Así espiaba la contrainteligencia cubana a los empresarios españoles que hacían negocios en la isla (1)

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Les tenían las veinticuatro horas del día bajo lente. Las habitaciones de los hoteles donde se hospedaban ya estaban preparadas con cámaras ocultas y sistemas de grabaciones. Eran órdenes del Alto Mando del Ministerio del Interior cubano que durante años estuvo espiando a políticos, empresarios y artistas, según las revelaciones de ‘Otto’, un exespía cubano huido de su país y que permaneció más de un lustro a las órdenes de ‘Raúl’, un teniente coronel del Departamento 11 de la contrainteligencia, dependiente del Ministerio del Interior. Ese Departamento tenía entre sus objetivos el control, la vigilancia y el espionaje del sector turístico, desde agencias de viaje hasta personas concretas relacionadas con ese mundo.

Muchos de los empresarios, artistas y personalidades que visitaban Cuba fueron controlados durante sus visitas a la isla. Para ello, el contraespionaje cubano se ganaba su confianza dando a sus visitas rango de protocolo de Estado y facilitándoles todo tipo de lujos: desde mujeres y coches y choferes hasta residencias oficiales. Así lo reveló en su momento el «agente Otto«, cuando consiguió salir de su país y llegó a España. Extraconfidencial.com ha rescatado ahora aquellas revelaciones.

La historia de «Otto» no tiene desperdicio. Comenzó a trabajar en 1980 como chófer a las órdenes del general Rodolfo Fernández Rodríguez, Jefe de la Oficina de Asuntos Especiales del Consejo de Estado dedicada a los asuntos personales de la Dirección de Gobierno. La oficina dependía directamente de Fidel Castro, con el que Rodolfo Fernández mantenía una relación muy estrecha.

Durante los años en los que ‘Otto’ trabajó de chófer le permitieron ganarse la confianza del personal de esa Oficina, entonces dedicada en exclusiva a la obtención de productos que no llegaban a Cuba por culpa del bloqueo norteamericano. La operación se realizaba a través de terceros países como Japón, Canadá, España o Panamá.

En 1991, ‘Otto’ fue trasladado al Ministerio de Turismo, cuyo titular era José Luis Padrón González, coronel del Alto Mando del Ministerio del Interior y que trabajó directamente con José Abrantes, entonces ministro del Interior. Curiosamente, Abrantes moriría en 1989 en la cárcel de Guanary como consecuencia de la «Causa 2», abierta contra altos dirigentes del régimen cubano por narcotráfico.

‘Otto’ recibió ahí sus primeros «encargos», después de que a través del general de brigada del Ministerio del Interior, Roberto Valdés Martínez, con el que colaboró, entrara a formar parte del Departamento 11 de la contrainteligencia cubana. Entre sus cometidos estaba el ‘trabajarse desde la base’ a los empresarios españoles que, tras el visto bueno del Gobierno cubano, deseaban invertir en Cuba.

El Departamento 11 era uno de los tres que completaban a principios de este siglo el sistema de espionaje del Ministerio del Interior de Cuba y sus componentes ejercían su trabajo en todo lo relacionado con el turismo (hoteles, agencias de viajes, casas de protocolo…). Los otros dos departamentos eran el conocido como el Departamento VII o K y un departamento dependiente de la Dirección General de la Policía. El K se dedicaba, según las revelaciones de ‘Otto’, al «chequeo» de los coches, al control de las filmaciones del Ministerio del Interior, seguimientos a pie, escuchas telefónicas…

Según el ex agente, en todos los hoteles había destinado un miembro de cada uno de esos departamentos. Por su parte, en ese tiempo ‘Otto’ era el encargado de colocar en las habitaciones de los hoteles los dispositivos necesarios para vigilar y grabar las palabras y los actos que realizaran los empresarios españoles allí alojados.

Según esas revelaciones, muchos empresarios españoles habrían sido espiados y grabados en distintos hoteles de Cuba por orden directa del Ministerio del Interior: en cada hotel habría un número determinado de habitaciones que estaban siempre ‘preparadas’ por si llegaba algún personaje de interés. Normalmente, los aparatos de espionaje se situaban en la habitación superior, en la inferior o en los laterales.

Se espiaba hasta a los amigos de Fidel

La prioridad número uno de los servicios de inteligencia cubanos en el espionaje eran los ciudadanos americanos, pero España también ocupaba una plaza «privilegiada» dado el enorme flujo de visitantes y de intercambios tanto económicos, políticos como culturales. Y esa obsesión por la vigilancia no era fruto de la seguridad del Estado que proclamaba Fidel, sino guardarse unos cuantos ases en la manga para utilizarlos si era preciso.

Gracias a su situación de privilegio en el Hotel Habana Libre como miembro del Departamento 11, ‘Otto’ tuvo constancia de grabaciones realizadas a empresarios, políticos y artistas no sólo españoles, sino de otros muchos países. Algunas de estas revelaciones estaban confirmadas por el escritor disidente Norberto Fernández en su libro «Dulces guerreros cubanos», aunque éste matizaba que a Fidel le encantaban sobre todo las cintas de audio.

En aquellos años de espionaje, el jefe del Departamento 11 era el teniente coronel Garcés, y ‘Otto’ instalaba aparatos de grabación sobre todo a los empresarios que estaban más directamente vinculadas a él: pero, al parecer, no sólo se espiaba y grababa a los directivos, sino también a sus familias. En cuanto a los equipos de grabación, eran en su mayoría japoneses, marca Yaesu y Sony los de comunicación en VHF, y en UHF el 90 por ciento eran Yaesu, aunque también incorporaron equipos de la marca norteamericana Motorola.

En esos tiempos, al menos hasta el relevo de Fidel, cada empresa que se instalaba en Cuba tenía a alguien como ‘Otto’ tras de sí. Todas las personas que ingresaban en ese servicio ya estaban preparadas y solían ser en muchos casos oficiales desmovilizados del Ministerio de las Fuerzas Armadas o del Ministerio del Interior.

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