Zuecos sí, Trump no

Les planteo tres cuestiones trascendentales, antes de advertirles de otro signo del apocalipsis. ¿Pueden llevarse los zuecos Crocs con calcetines? ¿Qué color de Crocs es más adecuado para un médico, un bombero, un guarda forestal, o un periodista en La Moncloa? ¿Más aún, puede ir usted a trabajar con unas Crocs amarillas y no parecer un idiota?

Es difícil que ustedes no estén al tanto, pero hablo de esos zuecos de colores y agujeritos que pueden ver en los pies de cualquier estrella o persona de estilo modernísimo o sus hijos e hijas.

Son preguntas relevantes, no crean ustedes. Ya lo dijo Richard Nixon: “La historia de un hombre (vale para la mujer) es su estilo”. Él aplicó toda su vida a demostrarlo, como recordarán los más veteranos del lugar. ¿Qué pasaría si el mercado acabara con los zuecos más famosos de la historia? ¿Tendríamos que pasarnos a las espardeñas o las deportivas MU, al modo Doña Leticia? Al fin y al cabo, sería un estilo patrio.

La policía de la moda tendría una rápida respuesta: no deben usarse Crocs. Y punto. Sin embargo, por una vez, alguien derrotó a la tiranía de la moda: los Crocs lo consiguieron.

Desde el presidente Bush (con calcetines) a Nicole Kidman (sin ellos), un montón de prescriptores de estilo pusieron en el escaparate estos zuecos con agujeritos, que son tan ligeros porque no son de goma sino de una fibra patentada por el fabricante. A los primeros valientes disruptores les siguieron modernos iconos de estilo, desde Justin Bieber a Ariana Grande. Los usuarios tienen un nombre que les es propio “crocerati” (suena a secta, probablemente son una secta).

Inmediatamente, influencers, pijimamás, hombres de nuestro tiempo y demás prescriptores de moderno estilo las adoptaron y extendieron a todos sus niños y niñas el uso de los zuecos. En miles de colores (hasta veinte usa en realidad la marca), alguno de los cuales usted no sabía que existían, llenaron de color la oscura ropa que corresponde al mundo en que vivimos.

Pocos han hecho caso a las autoridades nórdicas que han reducido su uso por acumular alta electricidad estática o engancharse fácilmente en escaleras mecánicas, debido a la fibra con la que se fabrican.

Quizá, pero solo quizá, se pueda observar cierta contradicción entre estar en contra de la explotación laboral e ignorar que los zapatos se fabrican en plantas de la empresa en México, Vietnam, Rumanía o China. Mas regulados están los mercados de Canadá o Italia donde también se fabrican.

No obstante, la empresa vendió en pandemia lo que no está escrito: en casi todos esos países citados las condiciones de incomunicación no eran tan estrictas, con la excepción de China.

Y he aquí que en este pecado está la penitencia.

Amigas y amigos, como vengo avisándoles un viernes tras otro, tenemos un nuevo signo de la llegada del apocalipsis: Crocs ha perdido valor y su porvenir económico se ha tornado oscuro. Crocs derrotó a la policía de la moda, pero no está pudiendo con Trump.

Los aranceles con los que ha castigado a los productos que vienen del exterior le ponen en serio riesgo de continuidad: el valor en bolsa de la compañía se ha reducido un tercio y se espera que los ingresos disminuyan entre un 9% y un 11% en este verano. Esta es la dura realidad: la pregunta es si los aranceles del perverso norteamericano han puesto fin al reinado de dos décadas de los zuecos de colores.

Ustedes se preguntarán por qué me preocupo por las Crocs. Perdonen, pero uno es humano, tiene empatía incluso con los horrores que los seres humanos perpetran contra sí mismos. Si uno de sus amigos quiere aparecer con unos zuecos fucsia no seré yo quien anime a multarlo o a incluir el hecho en el código penal. (Recuerden que si afirman, ante el llamativo fucsia, querido, en realidad ya lo sabíamos, estarán cometiendo delito de odio).

No era una decisión fácil, pero tras mucha reflexión, no crean, he aceptado zueco de color como indumentaria razonable. Aunque si se ponen, dada su reconocida madurez, recomiendo que recurran al blanco sanitario o el negro ejecutivo.

Es su estilo y deben persistir en él… seguramente, un día se arrepentirán y les ayudaremos a cortar los pies de todas sus fotos y los videos de TitTok.

Pero hay otra razón; insisto en una idea que he repetido aquí más de una vez: el capitalismo insiste en destrozarse a sí mismo y lo hace de manos de autócratas a los que los oligarcas capitalistas votan. Cada cual se suicida como quiere. Pero, en nombre de quienes han decidido que su vida acabe en un zueco, reclamo a los mercados un respeto.

No es la primera vez que los Crocs sufren las consecuencias de un presidente republicano de Estados Unidos. Otro estuvo a punto de llevarlo a la quiebra.

Además de los aranceles, las dudas en el comercio y cierta falta de audacia en los nuevos mercados, quizá si Zelenski se pusiera unas Crocs amarillas…, hacen nacer la duda de si el dominio de Crocs, que durante casi 20 años ha capturado el mercado de los “zapatos feos”, está disminuyendo.

Animo a los creadores de cosas feas de todo el mundo a que preparen una alternativa, entre tanto, reclamo un “crowdfunding” para pagar sus aranceles, una movilización extrema convocada al grito de “Trump me roba los zapatos”, “Salvemos las Crocs”, “Crocerati unidos jamás serán vencidos”.

Por favor, que nadie prive a niños y niñas de que el agua de las olas y la arena se filtren por los agujeritos, es tan “guay”. Qué sería una alfombra roja con tacones, pero sin Crocs, no; no podemos volver al pasado.

Queremos zuecos. “Zuecos, sí; Trump no”.

 

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