Todos los seres humanos son iguales en dignidad y derechos sin distinción de color de piel, raza, sexo, religión, etnia o cualquier otra circunstancia personal o social. No entiendo ninguna ley, cultura o religión que considere a la mujer inferior en derechos al hombre. Tampoco el supremacista “yo si te creo”, la mujer como ser de luz enfrentada al hombre, esa alimaña asesina de parejas e hijos, según versión oficial que difunden medios propagandistas del poder. Desde 2007 hay más menores asesinados por las madres que por los padres, aunque solo se difundan estadísticas de crímenes cometidos por los hombres. Goebbels, presente.
Hace días fue noticia en medios de comunicación que una niña de doce años había sido casada a la fuerza por sus padres, entregada como esclava a un varón con conocimiento del patriarca gitano de la zona. Decían las noticias que la niña había estado semanas encerrada, maltratada y torturada, quemada con un soplete a diario por su dueño. Poco más se ha sabido tras la primera información. El sucio silencio de lo políticamente correcto, del pensamiento único talibán.
Con la ley en la mano, ésa que debe ser igual para todos, existe responsabilidad penal para los implicados en la pederastia, violación, esclavitud, tortura o como lo quieran calificar contra esta niña, tanto del “macho” al que entregaron a la menor como de sus padres y del patriarca si tuvo participación en el hecho. ¿Qué ha pasado con ellos? ¿El fiscal cumple con la ley o hay excepciones gitanas? ¿Ha dicho algo el gobierno falsamente feminista?
Días antes de la noticia de la niña se cometió un crimen en Íllora, Granada, reaccionando el pueblo con violencia, como semanas antes en Peal de Becerro, Jaén, tras otro crimen. En ambos casos los vecinos actuaron contra las familias gitanas de los autores de los crímenes, que pasaron a segundo plano como si fueran hechos menos relevantes.
En España, como en otras muchas sociedades, se prefiere a un payo blanco antes que a quien es negro, rumano o gitano. Esa preferencia solo desaparecerá con leyes y educación para la convivencia a payos y gitanos, que no deben tener ni trato ni ley distinta. En España no se acosa a nadie por ser gitano, musulmán, negro o rumano y quien lo diga, miente; la reacción del pueblo nunca es por lo que son sino por lo que hacen.
Alguna asociación gitana reaccionó al crimen e incidentes posteriores de Íllora anunciando denuncia contra los vecinos y el alcalde (PSOE), pero no han dicho nada de personarse contra los adultos gitanos tratantes de esclava de esta niña gitana. Nunca actúan contra los “malos” de su etnia, aunque cometan crímenes.
Ocurre con las asociaciones de musulmanes cuando un islamista comete un atentado, y con las falsas feministas, desaparecidas siempre en estos casos. Denuncian cuando el criminal es un payo español, no si es extranjero o de etnia gitana. Vecinos de Íllora dijeron llevar años soportando agresiones y desprecios a la convivencia y el crimen desbordó su paciencia.
La doctrina políticamente correcta es ese programa de la SER donde dos periodistas entrevistaron a una actriz gitana, quien dijo que sin permiso de su padre o su hermano no habría hecho la película porque su cultura exige a la mujer obediencia y permiso del hombre para todo, actitud que fue aplaudida por los ¿periodistas? Si fuera musulmana también aplaudirían. La criminalización del hombre machista es para españoles payos, no para gitanos, musulmanes o extranjeros. ¿Qué grado de sectarismo, fanatismo, de indigencia moral y adoctrinamiento está dispuesta a soportar esta sociedad?