaman “fragmentación” y la nueva palabra que les convoca “la permacrisis”.

No estarán Trump ni Biden, tampoco Putin, no irán los chinos, sólo uno importante. Eso sí, 1.300 empresarios, muchachada tecnológica incluida y 300 políticos, naturalmente estará Sánchez, junto al presidente de Mongolia, y Macron y Von der Leyen, junto al presidente de Nigeria. Si se habla de “permacrisis” no podría faltar Zelenski. Una nómina muy tranquilizadora.

El ánimo colectivo de los 2.800 participantes es todo menos alegre, las fiestas son a puerta cerrada, mientras se dirigen a la pequeña ciudad alpina inmortalizada por Thomas Mann en su novela La montaña mágica para la reunión anual del Foro Económico Mundial (FEM).

Esto se debe a que hoy, según los autores del relato oficial, la fiesta está presidida por la “C”: conflicto; la nueva guerra fría; clima; y el caos, o la posibilidad de que surja, como resultado del uso indebido de la inteligencia artificial por parte de estados hostiles y delincuentes.

Aliviar a las élites de tanto estrés y la devaluación de sus patrimonios a causa de la inflación requiere relax: como de costumbre, habrá muchas fiestas y acuerdos comerciales firmados a puerta cerrada, pero no hay rusos, así que no hay fiestas con vodka hasta el amanecer en la Casa de Rusia. Xi Ping, el gran jefe chino no asistirá, luego no habrá grandes negocios. Sí que irá el primer ministro para hablar de los norteamericanos, un susto se prepara.

Pero el sueño del FEM de un mundo pacífico, próspero y globalizado se ha visto destrozado por los acontecimientos recientes.

Klaus Schwab ha sido el “Señor Davos” desde que creó el foro a principios de los años 1970 y sigue siendo el presidente ejecutivo de la organización. Dijo la semana pasada: “Tenemos que reconstruir la confianza”. Los hutíes no van a asistir a restablecer confianza alguna, tampoco Irán: están organizando su propia fiesta en el Mar Rojo, mientras Israel tiene su fiesta propia con los palestinos.

Hasta ahora, los temores de que los ataques del 7 de octubre provocarían una repetición del shock energético de 1973 han resultado infundados, pero el cambio de ruta de los buques de carga de Suez al Cabo de Buena Esperanza ha proporcionado una pista de lo que podría suceder si la guerra se extendiera al Líbano.

Ucrania y Suiza reúnen este domingo a unos 120 asesores de seguridad nacional, en la última de una serie de reuniones para conseguir apoyo al plan de paz de Kiev. Pero como Rusia no participa en las conversaciones, hay pocas posibilidades de que el conflicto termine, y el presidente de Ucrania, Zelenskiy, instará a la comunidad internacional a aumentar los suministros militares, para rebajar la tensión supongo.

Dos riesgos que alguna vez parecieron nubes en el horizonte lejano ahora se han convertido en peligros inmediatos. El informe anual de riesgos globales de la reunión, que leemos los cronistas más que los asistentes, está presidido por la Inteligencia Artificial y el clima.

En fin, poco optimismo. En los últimos cuatro años, la economía global se ha visto acosada por el Covid, una crisis del coste de vida y las guerras. En Davos 2024, durante los canapés y las fiestas en la madrugada se hablará de lo que puede salir mal a continuación. Igual están preparando un cohete, Yolanda lo sabe.

No obstante, un punto de tranquilidad les ha llegado a los casi tres mil asistentes: Macron y Sánchez, que lo tienen todo muy organizado, darán las adecuadas recetas.

 

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