Brecha generacional (2): La vivienda, el impulsor percibido de la fragilidad democrática

En la primera entrega de esta serie, señalaba las serias tendencias ultraderechistas que los analistas, politólogos y cronistas percibíamos entre los más jóvenes. Apenas una semana después, el viernes pasado, La Foundation TUI, perteneciente al grupo turístico alemán, hacía pública una encuesta de un instituto de opinión privado, la británica You Gov, realizada en los principales países europeos, que confirma los peores presagios que les comenté.

En breve, sólo la mitad de los jóvenes en Francia y España creen que la democracia es la mejor forma de gobierno y el apoyo entre sus homólogos polacos es aún menor.

La mayoría de la generación Z europea -16 a 26 años- (el 57%) prefiere la democracia a cualquier otra forma de gobierno. Sin embargo, los índices de apoyo varían significativamente, alcanzando tan solo el 48% en Polonia y tan solo entre el 51% y el 52% en España y Francia, siendo Alemania el país con el mayor porcentaje, con un 71%.

Más de uno de cada cinco (el 21%) estaría a favor de un gobierno autoritario en determinadas circunstancias no especificadas. Este porcentaje fue mayor en Italia con un 24%, y menor en Alemania, con un 15%. En Francia, España y Polonia, la cifra fue del 23%.

O sea, que no es España precisamente el mundo progresista en que se sueña, ni Alemania el horror fascistoide. Los datos se empecinan en castigar el relato.

Entre las personas que se consideran políticamente de centro-derecha y se sienten económicamente desfavorecidas (los jóvenes sin formación o empleo) su apoyo a la democracia se reduce a sólo uno de cada tres.

El estudio se llevó a cabo entre abril y mayo. Más de 6.700 personas de entre 16 y 26 años del Reino Unido, Alemania, Francia, España, Italia, Grecia y Polonia respondieron a la novena encuesta anual del instituto de opinión citado (no se preocupen, Google traduce muy bien el alemán).

A pesar del mayor apoyo a la protección del clima entre los jóvenes europeos, solo uno de cada tres afirmó que debería priorizarse sobre el crecimiento económico. Éste es un ejemplo, como les señalé en la entrega anterior, de que los aspectos socioculturales están adquiriendo en el voto político una importancia cada vez más relevante.

La tasa de paro juvenil española es altísima, un 25,3% a finales de enero, según Eurostat. Son casi 11 puntos más que el promedio de la Unión Europea (14,6%). En la Eurozona, el crecimiento salarial se desaceleró significativamente a 2,38% interanual en el primer trimestre de 2025, marcando el ritmo más bajo desde finales de 2021. En la UE, los salarios por hora aumentaron un 4,2% y el componente no salarial un 3,8% en el mismo período. España, por su parte, se situó entre los países con menor crecimiento salarial en la UE.

Estas cifras son superiores a la del crecimiento esperado de la inflación, por lo que puede hablarse de cierta recuperación del poder adquisitivo. Sin embargo, esto no se traduce en un crecimiento de la renta per cápita y disponible. En España, ésta es solo un 88% de la media europea. Hay varios factores que influyen en esa evolución de la renta disponible de los más jóvenes: el paro, el crecimiento salarial de los jóvenes y, muy especialmente, el producto más caro: la vivienda.

Probablemente, la ausencia de vivienda, su encarecimiento, es uno de los factores culturalmente y políticamente percibidos como adversario de la emancipación y la participación social.

Cuando las casas no son hogares sino activos, se produce una transferencia de riqueza de quienes no tienen a quienes sí. En toda Europa, y en gran parte del resto del mundo, la propiedad se ha convertido en un motor de desigualdad. A su vez, la desigualdad es un motor de resentimiento. La fragilidad democrática es producto de la ira. Como comentó el comisario europeo de Empleo y Derechos Sociales, Nicolas Schmit: “El problema de la vivienda divide a nuestras sociedades y puede suponer un riesgo para nuestras democracias”.

Las políticas de vivienda se establecen a nivel nacional, pero la Unión Europea puede establecer marcos y apoyar el acceso a la financiación. En 2024, todos los ministros de vivienda de los Estados miembros firmaron una declaración en la que pedían un nuevo sobre vivienda social y asequible. En España no existe traslación de dicho acuerdo.

La vivienda empuja la fragilidad democrática y la desafección de los más jóvenes. En España, este problema tiene más aristas, quizá por ello no somos tan progresistas como creíamos. Y no es que uno se alegre, pero convendría hacer más y hablar menos.

 

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