Dicen la Real Academia y Fundeu que “gripalizar” es una palabra bien formada, que si le ponemos comillas es porque es nueva. O sea, siendo la sangre del Rey tan real como la de su piojo, “gripalizado” será palabra igualmente buena.
Como no es lo mismo, Premio Nobel lo dijo, estar “jodido que estar “jodiendo”, resultará que estar “gripalizando”, también conjugable, es como un tránsito, un trance, hacia un estado menor de contagio.
Sánchez “gripaliza” lo que haga falta, lo cambia de nivel o de pantalla, para que dejemos de quejarnos de una vez. Él puede decidir que el mundo está en pandemia, pero nosotros no, que estamos fetén de la muerte.
De la muerte de un avión diario que se estrella en nuestros hospitales. Más de doscientos fallecimientos al día de momento, que viene a ser, si no estuviéramos vacunados, como en los primeros momentos de la pandemia.
Unas cifras que no parecen preocuparnos porque como una estadística nunca es un escándalo, lo de habituarse a la muerte es notablemente fácil.
“Gripalizar” no es que el COVID se convierta en gripe, sino que el Gobierno pasa a ser centinela del virus, como hacían los centros de salud de antaño. Que nuestro Gobierno haga de centinela no deja de ser una preocupación.
Me imagino a Sánchez como a Drago, centinela en “la fortaleza de los Tártaros”, donde nunca vio a un tártaro, pero fue toda su vida centinela. Sitio, eso sí, que no es como nuestro país, donde vivimos mejor que nunca.
Mire usted por dónde, las instituciones sanitarias, la Organización Mundial de la Salud y la Agencia Europea del Medicamento, han dicho que no: que no estamos de parranda, que estamos de pandemia, y que ya “gripalizará” otro día si acaso, cuando no se mantengan los niveles de record de pandemia que venimos padeciendo.
O sea, que no le dejan “gripalizar”, vaya malditos derechosos. Un pequeño revés sin importancia: una tontería más no hace daño. A Él le parecía ya vulgar lo de la cogobernanza, pero tendrá que seguir soportando a esa pandilla de “tocanarices” que le ha caído en suerte.
La duda que nos cabe es si en este tránsito a la creatividad lingüística, el presidente en lugar de “gripalizados” ha querido decir que estamos gripados. Palabra que sí existe en el diccionario y que viene a significar que nuestros engranajes están fastidiados.
Sobre este asunto las instituciones internacionales no se han pronunciado.
Puede referirse lo del gripado a la coalición de gobierno que anda a la gresca por la calidad de unos torreznos, sospechosos según la izquierda de verdad verdadera porque la cosa, al parecer, no va de ternera sino de cerdos y pollos, porque es mucho mejor, dónde va a parar, el pollo clorado norteamericano que el maltratado español.
Gripada anda la coalición con la cosa de quién firma la reforma laboral: si la pandilla coaligada o se deja entrar a extraños, tipo centristas liberales, que nunca se sabe si nos van a “gripalizar” o gripar la notable agenda progresista que nos ocupa.
Igual nuestra economía está “gripalizada” o gripada, porque no hay manera de que las cifras de Calviño y Montero, de los Montero de industria, cuadren y casi todas las instituciones vienen a dudar de las cifras previstas. Incluso aquí que no somos institución dudamos de ellas.
Cierto que nuestra economía, según los más de trescientos folios firmados, necesita de centinela europeo para ir recibiendo la pasta que nos saque del agujero.
Sea como fuere, hay que entender las ganas del presidente de rebajar la pandemia a enfermedad común que le permita hablar de economía y no de salud, en plan Ayuso, esa malvada, a la que ahora le queremos copiar la estrategia.
Pero el mundo está como está. Los chinos sin blindarse al virus y amenazando la cadena de suministro; los precios de luz y gas sin rebaja posible, las recuperaciones de empleos y exportaciones paradas.
Como decía Pessoa, más que gripe, esto es una “gran constipaçao”. Muchas sombras para “gripalizar” nada, qué quieren que les diga. Pero qué sería una semana sin una tontadica.