España está fuera de la agenda política global y de la europea, en particular. Su voz exterior es irrelevante. Hemos vuelto a ser una “unidad de destino en lo universal” y se nos da una higa lo que pase en el mundo, excepto en Palestina. Reclamar el justo fin del exterminio no debería llevarnos a ignorar lo que está pasando.
Esto tiene su origen en la inestabilidad política, naturalmente, también en cierta deriva populista que ha ido sustituyendo a las convencionales políticas de la socialdemocracia española, y nuestra pereza a la hora de pensar sobre nuestras viejas ideas acerca del pacifismo. Esto tiene una traducción: cierto tufillo antieuropeo. En realidad, solo hemos estado para pedir.
Ayer les hablaba del primer fracaso de la Cumbre de Copenhague, un paso informal para crear cierto consenso en defensa, a raíz de una declaración en el europarlamento de la presidenta de la Comisión: “Ha llegado el momento” de llamar a la situación que vive Europa “por su nombre”: “Europa está en guerra híbrida”.
Rusia está llevando a cabo una “campaña deliberada y específica de zona gris” contra Europa que requiere un replanteamiento profundo de la política de defensa, añadió Úrsula von der Leyen, al instar a los gobiernos a abandonar su “zona de confort” y cerrar filas contra Moscú. “Algo nuevo y peligroso está sucediendo en nuestros cielos”, dijo la presidenta de la Comisión Europea el miércoles por la mañana, dirigiéndose a los eurodiputados. En España pensamos que es su cielo, no el nuestro: nosotros tenemos otro cielo.
Sorprendentemente, estas declaraciones apenas han tenido eco en los medios de comunicación y, desde luego, no han sido ni consideradas ni enfatizadas por el Gobierno. Un ejemplo más de cuán lejos estamos ya de la agenda europea y global.
Los reunidos en Dinamarca expresaron su alarma ante las reiteradas violaciones rusas del espacio de la Unión. Sin embargo, no hubo una reacción unánime sobre el asunto.
¿Cómo reaccionar ante los drones y aviones? ¿Derribarlos? ¿Escoltarlos para que salgan? ¿Mantener la calma y seguir adelante? ¿O contraatacar aprovechando los activos rusos congelados para otorgar un préstamo gigantesco a Ucrania, tomando medidas más agresivas para cortar las exportaciones de petróleo y gas de Moscú y facilitando a Kiev misiles de alcance?
No se llegó a un consenso en Copenhague, pero los países europeos deberán tomar decisiones pronto, que España tenga algún interés no parece notarse en la dirección política. Apareceremos a chupar del bote y poner los pocos aviones que nos quedan y algunos guardias civiles. Un poquito de madera, para el consumo interno; total, los de fuera ya nos ignoran.
La disputa giraba en torno al poder, no sobre los drones. Los líderes de los socios europeos sospechan que la Comisión se apropia de poderes nacionales, tras las iniciativas de defensa y querían volver a poner a Úrsula von der Leyen en su sitio. En realidad, los grandes gobiernos de la UE quieren mantener el control en sus manos, con grupos de países desarrollando diferentes capacidades para satisfacer las necesidades de fuerza de la OTAN, no acaban de apostar por la Unión Europea.
Es evidente que, en este juego de poder, el liderazgo político seguirá en manos de las principales potencias militares europeas, sobre todo porque la UE se ve limitada por la presencia tanto de miembros neutrales (Austria, Irlanda, Chipre y Malta) como de países afines a Rusia (Hungría, Eslovaquia y, próximamente, quizá, la República Checa). Además, el Reino Unido sigue siendo un actor indispensable en la defensa europea a pesar de haber abandonado la UE.
La “coalición de los dispuestos”, que trabaja bajo el liderazgo franco-británico en materia de garantías de seguridad para Ucrania, pretende constituir el núcleo del programa de rearme europeo. Sin embargo, las rivalidades industriales entre los principales miembros de la Unión Europea corren el riesgo de socavar el esfuerzo común de defensa.
Francia y Alemania se disputan el futuro proyecto de sistema de combate aéreo que lanzaron en 2017 y al que España se unió y que ahora anda estancado. Ignoro si ahora el Gobierno pondría un euro en el asunto, las alianzas mandan.
La constelación de un caza de sexta generación, drones avanzados y una “nube de combate” se suponía que sería una alternativa europea a la dependencia del F-35 estadounidense y sus versiones posteriores.
Las disputas entre los contratistas principales, Dassault Aviation y Airbus, por el liderazgo del diseño y el reparto de tareas han llevado el proyecto al borde del colapso. Mientras tanto, un programa competidor de combate aéreo pilotado por el Reino Unido, Italia y Japón sigue adelante.
Detrás de todas estas disputas se encuentra la falta de confianza mutua entre los europeos, exacerbada por la incertidumbre sobre el compromiso de Estados Unidos con la seguridad europea bajo la administración Trump. Cuando los países no están seguros de hasta qué punto pueden confiar entre sí, su instinto conduce a recurrir a las industrias armamentísticas y los ejércitos nacionales, poco útiles en las nuevas circunstancias.
Esto está debilitando a Europa en un momento en que necesita proyectar fuerza y determinación hacia Rusia. Los líderes europeos corren para convertir a la Comisión en chivo expiatorio y no acaban de contarle a la opinión pública lo que está pasando: Europa está siendo atacada.
En España hemos mostrado nuestra preocupación por el uso de armas en el exterminio de Gaza. Hemos llegado justo al día del acuerdo de Paz para embargar armas, si es que lo aprobado es un embargo.
Sin embargo, apenas hablamos de Ucrania, ni de apoyar con más recursos, los socios de Gobierno son un tanto “proputin” y, al fin y al cabo, los soldados ucranianos que resisten no son europeos, tranquilizador argumento.
De hecho, tenemos una parte de gasto en protección camuflado como gasto en defensa y una estrategia de industria militar (Indra – Escribano) no muy allá. De hecho, hay inversores españoles que ya se han ido a crear negocio en Bruselas (Florentino ya hace cabildeo por allí, mientras los del gobierno e Indra deciden quién manda).
Siguiendo con nuestro alejamiento europeo, ponemos las redes nacionales de uso potencial en materia de seguridad en manos de China. Ya mandaremos algo de madera a la guerra, si acaso.