La ayuda española es una de las claves de la recuperación del último terremoto en Marruecos, tanto por los equipos de rescate como por la solidaridad ciudadana. No olvidemos que el país alauí ha rechazado el resto de la ayuda europea, como si no fuese con ellos. Así se explica que cualquier retraso o problema en el alivio del conflicto puede derivare en críticas a nuestro país, ya que la dictadura de facto de Marruecos y la conformidad de la población impiden cualquier protesta o rebelión interna.
A Mohamed VI, ya se sabe, el terremoto le cogió fuera del país, como es lógico, ya que a pesar de disponer de doce magníficos palacios en territorio nacional, pasa su tiempo entre Francia —donde tiene un palacete en París y otros castillos— y Gabón. Así se explica el retraso en convocar el gabinete de crisis o como quiera que se llame y la ausencia de la persona real en la zona de la catástrofe. Lo paradójico del caso es que un individuo con un patrimonio de 5.700 millones de dólares, según la revista Forbes, en vez de destinar parte de sus riquezas a paliar el dolor de sus súbditos, se limite a crear un fondo en el que particulares y empresas puedan aportar dinero con que remediarlo.
Éste es el hombre que tiene que estar al frente de la solución del terremoto de Marrakech, una persona que se permite caprichos como tener un flota de unos 600 coches de alta gama, pero que no se preocupa de que las casas de los vecinos sean de material antisísmico en vez del inútil adobe que cae a la primera embestida de la naturaleza. Un tipo al que le preocupa que nadie le toque un grano de arena del Sahara, pero que está dispuesto a gastar el presupuesto del país en modernas armas de alta tecnología.
En definitiva, es la persona con la que los españoles tenemos que lidiar para bien o para mal, que provoca invasiones de inmigrantes cuando quiere y que ningunea las aguas patrias, pero que pide nuestra ayuda cuando tiene algún problema, como si fuese obligación nuestra el solucionárselo. Por eso, entre otras cosas, el terremoto de Marrakech no es sólo de Marruecos, sino también nuestro.