Este fin de semana se ha celebrado la Cumbre entre los países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y de la Unión Europea (UE). El presidente Petro intentó contraprogramar la toma de posesión del nuevo presidente ecuatoriano y, de paso, empoderarse ante las amenazas de Trump.
No tuvo demasiado éxito: la reunión debió acortarse un día, de los dos previstos. De los 60 países invitados, 33 americanos y 27 de la UE, solo asistieron nueve jefes de Estado o de gobierno. De relevancia solo dos: Sánchez y Lula.
Por cierto, no se excedieron, en cuanto se hicieron la foto y concluyó la sesión inaugural, se marcharon: alguien les debió soplar que dos de los de Puebla (Venezuela y Nicaragua, modelos democráticos notables, no iban a aprobar el documento: lo del narcotráfico que Trump quiere usar contra Petro les pareció mucha concesión).
Naturalmente hay que hablar de la efímera guayabera de Pedro (a juego con Petro). La guayabera, guayabana, chacabana o cubana es una prenda de vestir tradicional de las costas caribeñas, hay quien dice que con toque andaluz. Es normal, pues, vestirla con valor ceremonial. Más de presumir y de ocio que de trabajar es la prenda.
Es normal que la vistiera, quizá no sea tan normal que escapara tan raudo de la cumbre. Un discursito y ya está. A lo mejor el papel de liderazgo de España pareciera un poco decaído en Hispanoamérica, como en cualquier otra parte, por cierto.
Mientras le veíamos llegar en blanca guayabera a Santa Marta, Pedro trajinaba quitársela pronto y ponerse el traje de los grandes momentos (sin gafas, así vimos que miraba mucho hacia la izquierda, mal síntoma) en una de las presiones más graves sobre la independencia judicial que le hemos visto. Él ha visto el juicio, Él lo ha escuchado y Él ha decidido: el Fiscal General del Estado es inocente. El socialismo realmente existente se suma a los que tienen la prueba de que hay por ahí un delincuente del que no se puede hablar y no necesita ofrecer prueba de tal cosa. Lo que es, es, y sobra el jurado.
Ignoro francamente que necesidad tiene de provocar al tribunal, teniendo como tiene el comodín del Constitucional y algún voto particular garantizado, si se diera mal. Justo hoy el vicepresidente de los Estados Unidos, J. Vance, ha declarado: “no tenemos por qué hacer caso a los jueces, lo que vale es lo que nosotros creemos”. El populismo acaba sumando fuerzas contra la división de poderes. Pues nada, otra cosita más.
Volviendo a la reunión, déjenme decir que no es buena noticia la devaluación política de estos encuentros.
Como en casi todo el mundo menos desarrollado o países emergentes, el multilateralismo y la globalización, los intercambios comerciales, especialmente con China, mejoraron la situación económica. Los países con metales y materias primas que siguen comerciando con China podrán evadir, algo, la reorientación que ha supuesto la presión de Trump económica, política y migratoria.
La región continúa sumida en una trampa de baja capacidad para crecer, con tasas promedio de alrededor de 2%, pero con un modelo desequilibrado con escasa inversión, baja productividad, mercados de trabajo poco dinámicos y elevados niveles de desigualdad.
El periodo de gobiernos nacidos con la esperanza del cambio de izquierda, se han ido escorando, cada vez más, hacia el populismo, mientras en el continente se ha extendido la sempiterna mancha de la corrupción. Aquella inefable ministra brasileña de deporte hizo poesía cuando se solicitaba la suspensión del mundial de fútbol de su país: “No se preocupen, todo lo que podía robarse ha sido robado”.
Brasil y México son los productos nominalmente más relevantes, pero Costa Rica y Chile tienen mayor diseminación, encabezando las rentas per cápita, eso sí, con una inflación más elevada. Perú y Argentina se suman a los seis países que superan los doscientos mil millones de PIB: lo de Argentina es todo bárbaro, descomunal.
A las asoladas economías de Venezuela, Cuba y Nicaragua (peor que en un conflicto bélico), se sumaron los ecuatorianos y el populismo argentino en materia de generación de desigualdad.
El 10% más rico de la población latinoamericana concentra alrededor del 37% de los ingresos totales, mientras que el 40% más pobre solo recibe el 13%. Esta brecha es mayor que en otras regiones.
La desigualdad no se limita a los ingresos, sino que también se manifiesta en un acceso desigual a la educación, la salud, el agua, la electricidad, los activos y las oportunidades.
Petro presenta un país muy autárquico, con una economía muy endogámica. Dará para un crecimiento algo superior a la media, aunque la presión fiscal y la baja productividad están impulsando la economía sumergida, en la que la droga juega una parte importante. Los niveles de desigualdad son superiores a la media del continente.
O sea, una pena que Trump no produzca sosiego, sino que radicalice los temores, como ocurre con medio mundo. No sé si son tiempos de guayabera de hombre ocioso o de política seria.



