Arabia Saudí: derechos o plata

Por supuesto, España no hace negocios con países con problemas de derechos humanos, acaso Rubiales y Piqué nos la habían liado con algún partidillo de futbol de nada, pero nada del Gobierno, hasta ahí podríamos llegar. Ya Pablo Iglesias se oponía al asunto y, también Margarita Robles.

Ustedes creerán que políticos tan notables obtendrían éxito en sus opiniones, pero no. Arabia Saudí se ha convertido en un socio estratégico para el armamento español. La Secretaría de Estado de Comercio recoge exportaciones autorizadas en 17 años en 2.424,2 millones.

En los dos últimos años ha habido transferencias en armamento próximas a otros dos mil millones. La ministra Robles, preocupada.

Los documentos detallan que entre 2020 y 2022 se ha dado luz verde a transferencias en el sector de armamento con destino a Riad por valor de 1.295 millones de euros. A esas cantidades pueden añadir otros dos mil millones para construir cinco buques de guerra.

La señora Maroto, se supone que una vez que la Señora Robles perdiera sus escrúpulos, o despistada creyendo que Yemen no tiene mar, firmó con Mohamed bin Salman, príncipe heredero y príncipe asesino, un preacuerdo que, sospechosamente, no se ha formalizado, mire usted qué cosas, mientras STC, dirigida por el mismo príncipe, compraba en secreto casi un diez por ciento en Telefónica (la mitad en acciones y la mitad en productos financieros).

Además de ser la décima compañía del IBEX, Telefónica es una compañía sensible para el Estado, por su desempeño en ciberseguridad y sus trabajos para el Ministerio de Defensa. La red 5G del ejército y la marina, los trabajos para Indra o Renfe, entre otras.

O sea, que aquí tenemos un premio múltiple que dar a nuestros protectores: el CNI que ha investigado una barbaridad bárbara los movimientos financieros del mayor proveedor militar. A la Comisión del Mercado de Valores que no ha pillado ni una y, por supuesto, al Gobierno, cuya aprobación, dada la vinculación militar y estratégica, es necesaria.

El cronista, que de por sí es desconfiado en las cosas del capitalismo moderno, duda de que los listos de Morgan Stanley no hayan contado lo que se venía encima. En todo caso, nos encontramos ante una doble opción: o estamos en manos de unos irresponsables o en un mar de opacidad.

Al parecer, que el señor Del Pino se llevara una empresa patria, que por cierto no era española, a Países Bajos, era pecado mortal; que el 10 % de Telefónica sea saudí, apenas ha levantado una salpicadura en el charquito. Solo Yolanda Díaz, necesitada de sacar la cabeza, tras la fotico con el delincuente, ha gritado un poco.

Digamos que hay muchos intereses coincidentes que el príncipe asesino (es que es un asesino) ha aprovechado. Primero, la necesidad del Gobierno de animar el contrato con Navantia, antes de que la Junta andaluza empiece a hacer preguntas.

Segundo, la necesidad de Pallete de que el príncipe le deje mandar en la compañía, en un momento en que los norteamericanos de Blackrock quieren congelarle el salario y, cualquier día, quitarle el puesto.

Ya se sabe de qué va con los saudíes: derechos o plata.

 

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