El Nobel de economía: el premio que hasta los economistas detestan

Un premio ajeno a la cultura de los Premio Nobel, concedido por un Banco Central, fundamentalmente masculino y cuyos integrantes se llevan entre ellos condenadamente mal. Algo deprimente, pero así son los Nobel de Economía. El último le tocó al mercado (expertos en subastas), así que este año le tocaba al trabajo (David Card) y a los expertos en investigación social (Joshua Angrist y Guido Imbens).

A diferencia de otras disciplinas, un Nobel de Economía no ha hecho nada por usted. Es más que probable que las teorías premiadas hayan sido superadas por nuevos enfoques o que cualquiera de las recurrentes crisis haya hecho trizas las opiniones premiadas.

Dice el Comité que ha concedido el premio que los premiados, “han revolucionado la investigación empírica en economía”. En particular, han clarificado cómo entender adecuadamente la relación “causa-efecto” en los estudios con datos. Cosa que probablemente ustedes creían que siempre hacían los economistas, usar datos, pero al parecer no.

Ustedes pueden encontrar en Amazon un libro titulado “El Factor Nobel”, firmado por un profesor de Oxford (Avner Offer) y un investigador de Uppsala (Gabriel Söderberg).

El libro revela las batallas políticas e ideológicas y las presiones personales y financieras que llevaron al Banco de Suecia a crear el llamado ‘Premio Nobel’ de la economía en 1968.

Tan deprimente como intrigante, el libro revela bien por qué hasta los economistas detestan este premio Nobel. Notarán en este texto el profuso uso del término “los economistas”. No es casualidad: de 88 premiados solo una es mujer, Elinor Ostrom.

Este no es un “verdadero” premio Nobel. Nació unos 50 años después de que se crearan los premios de Física, Medicina, Química, Literatura y la Paz. Tiene su origen en la voluntad del Banco Central de Suecia.

Los socialdemócratas suecos nombraron un gobernador del Banco Central Sueco (el más antiguo de los que existen) que no siguió la tradición del país de seguir la línea política del gobierno. El elegido se propuso contrarrestar lo que consideraba una propagación virulenta de la democracia social en los países nórdicos.

Para entendernos, el premio es el resultado de años de financiación de estudios por el banquero central para propagar las ideas que contradijeran a los socialdemócratas y garantizaran su independencia y visión política. Un propósito que siempre ha escandalizado a los propios suecos.

El Banco financia el premio, nacido como conmemoración del 300 aniversario del Banco Central Sueco. El Banco buscó el patrocinio de un instituto de investigación ligado a la dinastía Wallenberg, banqueros y diplomáticos que han recorrido la historia económica sueca y que fueron muy motivados con sugerencias acerca de denunciar su estatus de exoneración fiscal o iniciar algunas investigaciones sobre sus bancos.

La familia Nobel se garantizó que el Premio se denominara “en Memoria de Alfred Nobel” para distinguirlo de los creados por el abuelo. El heredero actual se ha sumado a los que piden, desde 2004, la supresión del premio. Desde 2015 se debate en la Academia Sueca de las Ciencias, actual concesionaria del Premio, su eliminación.

El premio no oculta su orientación ideológica. Cuatro de los seis miembros originales son miembros o familiares de la Sociedad Mont Pelerin, fundada por Friedrich Hayek (de los Hayek liberales de toda la vida) o economistas que trabajan para el sector empresarial. Ni Gunnar Myrdal, un respetado economista que ganaría el premio, ni Rudolf Meidner, el economista jefe de los sindicatos, tuvieron papeles relevantes.

Probablemente, son los propios economistas premiados los que menos han hecho porque el premio sea especialmente respetado. El buen rollo corporativo no impera precisamente en la profesión.

Las broncas entre Hayek (liberal austriaco) y Myrdal (progresista sueco), premiados el mismo año, son estruendosas. Samuelson (keynesiano) vetó a Perroux (crítico con las políticas de apoyo al entonces denominado tercer mundo y colaborador con los nazis). Myrdal encontró un insulto que el premio se otorgara a Friedman. Solow y Krugman desprecian el trabajo de Lucas. Una decena de premiados han afirmado que los principios de los demás son inaceptables.

Uno de los premiados este año (Imbens, que es de Harvard) decía en uno de sus artículos: “las afirmaciones de Deaton (un colega de Princeton) son falsas. Deaton está equivocado formalmente y en la sustancia”. Cosa que dicha a un colega en esta profesión es más que un insulto. Buen rollito.

En ninguna otra ‘ciencia’ nos encontramos con un nivel de disensión tan alto ni con fracasos tan notables. Uno podría creer que si un Banco Central concede premios quizá cabría sospechar de su equilibrio. Pero en realidad son los propios economistas más afamados los que detestan el llamado Premio Nobel de Economía.

Este año se ha concedido a una metodología sobre el salario mínimo (David Card), por cierto no es que esté a favor, lo que se ha premiado es la metodología, por cierto ya superada por otras investigaciones. Los otros dos tienen que ver con la moderna orientación a los llamados experimentos sociales. No se preocupen, ninguno de los premiados ha logrado unanimidad, faltaría más.

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