Es vox pópuli que el populismo está construido sobre un altar de mentiras, falsedades y traiciones. Se sabe también que todos los populismos –de derechas o de izquierdas- se alimentan de la farsa y practican a pleno rendimiento la ley del embudo. Pero algunos populistas dan un paso al frente y se convierten en puro estalinismo, con deseos, inclusive, de practicar el tiro en la nuca.
Eso es lo que le ha ocurrido a la anestesista del montón (del montón de anestesistas) y ahora política echada al monte Mónica García, portavoz de Más Madrid, el grupito de amiguetes que se nutrió de la traición de Íñigo Errejón a Pablo Iglesias y Podemos.
La anestesista García, reconvertida ahora en diosa jupiterina, usa y abusa tanto de la ley del embudo que sus propios ‘errores’ han producido un efecto boomerang, de resultas del cual se ha convertido en una figura tan histriónica como patética.
Primer ‘error’ de la alter ego de Errejón y anestesista venida a Más: cobrar “dos mil euros de dinero público de esta Cámara [autonómica] y estuvo bien callada hasta que la pillaron”, como le ha recriminado a bocajarro la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Curioso ‘error’.
[En realidad, no fueron dos mil euros, sino 13.000: la diputada de Más Madrid en la Asamblea tuvo que devolver esa cantidad a la Cámara regional por haber cobrado de forma indebida, que atribuye a un error, su sueldo como parlamentaria con dedicación exclusiva al mismo tiempo que estaba de baja laboral en el Hospital 12 de Octubre, donde prestaba servicios].
Segundo ‘error’ de la aún dirigente de Más Madrid: su gesto chulesco y matón “simulando una pistola” con la mano dirigida a la cabeza de los diputados del PP en la Asamblea madrileña. Sólo Stalin lo hubiera superado.
Tercer ‘error’ de la señora García: la hipocresía de exigir la dimisión del vicepresidente del gobierno regional Enrique Ossorio por cobrar el bono social energético por ser familia numerosa y contar, sin embargo, con grandes ingresos, cuando ella misma, con ingresos quizá superiores a los del propio Ossorio, ha disfrutado del mismo bono social para familias vulnerables.
La anestesista García ha tenido que tragarse estas tres acciones –aparte de otras cuantas- como si fueran culebras y ha pedido disculpas por el ‘error’ del bono social.
Pero, claro, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, a quien García le ha dado ahora oxígeno nuevo, ha cargado contra ella: la ha llamado “hipócrita” por “vivir a todo trapo” mientras carga contra los ricos: “No hay derecho a tener tanta demagogia y a creerse superior a los demás. No tengo nada en contra de la riqueza; lo que quiero es que todo el mundo viva como usted”, le ha dicho Ayuso, que ha exigido a García que “pida perdón al vicepresidente de la Comunidad de Madrid, a los sanitarios por engañarles, a las víctimas del 11M y a mí, que hizo el ridículo hace un año en la Fiscalías Anticorrupción”.
Si hubiera sido en tiempos de Clint Eatswood, García ya pendía de una soga tras el segundo error, cinematográfica y políticamente hablando. Es decir, no repetiría en las elecciones del 28 de mayo. Eso si hubiera en España partidos con vergüenza política. Pero no los hay, aunque, si dimitieran García y Ossorio al unísono, este país ganaría mucho, al menos en decencia.