Es difícil imaginar el horror desde la altura de un niño
Los ojos de dolor de un niño o una niña no nos son desconocidos. Llenan hemerotecas. Mi generación las conoció por primera vez en la guerra del Vietnam, tras haber mirado de reojo los ojos de nuestros padres y abuelos, niños y niñas, de esa guerra que este país libró hermano contra hermano.