La España despoblada (I): el grupo de presión y el chorro de dinero que viene

Al parecer, un fantasma recorre la política española: la llamada “España vaciada” y su plataforma electoral. Como corresponde, afectados y afectadas, han decidido convertirse en grupo de presión. Cuestión que siendo la población de dónde es, afectará al PP y al PSOE, probablemente en mayor medida al primero.

Así que ya saben, tanto los estudiosos de la relación entre política y gasto público como los asesores políticos disfrutarán: la izquierda diseminará millones por el agro y la derecha dirá que es insuficiente. La cuestión es que, por una u otra razón, viene un chorro de dinero.

Ya les he dicho aquí que lo que ahora llamamos España vacía o vaciada es poco claro, bastante impreciso y, probablemente, desorientador de las políticas públicas.

Con origen en el título de un libro de Sergio del Molino que, en realidad era un libro de viajes, lo de España vacía era poco claro. Pasó a ser peor, conceptualmente, cuando, a través de una pancarta algo populista, se convirtió en vaciada.

La diferencia entre vacía y vaciada es que la segunda respondería, según los que la utilizan, a una deliberada voluntad franquista, europea o de la política neoliberal de acabar con el agro. Aquí está la gran confusión: los problemas del mundo rural no son los problemas de la agricultura y la ganadería. De hecho, persistir en la identificación es un error de política económica.

Sin embargo, la despoblación severa fue la de los años sesenta y setenta. La España rural tomada en su conjunto tiene hoy más población que hace veinticinco años. Claro que contar estas cifras no es dramático y no vende noticias ni alimenta pancartas.

Por otro lado, tampoco toda España es igual: las zonas rurales del corredor mediterráneo funcionan relativamente bien; en las zonas de montaña hay una caída dramática; toda la frontera con Portugal y el Sistema Ibérico desaparece en realidad y, a la vez, hay un crecimiento importante en el Pirineo aragonés.

Tampoco las tendencias españolas son muy diferentes a las españolas: la densidad se ha reducido a la mitad. Lo que pasa es que en Alemania o Francia pasan de densidades del 40 al 20 por ciento y en España de quince se pasa a ocho. También la evolución en la Unión Europea es desequilibrada: en el sur de Francia se crece y en el norte se despuebla (otra vez la crisis de las producciones agrarias tradicionales).

La cosa es que España siempre ha sido despoblada y envejecida. Dicho de otro modo: si las políticas públicas se desorientan, se crearán infraestructuras y se regará de dinero zonas con el único objetivo de que los jóvenes mejor formados y con mayor información, abandonen antes la España despoblada.

Si dudan de mi afirmación, estudien las ingentes políticas de Bono o Ibarra y la Unión Europea en Castilla-La Mancha y Extremadura: no detuvieron el éxodo.

Hay otros factores que deben considerarse. El primero, que es el deterioro económico de las ciudades intermedias -cabeceras de comarcas económicas históricas- las que influyen más directamente en la despoblación de los municipios más pequeños.

Otro, que las modernas políticas públicas, ahorradoras en carbonización, amenazan lo que pretende corregirse mediante el mecanismo de la transferencia pública. Quiero decir que el exceso de Alta Velocidad ha convertido en túnel donde la anterior movilidad producía un pasillo de actividad.

Lo mismo que tiende a ocurrir con la transición energética: es en la España despoblada y envejecida, con más baja renta, donde se consume más combustible, en la conocida y nueva lógica de perjudicar a quienes deseamos apoyar.

El fenómeno de la urbanización es mundial. Si el medio rural fuera tan fantástico y la urbanización tan ineficiente e insostenible, la productividad y las rentas serían más altos en el medio rural y la gente volvería al campo. Cosas de las que les hablaré en la segunda entrega, junto a las ineficiencias económicas de nuestra agricultura.

Además, si ustedes consideran la financiación de la España despoblada -las ocho Comunidades que se han reunido en Galicia- resulta que la financiación por habitante que ofrece el sistema de financiación autonómica (liquidación última, 2019) es superior a la media estatal, con la excepción de Castilla-La Mancha, y, en todos los casos, superior a la Comunidad de Madrid.

Cosa que tiene que ver con el sistema de nivelación y el criterio de población “ajustada” que se utiliza para repartir fondos y que no coincide con la población real.

No cabe duda de que el medio rural tiene serios problemas. Pero el diagnóstico no es, simplemente, construyamos infraestructuras o servicios a lo bestia. Tenemos un problema de natalidad, de envejecimiento, de separar los problemas de la ganadería y la agricultura de los problemas rurales.

“Esse est percipi” (ser es ser percibido). Quién le iba a decir al filósofo que no era la mente sino la visibilidad lo importante. Viene esto a cuento de que muchos y muchas de ustedes se han enterado de que existe Teruel, como se enteraron de que había finlandeses verdaderos cuando han llegado a las instituciones a pedir un trozo de nuestros impuestos.

Insisto, en realidad convendría no engañarse para no errar en las políticas públicas, el problema de España no es que esté vacía: es que está vieja y despoblada.

La España despoblada forma parte de nuestra cultura y de nuestra historia. Son, según el Banco de España, unos tres mil municipios los que pueden desaparecer -por cierto, siempre dijimos que había muchos municipios en España-, con un 2,5% de población total.

Conservar nuestra cultura y nuestra tradición, mejorar la eficiencia, no siempre se arregla con un grupo de presión y el chorro de dinero que viene.

 

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