Cuaderno del chiringuito: (5) Catalunya es una adivinanza; Madrid, una explicación

Dos días de lluvia; dos días sin xiringuito. No hay información que el cronista pueda transmitir; no nos vamos a fiar, a estas alturas, de los periódicos de la república.

Hoy está nublado, por si acaso, “terraceo”. Aquí, tabernas, lo que se dice tabernas, no hay.

Terraza o xiringuito son, se lo tengo dicho, fuente de sabiduría. Se escucha en una terraza con sabor argentino, donde no hay ningún argentino: Uno: hay otro que se apunta a Florentino (por Rubiales). Otro: a ver si hemos estado equivocados. El tercero, con estética “cupera”: “no oblideu, els de Madrid són els malvats” (no olvidéis, los de Madrid son los malvados).

Se lo resumo con finura de cronista: Catalunya es una adivinanza; Madrid, una explicación.

El pueblo de la república que no existe está desconcertado. Saben a quién odiar, los de Madrid, naturalmente, pero no saben quiénes son los suyos.

El Prat, por un poner, es un desmadre: los aviones aterrizan por dónde deberían despegar, cosa que dicen los expertos tiene su riesgo. Algo hay que hacer, aunque nunca será un “hub” de esos, lo diga quién lo diga.

Pero el caso es que una parte de Puigdemont está a favor de ampliar, otra, la de Quim Torra, no. Esquerra está enfadada y los de las esteladas de los municipios próximos dicen que no, que los aviones hacen ruido. Al final, lo pagarán los patos de las lagunas próximas, que esos no son republicanos, que conste.

Las filas se rompen, el tripartito asintomático avanza, Illa se ofrece, los comunes ya están ofrecidos, Aragonés sonríe. Los “cuperos” están enfadados, Illa se ofrece otra vez. Aquí nadie sabe ya nada, pero Illa se ofrece.

Por si el desconcierto no fuera suficiente, empiezan a recorrer las esquinitas de los periódicos deprimentes noticias.

COTEC estima que en la capital de España hay más talento que en la república. No solo Catalunya es la cuarta Comunidad en talento, cosa terrible, sino que, según COTEC, la capacidad de retener talento coloca a la república que no existe en el lugar número trece.

Otra esquina periodística anuncia una terrible novedad: hay más empresas “gacela” (crecimiento del 20% durante tres años) en Andalucía que en Catalunya, donde el número de quiebras ha triplicado al andaluz.

O sea, lo que no puede ser, no puede ser.

Ayuso es lista y los andaluces mejores empresarios. Así no hacemos república, solo imaginar estas posibilidades hará que los gritos de los “segadors” retruenen en sus tumbas.

La depresión alcanza las terrazas y los chiringuitos. Nada es comprensible. Y ustedes y el cronista deberíamos entenderlo.

El país era demasiado rico, demasiado fuerte, demasiado lleno de promesas, para imaginar un sombrío futuro. Entendamos el desconcierto en las terrazas, fruto de la decadencia que las aventuras políticas del fugado y el COVID ha traído a la república.

A veces, las ciudades desaparecen sin explicación. Chicago se derrumbó al derrumbarse sus fábricas de vehículos y a punto estuvo San Francisco de seguirle. La Ciudad de los Prodigios no se encuentra a sí misma, porque se perdió en explicaciones y se fugó el que debía darlas.

Pero pasar no pasa nada. La política asintomática no entusiasma en las terrazas, muchas esteladas han desaparecido, otras permanecen deshilachadas o descoloridas por el efecto del tiempo. Pero no hay mal que por bien no venga: siempre nos quedará el vermú y la anchoa, en terrazas argentinas donde, vaya por Dios, utilizan un aceite llamado La Española, cosa de la que da testimonio el Instagram del cronista.

Se van acabando mis “vacances catalanes”. Observo, según las estadísticas, que ustedes las han seguido. Son ustedes como aquella poeta que escribió: “hay algo allí en lo más hondo y quieres que te lo cuenten”. O sea, pelín cotillas.

 

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