La semana ha sido de traca (aprovecho para recomendarles “La calle de los espías” de Mick Herron). Ahora que ustedes ya saben la diferencia entre cesado y sustituido, el cronista no tiene más que decir.
Hay momentos muy duros, créanme. Esta semana es uno de ellos: el patriotismo del cronista, como el de la mitad de ustedes, ha sido puesto en duda. Sostiene Rufián que mi patriotismo es tóxico y, quizá, no le falte razón.
Tengan en cuenta, entiendan la ironía, que soy de los que opinan que este señor tiene derecho a decir estupideces en la tribuna parlamentaria, si hay ciudadanos y ciudadanas que le votan. Esto es tóxico; tengo dudas de si él haría lo mismo conmigo.
¿Pero cómo se cura uno de tal toxicidad patriótica? Sin trinchera a la que acudir, sin que mi carnicero me haya traído butifarra catalana, sin saber bailar la sardana, solo me queda un momento esta semana para mostrar cuánto amo a mi patria: mover la banderita mientras canta Chanel.
Y esto, señoras y señores, no solo es duro, sino que alienta la mayor duda hamletiana entre las conocidas.
Díganme, ¿por qué debe más dignamente optar un alma noble, sufrir la fortuna de un espía, el porfiado rigor de una “sustitución” o rebelarse contra un mar de desdichas y desaparecer en la coreografía de Chanel?
Sea cual sea la elección, estamos perdidos. Si optamos por la fortuna del espía, mis gigas serán pillados por ilustrados marroquíes, ayudados por fanáticos israelitas.
No; no es que me importe ser presa de la llegada multicultural al mundo moderno, al contrario. Lo que me molesta es que ese chat donde opino de Rufián o del Cholismo sea pasto de consumo por los servicios de inteligencia, como si uno fuera un Sánchez cualquiera.
Pero, si me resisto a aceptar los mil y mil quebrantos que mis confidencias telefónicas pueden ofrecerme, deberé cargar con el fardo abrumador de un verso que dice: “Les vuelvo loquito ‘a todos los daddie’”.
Los “daddie” son esos mayores a los que enredan estupendas jovencitas que, a cambio, pagan la fiesta y lo que haga falta. Creo que están de moda en las universidades modernas.
Pero si ese verso no les epata, nuestra patriótica representante tiene más rayos literarios con los que confortarnos, lean, lean: “El mundo ‘tá loco con este body, Si tengo un problema, no es monetary”. No es “monetary”, porque ya habrán entendido que paga el “daddy”.
“Spain tuelwe points”, gritaré agitando la banderita roja y gualda para curarme de cualquier patriotismo tóxico. Antes “daddy” pagano que espía cesado.
Eurovisión ha llegado, es mayo, ustedes ya han pasado por la feria de abril, se quieren ir al Rocío, pero eso es tóxico, lo moderno es lo de Eurovisión. Alguna nos quería llevar con una teta al aire, al estilo Delacroix, pero banderita y teta al aire es mucho para un “daddy”.
Aquí está; ya llegó Eurovisión, suframos los golpes y punzantes dardos de suerte horrenda y bailemos con la banderita desaforadamente. Así, hijos e hijas mías seréis patriotas.
Españoles y españolas, sabedlo y decídselo a otros: Eurovisión ha llegado. Es el momento de mostrar vuestro patriotismo. “Daddies” del mundo uníos: la chica que ha nacido para no tener problemas “monetary” nos pide que movamos… la bandera
Amigas y amigos, en medio de ukeleles alemanes, himnos holandeses anticoloniales y el folk-techno ucraniano, ingleses comedidos y canciones francesas siempre sugerentes, en medio de vampiros, bailarines desnudos, mujeres barbadas y delirios de alcohol entre banderitas patrióticas, no podemos fallar, dejemos de ser tóxicos”. Spain tuelwe points”.
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