He llegado hasta aquí dando un rodeo, paso dos veces por la puerta del local, vigilando mi espalda, vuelvo a la puerta entornada, libre de sospecha, entro raudo. Es bueno haber aprendido esto con 17 años. No, no es una Iglesia. El colega de la esquina me hace un gesto cómplice: ambos estamos en el secreto.
Desde la tarima, un coro de distintas voces imparte sabiduría, sube el ánimo del personal, estoy a punto de gritar “Sí, sí, sí, Dolores a Madrid”, cuando público y coro cantan a capela “el meu aví” (Mi abuelo). No, no era un mitin clandestino; era un concierto clandestino de habaneras.
Vale, el párrafo anterior es ficción. Pero ¿es tan absurdo? Si lo creen es que no han estado prestando atención. Una guardiana “woke”, la diputada de la CUP, Bacharat Changue, hija de padre ecuatoguineano y madre cordobesa, de profesión “indepe”, propuso la cancelación de las “cantadas” de habaneras por (sic) “banalizar el colonialismo”.
Al mismo tiempo, la alcaldesa de Calella (Junts) prohibía que el festival anual concluyera, como es tradicional desde hace décadas, con el canto, por público y coros, del “Meu avi”.
De nada ha servido al autor cambiar el nombre del barco donde murieron 14 marineros de Calella, por ataque norteamericano en Cuba, ni añadir el grito habanero más gritado en Calella (Visca Catalunya, Visca el Catalá). Cometió una falta: ser acusado falsamente, como muestran dos sentencias que la familia ha mostrado profusamente, de abuso sexual. El público y coros, afortunadamente, se rebelaron ante la alcaldesa y cantaron a capella la habanera tradicional
Para no molestar a nuestro musicólogo de cabecera y tertuliano de los viernes, Antonio Daganzo, le he pedido a la IA unas palabras sobre el origen de las habaneras.
“Surgió de la mezcla de la contradanza europea con la música y ritmos locales cubanos, incluyendo influencias africanas… A través de marineros y comerciantes, la habanera llegó a España, donde fue adoptada y transformada por compositores y músicos españoles. Se popularizó en España a través de la zarzuela y los pliegos de cordel (cancioneros populares)” –texto generado por inteligencia artificial-.
O sea, que más que colonial, parece música intercultural. Al parecer la inteligencia natural y el conocimiento se han convertido en un bien escaso y peligroso.
De triunfar la tesis “woke”, deberíamos suprimir, de la Carmen de Bizet, cantos como el “Amor es un pájaro salvaje” (habanera) o el “Toreador”, en este caso por banalizar el heteropatriarcado machista o hacer alusión al toro, un bicho que viola vacas, pues no consta el consentimiento de éstas.
Deberíamos censurar zarzuelas como “Marina” de Emilio Arrieta, “Don Gil de Alcalá” de Manuel Penella. Además, la zarzuela cubana “María la O” de Ernesto Lecuona y, naturalmente “La Verbena de la Paloma” de Tomás Bretón, que presenta una habanera concertante y, además, permite alentar la “madrileñofobia”.
Pero no son solo las habaneras. El rock, siempre irreverente, a veces impertinente, quizá grosero en algunas versiones, es igualmente amenazado.
Víctor de Andrés, guitarrista de Mago de Oz, grupo que va a cumplir cuarenta años sobre el escenario, pronunció una frase que ha irritado a la izquierda de verdad verdadera y al socialismo realmente existente: “Dejad de robarnos, sobre todo la cocaína y las putas”*.
Consecuencia de la irritación: cancelación de concierto en Villagarcía de Arosa y contratación de Toreros Muertos, que esos si son correctisimos de la muerte, como sabrá quien conozca a Pablo Carbonell. Poner a Víctor de Andrés en la derecha es un mal chiste, propio de descerebrados. De Andrés reflejaba el desánimo de quienes nos sentimos de izquierda ante la soberbia y el desbarajuste.
No quisiera inquietar a Paco Revuelta, pero igual debiera recuperar el Bella Ciao (escuchar aquí) y autocensurarse, dejando a un lado “El corrupto” (escuchar aquí).
“La pasión censora de la izquierda asfixia a muchos jóvenes”. Lo ha escrito Naomi Klein (Klein, N. Doppelganger. Ediciones Paidós. 2024). Klein, muy querida en tiempos en La Moncloa, formó parte del autobús organizado por Varoufakis, tras destrozar a su partido y a Grecia, para impartir la verdad por Europa.
En mi reciente viaje a Huelva, gocé de la generosidad del director de Antena Huelva, Paco Morán. Él y los tertulianos con los que compartí mesa se sorprendieron (no cuento a Paco Revuelta, que me conoce sobradamente y es cómplice de correrías) de mi afirmación, siguiendo a Klein: “Muchos jóvenes sienten que la libertad de expresión ha pasado a la derecha”. Lo que explica la deriva de voto que ya les he explicado aquí.
No solo es la cultura. Es también la actividad empresarial. En Crüilla, en un concierto patrocinado por Aguas de Vichy, la banda catalana Remei de Ca, se dirigió a los asistentes para pedir el boicot a la empresa, al parecer, venden demasiada agua y secan las rieras. Los de Vichy seguirán pagando, no se preocupen. Se está pidiendo el boicot a la empresa Puig por etiquetar productos en español y así sucesivamente.
La cultura “woke nos rodea”. Un “desdios”, como diría el maestro de periodistas Ángel Urrreitztieta, contertulio de mis jueves. Pero esto no es lo peor, lo dramático es que radicaliza a los de las batallas culturales, tipo Trump. Qué quieren que les diga, esta noche me voy de habaneras, mañana toca rock y el viernes jazz. Es lo que tienen las vacaciones: aquí no se ve ningún “woke”, están en los despachos o en la redacción de El País y televisiones públicas, llamando “ancianos” a los que tenemos 68 años, que el edadismo sí es correctísimo. Que lo disfruten.