Por qué lo llaman boomer si quieren decir pensiones y vivienda

El presidente del Gobierno francés compareció ante su Asamblea y afirmó, más o menos: “El boomer se lo ha llevado todo”, perdió la votación y se fue a su casa (probablemente con música de Abba). Los franceses son los mejores haciendo frases en su lecho de muerte, sea física o política.

No todo el desmadre público francés es cosa “boomer”: es, también, clientelismo político y sindical. Recordaré siempre una huelga de ferrocarriles organizada porque el malvado gobierno quería suprimir un suplemento que se cobraba por el humo del carbón de las máquinas, cuando hacía décadas que no se usaba el carbón en el ferrocarril. En fin, cosas de franceses.

Se oficializaba así una ruptura generacional que comenzó cuando la crisis financiera empobreció y radicalizó a los vástagos de clase media, que antes no se preocupaban de los jóvenes que no eran de clase media, y cuando un economista algo venal convenció a los jóvenes griegos de que los bajos tipos de interés, asociados a la monedad única, financiaban a los pensionistas, pero impedían su porvenir.

Desde aquellos polvos, estas brechas generacionales no han hecho sino agrandarse a golpe de problemas de vivienda, crisis de precios y de rupturas políticas con los partidos tradicionales que, al parecer, dicen, solo se nutren de “boomers”.

Naturalmente, el supuesto debate ha llegado a España. Al parecer, los que nacimos entre 1959 y 1977 nos estamos pegando la “vida cañón”, lo dice un librito que circula por ahí cuya ironía carece de gracia y practica la estadística del pollo (si la mitad del ave está asada y la otra mitad cruda, el pollo medio estará perfecto).

Hay ya periódicos subidos a la ola que entrevistan a un señor que afirma que él gana 2.500 euros al mes, más que su hija. No; los pensionistas no cobran 2.500 euros al mes: la pensión media es de 1.313 euros, salvo que usted sea el País Vasco o Asturias (la vieja siderurgia y la vieja mina dan para mucho). Si cobra usted viudedad, la media baja.

En cualquier caso, construir la brecha generacional sobre argumentos de esta naturaleza conduce a preguntas peligrosas que no sé si los sindicatos y los partidos de la izquierda de verdad verdadera y el socialismo realmente existente están dispuestos a contestar.

¿Estamos preocupados por el aumento de la tasa de actividad de las mujeres, que están pasando de cobrar viudedad a cobrar contributiva? ¿Estamos dispuestos a aceptar que nuestro crecimiento y riqueza no da para tanta pensión -España ha crecido durante la vida activa del pensionista menos que la pensión-? ¿Sabemos que las pensiones españolas ofrecen las mayores tasas de recuperación salarial de Europa? ¿Sabemos que en 25 años el 46% de la recaudación fiscal será para pagar pensiones?

Hablar de estas cuestiones llevó, por cierto, a la ruptura de Izquierda Unida, cuya mayoría se negó a apoyar el inicial camino del Pacto de Toledo, que la izquierda de verdad verdadera sigue rechazando, al tiempo que permite la hoguera para “boomers”.

Hay alguna respuesta cínica, como la del Gobernador del Banco de España que, hace dos días, como quien dice, siendo ministro, aprobó una reforma de pensiones que, como todo el mundo dijo, no sirve para nada y que ahora alerta de su insostenibilidad.

Los pensionistas, al parecer, bailamos con el Imserso, viajamos a Cancún, y vendemos nuestras casas a precios de oro cuando, en 1969, “las compramos por dos frambuesas” (en realidad, habría que conocer un poco de matemáticas para afirmar tal cosa, pero me da pereza explicárselo).

En 1969 hacían falta 200 meses de salario bruto para comprar una vivienda. Hoy ese periodo se ha multiplicado, cierto, pero la cuestión no es que se comprara barata; la cuestión es que, en 1969, se construyeron 492 mil viviendas, la mitad promoción pública (Sisó Cruellas. J. El subsector vivienda en el periodo 1970-79. Papeles de Economía Española, Nº 10, 1982), cuando el año pasado no se construyeron apenas 140 mil.

Eso sí, 56 años después, en septiembre de 2025, la diferencia entre la creación de hogares y vivienda entregada (déficit) es de 700 mil, déficit creado en los últimos cuatro años, cuando empezaron las legislaciones compulsivas de vivienda. Es la construcción amigos, es la construcción. Las de demanda, regulatorias o fiscales, propuestas, por ejemplo, por la Unión Europea o la política actual, producen burbujas.

Quizá, desde el mundo “boomer”, se podía argüir su contribución a elementos sustanciales del estado del bienestar en España, a través de políticas fiscales, sostenidas históricamente por las clases medias, con gobiernos socialdemócratas o conservadores, no ha habido mucha diferencia, durante el periodo de su vida activa.

Estamos en una época en que las escuelas se van a vaciar y las pensiones van a crecer. El invierno demográfico puede constituir decrecimiento y deuda: pregunten en Japón, desaparecido hace tiempo de las principales economías. Necesitamos trabajadores y trabajadoras que tengan empleo en sectores de valor añadido y productividad. En España crece el PIB, dice el INE, pero no aumenta la productividad ni la renta per cápita.

Ya tuvimos debates similares cuando hablábamos del conflicto entre fijos y temporales, para ocultar problemas del mercado de trabajo (productividad, inversión, capital). Ahora no tenemos temporales (tenemos contratos cerilla, fijos discontinuos y pluriempleo), pero los problemas son los mismos.

Hace cinco años, la crisis de las cadenas de suministro, las guerras y las crisis de precios consiguientes nos trajeron una devaluación salarial, aún no corregida.

Es más fácil buscar un conflicto en modo de brechas sociales que afrontar los problemas reales. Lo primero identifica al enemigo, lo segundo obliga a la reflexión política. No conviene. Sin embargo, el conflicto en términos de identidades sociales alienta la desafección democrática, los populismos de todo tipo y las radicalidades, como se ha mostrado en Europa. Ya sabemos que no hay excepción ibérica.

El uso del endeudamiento español, enmascarado con subidas del PIB que no modifican la productividad ni animan la industrialización, es un debate notable, pero en tiempos de populismo, requiere mucho esfuerzo. Mejor creer que los “boomer” se lo han quedado todo y se están dando una “vida cañón”.

 

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