Del gas ruso también se sale…pero no enseguida

No es fácil salir de las adicciones, pero con esfuerzo se sale. Eso sí, hay que ser pacientes y ser constantes. Hoy nos encontramos al borde de una tormenta perfecta: USA y Reino Unido anuncian que no compraran petróleo y gas ruso, los precios se hacen insoportables.

Rusia amenaza con cortar el gas fósil del que depende gran parte de Europa, en Rusia hay “corralito”, incluso amenaza con suspensión de pagos, lo que hace subir el dólar y todo lo que compramos se encarece.

Estamos atrapados entre la tenaza del gas y el cinismo de algunos. Las prisas de americanos y británicos, que tienen petróleo propio, incluso negocian con el hasta ayer odiado Maduro, es una presión sobre la Unión Europea que parece necesitar un tiempo que no tiene para superar su dependencia del petróleo ruso.

“Cierren el gas” dice Borrell; dennos un año dice la Comisión; hagamos los gaseoductos a Argelia que no quisimos hacer, dicen los franceses, mientras los precios se hacen tan insoportables que no tendrán más remedio, qué pecado, que intervenir precios.

Quién nos iba a decir que a la globalización le quedaba, al paso que vamos, tan poco tiempo; porque nadie querrá ser tan dependiente de la energía, de los productos básicos, de los chips y de todo lo que se les ocurra.

Por cierto, los precios de la energía y los combustibles ya eran insoportables para una mayoría social antes de Putin. ¿Estado de bienestar? ¿Colchones de protección? Despierten, señores y señoras, no va por ahí.

Las instalaciones de almacenamiento gasístico del continente son una línea de defensa crucial. Así que podría alegrarnos saber que Alemania posee un enorme depósito de almacenamiento de gas en la ciudad de Rehden, en Baja Sajonia. La mayor reserva estratégica de Europa occidental que puede contener suficiente gas fósil para abastecer a 2 millones de hogares durante un año.

Estaremos menos encantados al descubrir que su propietario, Astora, es una subsidiaria de la empresa estatal rusa Gazprom. En total, posee alrededor de una cuarta parte de las reservas de gas de Alemania. Todos ellos están casi vacíos: los rusos llevaban tiempo preparando su tenaza.

La idiotez anida dentro de la idiotez, como en una matrioska. Alemania, la de los listos, ha permitido que las empresas privadas controlen su reserva estratégica y no ha impuesto requisitos legales sobre la cantidad de gas que debe contener la reserva. Tampoco ha impedido que sean propietarias de empresas controladas por estados extranjeros. ¿A qué actor del mercado pertenecen las reservas del resto de Europa?

Con el gasoducto Nord Stream 1, Alemania se hizo adicta al gas ruso, Este oleoducto es el que Rusia ahora amenaza con cerrar, en represalia por las sanciones. Para reforzar su dependencia, en 2005, Alemania encargó un segundo gasoducto, por un canciller que poco después pasó a formar parte de varios Consejos de Administración de sociedades de Gazprom. Antes de que lancen gritos sobre las puertas giratorias, conviene que sepan que el caballero en cuestión era socialdemócrata.

¿Por qué Alemania necesita tanto el gas ruso? En parte, porque en 2011, tras el desastre de Fukushima, el gobierno federal decidió cerrar todas sus plantas nucleares, debido al riesgo de tsunamis en Baviera.

El cierre nuclear es para Alemania lo que el Brexit es para el Reino Unido: un acto innecesario, impulsado por la desinformación.

En 2019, Merkel ya advirtió: “Tenemos un problema muy difícil… el gas natural desempeñará un papel más importante durante algunas décadas… está perfectamente claro que continuaremos obteniendo gas natural de Rusia”. Alemania, ahora, depende de Rusia para el 49% de su gas.

Técnica y políticamente parece tarde para revertir esta decisión, que reemplazó una fuente de electricidad baja en carbono por una fuente alta en carbono. Como resultado de estas tontadicas acumuladas, Rusia no tiene que hacer la guerra a Alemania para infligir un daño mortal. Solo necesita cortar el gas.

Una dependencia similar afecta a gran parte de Europa. El gas y el petróleo y los bancos que los financian se encuentran entre las empresas rusas que no han sido sancionadas, aprovechando nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Putin, como un “camello” avispado, explota nuestra adicción.

Dicen los expertos que tenemos hasta octubre, cuando la mayor demanda de calefacción se activa nuevamente, para desarrollar la transición energética integral que debería haber ocurrido hace años.

¿Se puede hacer tan rápido? Sí. Cuando los gobiernos quieren actuar, pueden hacerlo con gran fuerza y efecto. Pero estamos saliendo del gran parón que produjo la pandemia y lo que hubiera sido una ingente y rápida política de gasto es más que complejo, imposible

Del gas ruso también se sale…, pero no enseguida; es imposible de un día para otro -el año de la Comisión parece que es una quimera- y, además, habría que elegir a que renunciamos.

 

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