Nadie sabe cómo ha pasado: Eurovisión ha llegado

Sí; si ya sé que el mundo está en plan guerra fría y que aquí, en la Aldea, el gobierno anda liado y Morata tiene dificultades para jugar en el cuarto club de sus sueños.

Pero hoy es viernes y como ustedes llevan con el cronista más viernes que con Morata saben que el jefe de la Clicktertulia, Don Juan Ignacio Ocaña, nos tiene dicho que los viernes de cosas sesudas nada. Los CEO de la radio están de acuerdo y hoy, por ejemplo me ha parecido que han ofrecido, como prima de viernes, raciones de langosta.

En fin, que los viernes toca hablar de lo que es importante.

Españoles y Españolas, televidentes que, a través de los teléfonos y las redes, os comunicáis con Prado del Rey: sabedlo y decídselo a otros: Eurovisión ha llegado.

Sí; hubo un tiempo, antes del pangolín que se lió con el murciélago, cuando era en mayo el mes de las flores, las vírgenes y los rabos de toro. Cuestiones que solo al Chef Sando se le ocurriría relacionar, cuando el Eurofestival atacaba nuestro gusto musical.

Pero como estamos medio encerrados y alicaídos, la televisión pública ha decidido adelantar el evento. Desde enero tendremos festival. No solo hemos recuperado la cosa eurovisiva; también han salido del baúl el festival de Benidorm y, por si os parecía poco, las Azúcar Moreno. ¿Creíais que solo se vive una vez?

No; amigas y amigos, hasta las almas de Uribarri e Iñigo andaban por la “Green Room”, nunca sabremos por qué decorada de rosa siendo “green”. Vistas las canciones finalistas no tienen ustedes que preocuparse: ninguna de ellas pasará del número quince,

No sólo hemos recuperado festivales a los que se presentaba Julio Iglesias, sino que hemos sacado del armario toda la música de los ochenta que nos quedaba: un rapero canta como Sabina, una luminosa muchacha canta como un ángel una canción de zarzuela, otros recuperan a la siempre grande Rafaela Carrá, y así sucesivamente… desafinando lo justito.

Fíjense si todo será “vintage” que el reportero de las mañanas festivaleras usa ropa de hace tres o cuatro décadas y que hasta el ministro más breve de la historia hace de presentador.

Eso sí, todas y todos está muy empoderadas, incluidas las panderetas. Le digo yo a mi madre que salga a la calle “con la teta al aire como en un cuadro de Delacroix” y la que me cae es buena. Porque mi madre por lo de republicana pasaba, pero por lo de la teta no.

Pero ya les digo. No hay riesgo. Ninguna canción es suficientemente buena, suficientemente mala ni suficientemente rara como para tener posibilidad alguna.

Amigas y amigos, en medio de ukeleles alemanes, himnos holandeses anticoloniales y el folk-techno ucraniano, ingleses comedidos y francesas siempre sugerentes, en medio de vampiros, bailarines desnudos, mujeres barbadas y delirios de alcohol entre banderitas patrióticas, las “performances” españolas quedan como muy simplonas, qué quieren que les diga.

No obstante, el festival, una vez que sepamos cuál es nuestra canción, nos permitirá conocer países que ignorábamos eran europeos.

Señoras y Señores, con ustedes, el festival de Eurovisión: “Azerbaiyán, twelve points”. Porque, no se engañen, lo raro no es que en la afrancesada España de los sesenta y setenta, como ahora, el único inglés que se aprendía eran los “twelve points”. Lo raro es que Azerbaiyán sea Europa.

Eurovisión es ese festival que todo el mundo odia y todo el mundo quiere ganar. Es kitch, es demodé, no puede llamarse música POP y, además, desde que se democratizó, solo lo ganan los eslavos y nórdicos, con algún error ocasional como el de este año, por cierto.

Nunca supimos tanto de política internacional que esos sábados de mayo en los que Uribarri o Iñigo nos explicaban que, naturalmente, un rumano solo podía votar a un búlgaro. Y los ingleses no pueden ganar, porque los que de verdad hablan bien el inglés son los nórdicos, como todo el mundo sabe.

Las acrobacias desconcertantes, las sorpresas del show y las letras extrañas son una exigencia en el principal festival del pop europeo. O sea: que el festival este de Benidorm no ofrece aún nivel.

No; probablemente, no es música tal como la debiéramos entender, pero ahí estarán ustedes calibrando este sábado si lo que nos representa es un rapero, una chica gritona que apenas desafina, un ángel de voz transparente o unas panderetas.

Todo para que los rusos se venguen de los ucranianos y europeos para votar a alguien raro, siguiendo las trampas de “Russia Today”.

El evento más grande del pop europeo ha vuelto de nuevo: le hemos vencido al pangolín otra vez, qué se creía el bicho.

Así que este sábado, reúnan a la familia, llenen la casa de palomitas, quítense las máscaras y piensen si lo suyo es salir de casa a llorar a la correspondiente calle o con la teta al aire.

Es una buena noche, mis queridos y queridas enmascaradas, para que se me queden en casa cuidándose, que luego, qué les voy a contar, pasa lo que pasa.

 

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