La aldea, los hutíes y la “permacrisis”

Una de las consecuencias de las sucesivas crisis, la financiera, de la globalización, la pandemia, las guerras, el coste de la vida y sus correspondientes populismos, es la evidente tentación de volver al sueño de la tribu, abandonar los viajes tan costosos como incómodos y antiambientales y vivir en aldeas que recorreremos en 15 minutos y con cuantos menos extraños mejor.

Por qué preocuparse de las cosas más allá de nuestra aldea, donde reina la concordia y el paraíso del progreso. Somos un país demasiado rico, demasiado fuerte, demasiado lleno de promesas para esperar que esas cosas que pasan por ahí nos pasen a nosotros y nosotras.

Más aún, si gozamos del amor declarado de los hutíes, el respeto de Hamas y con los saudíes dispuestos a pagar comisiones a cualquier español o española que se ponga a tiro para blanquear la correspondiente teocracia. La tradicional amistad hispano árabe de hace casi ochenta año; los de Junts y Vox no, que no les gusta la gente de fuera de la aldea.

Qué nos importa que aldeas más grandes como Alemania se acerquen a la “permacrisis”. Apunten la palabra que en diciembre les preguntarán si es la palabra del año. Como habrán adivinado, el palabro significa crisis permanente: Alemania va camino de una recesión de dos años, tras contraerse la economía en 2023 y apuntar a oscuro hacia el 2024.

Todas las crisis del año sumadas han contribuido a la caída de un 0,3% en el último trimestre y un 0.1% anual, dicen los sabios alemanes de la Oficina Nacional de Estadística.

Los mayores costes de la energía, una demanda industrial más débil, una exportación en caída, los tipos de interés y la crisis del coste de la vida explican los datos.

El PIB alemán fue un 0,7% más en 2023 que en 2019, el año antes de que comenzara la pandemia. Sin embargo, los analistas afirman que la mayor economía de Europa está en camino a otro año de crecimiento estancado en el mejor de los casos, en 2024, con un mayor riesgo de un segundo año consecutivo de producción negativa.

La base industrial es la dominante en Alemania y cayó un 2% en el transcurso del año, ya que los mayores costes de la energía y la disminución de la demanda interna y externa pesaron sobre la producción fabril. Las exportaciones se reducen a causa de las crisis en las manufacturas de los principales compradores.

En 2023, por ejemplo, las importaciones de España cayeron un 14,94% respecto al año anterior. Teniendo en cuenta que Alemania es nuestro principal proveedor, puede dar una idea de cómo las crisis manufactureras en los países del entorno alemán afectan a la economía europea más potente.

También, nos alerta sobre sectores como la industria y, ocasionalmente, el peso del comercio exterior y las inversiones en las economías europeas. En España han caído las tres, como en Alemania, pero nuestra aldea es mucho mejor como se sabe.

Como reflejo del impacto del aumento de las facturas de energía y los costos de endeudamiento sobre los consumidores, en Alemania el consumo de los hogares cayó un 0,8% respecto al año anterior, mientras que el gasto público cayó un 1,7%.

Ésta es una diferencia con España donde la recuperación del consumo, con un crecimiento estimado superior al 6% en 2023, en términos reales, y también del gasto público ha compensado esas caídas.

En todo caso, nos asomamos en España, también, a una moderación de la demanda interna en los próximos meses, al menos por el lado del consumo: una mejora adicional de la capacidad de compra parece difícil, al tiempo que la creación de empleo también se ralentiza. Tampoco el objetivo presupuestario del Gobierno es compatible con incrementos del consumo público superiores al 2%.

La cara B de nuestro cacareado crecimiento es la inversión, como se ha dicho, que no avanza pese al maná de los fondos europeos, de lo que se deduce que quizá esta palanca no funciona.

Ésta es una tendencia que, de no corregirse, acabará por limitar el crecimiento (junto con la caída de la productividad horaria y el envejecimiento de la población).

Y en esas estábamos, especulando que sí; que creceremos más que Alemania, gracias al turismo, si nada se tuerce, pero menos que este año, con efectos sobre el empleo hasta que llegaron unos señores que no esperábamos, tras haber sido saludados por  Hamas y denunciado a los bestias de Israel, Putin y compañía.

Éramos pocos y llegaron los hutíes. Para Alemania, para España y para el resto del mundo el problema será la inflación con origen en problemas geoestratégicos.

El riesgo de desbordamiento del conflicto entre Israel y Palestina arroja un jarro de agua fría sobre lo que parecía un optimismo de los bancos centrales.

La intensificación de los ataques hutíes a los buques mercantes que circulan por el mar Rojo, la reacción militar de una coalición de países liderada por EE. UU. no se ha hecho esperar y amenaza con provocar represalias de Irán y otros aliados de las milicias chiitas.

El resultado es una parálisis de la navegación en una zona estratégica para la economía mundial por la cual transita entre el 12% del comercio mundial de mercancías y un 30% del tráfico de contenedores.

Para salvar esta región, el transporte entre Asia y Europa sufre entre dos y tres semanas de retraso a través del cabo de Buena Esperanza, lo que redunda en un fuerte encarecimiento de los costes.

Según el índice de precios “Freightos”, los fletes para esa ruta se han disparado en un 242% en los dos últimos meses. Las tarifas de los contenedores en la ruta principal Shanghai-Rotterdam han aumentado de mil euros a principios de diciembre a 4.400 el 11 de enero, según el banco holandés ING.

No es casualidad que USA y Reino Unido sean los más beligerantes con los hutíes: son adictos a las importaciones asiáticas.

Las empresas europeas, advierten de nuevo sobre falta de abastecimiento y aumento de precios, incluidas las fábricas de automóviles (principal exportación española, por cierto). Sumándose al colapso logístico, las sequías han reducido los cruces del Canal de Panamá entre el Atlántico y el Pacífico.

Sin embargo, hasta ahora los analistas han sido un poco más optimistas de lo que los titulares de los medios de comunicación, presa del pánico, sugieren. Por ello, seamos cautos, aunque debiéramos preocuparnos, entre ataque de concordia y negociaciones espasmódicas, de lo que pasa por el mundo.

Si bien las tarifas de los contenedores podrían haberse triplicado, siguen siendo mucho más bajas que hace dos años. Los precios del petróleo han aumentado en los últimos días a más de 80 dólares barril, pero por debajo de un máximo de casi 140 dólares en 2022 después de la invasión rusa de Ucrania.

No es fácil hacer predicciones, pero que el comercio español sea fundamentalmente europeo no debería llevarnos a encerrarnos en la aldea y nuestras cositas e ignorar los problemas estratégicos.

La huida de España de la coalición internacional, tras haber dado un sí a Biden, y el reciente y apasionado amor de los hutíes por nuestro país no es, necesariamente, tranquilizador.

 

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