“Cataluña 1, Madrid 1. Pedro Sánchez y Salvador Illa han comenzado en Madrid la campaña electoral catalana”. Así lo reconocía días pasados un socialista vinculado a las tesis radicales de Sánchez en una conversación no tan privada ni tan particular.
La expresión “Cataluña 1, Madrid 1”, es suficientemente gráfica para no dejar lugar a dudas de su significado: quiere decir, simplemente, que si el popular Mariano Rajoy aplicó un artículo 155 a Cataluña en tiempos del prófugo de la justicia Carles Puigdemont y demás sediciosos catalanistas, el radical Pedro Sánchez ha aplicado otro artículo 155 a Madrid, con lo que empata con la derecha y le predispone al voto psicológico favorable del progolpismo catalán.
No importa que Rajoy se viera forzado a utilizar ese instrumento constitucional para frenar la rebelión golpista de los secesionistas catalanes. Ni tampoco importa que en Madrid no se dé ni una sola de las condiciones para aplicar tan drástico artículo. Basta con que Sánchez, Illa y una banda de leguleyos disfracen la intervención gubernamental en Madrid con el artículo 116 de la Constitución, que establece el estado de alarma por motivos sanitarios.
Debido a la mala memoria de nuestros paisanos de este país, hay que insistir en que el artículo 155 de la Constitución española de 1978 dota al Estado de un mecanismo coactivo para obligar a las comunidades autónomas que incumplan las obligaciones impuestas por esa Constitución, u otras leyes, o que atenten gravemente contra el interés general de España, que es lo hicieron los golpistas catalanes del 1-O.
Su aplicación ahora en Madrid –aunque encubierta con el artículo 116- es la forma que tiene Sánchez de resolver sus cuitas particulares con Rajoy, acercar posiciones con su socio estalinista Pablo Iglesias, recabar el voto para los Presupuestos Generales del Estado para 2021 a los progolpistas catalanes y filoetarras vascos, intentar minar el terreno electoral que pisa la popular Isabel Ayuso en Madrid y, de paso, marcar el inicio de la campaña electoral en Cataluña.
Para justiciar este golpe autoritario en Madrid, Sánchez y su Pulcinella Salvador Illa se han sacado de la manga cifras que sólo un manipulador de las estadísticas como Illa es capaz de recitar públicamente sin que se le caiga la cara de vergüenza –el Pulcinella de Sánchez está licenciado en Filosofía y no se le pueden pedir peras al olmo-. Pero, para completar su faz de cemento, el Pulcinella se permite gritar que las cifras que da Madrid son falsas.
La lucha contra la pandemia impone restricciones, naturalmente; pero las mismas son de aplicación general. Lo cual quiere decir que la norma, sea cual sea, buena o mala, debe aplicarse por igual a Madrid que a Navarra o que a Barcelona, estas dos últimas con índices de contagios iguales o superiores a los de Madrid. Pero no: Navarra está gobernada por la radicalsocialista María Chivite, apuntalada –más que apoyada- por Bildu. ¿Comprenden? Pues eso. Y si Sánchez y su Pulcinella pseudofilosófico intervienen Cataluña –o Barcelona, en su defecto- el PSC pierde cualquier ocasión de remontada en las próximas elecciones autonómicas y a Sánchez se le acaba el Falcon. ¿Comprenden, también?
En lo que parece no haber pensado Sánchez es que los madrileños no van a olvidar esta ‘fascistada estalinista’ (no hay contradictio in terminis, se lo aseguro), algo que sí tiene muy claro el profesor Ángel Gabilondo. Lo tiene tan claro, que ha escrito a la presidenta Ayuso pidiendo negociar. Ahora, negociar. ‘A la vejez, viruelas’, que decían algunos. O, lo que es lo mismo, ‘una vez muerto, la cebada al rabo’.