Las portadas de los periódicos de todo el mundo, se ven regularmente encabezadas por noticias de un nuevo fraude piramidal. Las víctimas suelen ser ahorradores o inversores, que teniendo un capital presente y excedentario tratan de rentabilizarlo a futuro. Los estafadores suelen ser personas cercanas o pertenecientes a un mismo grupo de afiliación que, desde la cercanía a la víctima, le tientan con los altos rendimiento futuros de la inversión propuesta. Como en realidad, no existe ninguna inversión, los rendimientos se pagan a los primeros inversores, con el dinero aportado por los que llegan más tarde. Todo dura hasta que se agota el caladero de nuevos inversores que mantenían la ficción, y estalla la estafa.
Las estafas piramidales, como las guerras, han formado parte de la vida de los seres humanos desde tiempos inmemoriales. Tal vez, el primer ideólogo del estafador piramidal, lo encontramos en la Parábola de los Diez Denarios del Evangelio de Mateo, cuando el Señor condena al siervo negligente; “siervo malo y perezoso sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí.”. Con este conciso business plan tuvieron suficiente muchos emprendedores, como Carlo Ponzi, Baldomera Larra, Doña Branca, Pepe el del Popular o Nick Leeson, para impulsar negocios caracterizados por la ausencia de una inversión real.
Charles Henry Dow fue en 1889 uno de los cofundadores del Wall Street Journal, y un continuador teórico de La Parábola de los Diez Denarios de Mateo. A él le debemos la primera descripción de los ciclos de las Bolsas de valores. Compuestos de una primera fase de acumulación (cuando compran los mejor informados), una segunda fase de liquidez cuando entran los imitadores y una tercera fase cuando entran las masas desinformadas y perezosas (y venden a buen precio los que compraron primero). Esta descripción de los ciclos bursátiles de Charles Henry Dow, no se diferencia casi en nada a la descripción de una estafa piramidal abierta, en la que los participantes conocen a lo que se exponen.
La vida de los humanos es una desazón continua provocada por la tensión entre el egoísmo individual y el conformismo que nos inculcan las normas sociales que facilitan la vida en común. Entre los animales, y especialmente entre nuestros parientes los simios, la jerarquía ha sido una buena solución para el reparto de los recursos disponibles.
En los humanos los sistemas de reparto de la riqueza disponible se han sofisticado mucho. Existen reglas sociales cuyo cumplimiento más disciplinado lleva a grupos humanos a prevalecer sobre otros grupos menos disciplinados, y en consecuencia obtener mayor cantidad de los recursos existentes. Pero en todas las sociedades y grupos humanos, el egoísmo individual determina que cada individuo trate de obtener el máximo de los que le rodean, con el mínimo coste por su parte.
Muchos biólogos y seguidores de Charles Darwin sostienen que las sociedades humanas son la forma que han tomado los genes humanos para replicarse. Los genes de las hormigas, de las termitas y de algunas clases de avispas y abejas también descubrieron la vida en común, antes que los humanos, para reproducirse más eficazmente.
Para muchos sociólogos y economistas los hormigueros, los termiteros y las colmenas pueden verse como gigantescas estafas piramidales, en la que multitudes explotadas trabajan hasta la extenuación, para cumplir con los intereses de unos genes oligarcas. La hipotética traducción de El Capital de Carlos Marx al lenguaje de las feromonas podría constituir una amenaza gigantesca al ecosistema de la Tierra, dado el papel de hormigas y termitas esclavizadas en el mismo.
Los simios inventaron la jerarquía como un sistema estable de reparto de los recursos, que aunque injusto, permite estabilizar el reparto de la comida, sin tener que entrar en conflicto cada vez se presenta la ocasión de alimentarse. Con la aparición del lenguaje el ser humano sofistico enormemente las relaciones dentro del grupo. El lenguaje nos permitió esencialmente ampliar nuestra capacidad para obtener el máximo de los que nos rodean, con el mínimo coste por nuestra parte, ya que nos permitió mentir de una manera continuada, al introducir la realidad virtual en nuestras vidas cotidianas.
El lenguaje es la herramienta técnica que ha permitido que nos relacionemos unos con otros a través de historias y personajes que simplifican la complejidad del mundo, y enmascaran el sinsentido de nuestra existencia como instrumentos de otros intereses (los de los genes).
La religión, la maternidad o la deuda pública de los Estados son algunas de las estafas piramidales que forman parte de las estructuras culturales que los genes han propiciado para que, nosotros los humanos, nos ocúpenos de su replicación incesante. Además de injustas estas estafas contribuyen de manera notable a que los humanos no cuestionen la realidad tal como se nos presenta superficialmente. O como dice Nassim Taleb, nos hace superficiales por naturaleza.
No obstante, desde hace 10.000 años con la aparición de la agricultura y la sedentarización parece que a los genes se les estuvieran descontrolando algo de sus criaturas humanas. Al permitir deslizarse entre la selección genética individuos como Baruch Spinoza; “la actividad más importante que un ser humano puede lograr es aprender para entender, porque entender es ser libre”, ¿no habrán sembrado los genes la semilla de su decadencia como protagonistas estelares de la vida en el Planeta Tierra?
Una alumna aventajada del filósofo de Ámsterdam, la socióloga de la Universidad Ben-Gurion del Negev, Orna Donath (Madres arrepentidas) ha desenmascarado una de las estafas piramidales más extendidas en la sociedad, cual es la maternidad. Los genes, en su obsesión por replicarse/reproducirse, son los diseñadores últimos de una sociedad, la humana, basada en la explotación de la mujer por el hombre.
Orna Donath ha construido un maravilloso estudio-denuncia de la explotación de la mujer, sobre un grupo de testimonios personales de madres/colaboracionistas, que niegan la existencia del instinto maternal. Una cualidad que ha ayudado enormemente a los genes a prosperar es la característica humana de no cuestionar la realidad, tal como se nos presenta superficialmente, y contra esa línea de flotación dispara Madres Arrepentidas.