Pedro me invita al cine…y sólo en tres días

Ha sido bajarse del Falcon, tomarse un finito en Sevilla y Pedro ya me ha invitado al cine. No sé si tomármelo como una primera cita o es que se lo dice a todas… a todas las personas mayores de sesenta y cinco años.

Creo va que va a ser eso, mi gozo en un pozo. De los productores de deuda, déficit público y subvenciones inacabables llega ahora te pago un cine: los mayores seremos subvencionados hasta que la entrada se quede en dos euros. Eso sí, en martes que, al parecer, es un día fetén.

Es probable que con este bono cinematográfico pase como con los otros: que se disolverán como “lágrimas en la lluvia” (más cinematográfica no puede ser la frase). La incapacidad de la administración para gestionar recursos para vulnerables empieza a ser de escándalo.

También cabe decir que las medidas generales no concretadas según renta acaban favoreciendo a los que más tienen. Subvencionar lo mismo a un mayor con pensión máxima que a uno con mínima, no es de muy política de vulnerables, pero como no sabemos dónde están los vulnerables, pues debemos tomar medidas poco eficaces.

En cualquier caso, no debiera sorprendernos: si los de la izquierda de verdad verdadera van a poner economatos, por qué los socialistas no nos van a poner el teleclub.

Puede haber una primera razón: que a Sánchez le preocupe que los mayores no van al cine. La asistencia a las salas de cine, aun habiendo subido este año, sigue notablemente por debajo de la pandemia y eso gracias a pocas películas (Avatar, la de Santiago Segura -Padre no hay más que uno-, El origen de Gru y los Minions).

Títulos que explican la deserción de los mayores y buena parte de los jóvenes, salvo adolescentes amantes de superhéroes. No; los mayores no van al cine: sólo el 11,8% de los asistentes a las salas son mayores de 65 años. Seguramente, pagan a sus nietos para que vayan a ver las pelis de superhéroes.

Por otro lado, como ya les expliqué aquí, resulta que los mayores no somos como en el último libro que leyó Pedro Sánchez.

Los mayores de 55 años con estudios superiores empiezan a igualar a los que tienen estudios de secundaria obligatoria o menos, de lo que se deduce que sabemos manejar la cosa del “streaming”, las plataformas y demás asuntos que constituyen un cómodo sustitutivo a la sala de cine, aunque no sea lo mismo, pero funciona.

Las razones por las que los mayores no van al cine no es que ya no estén Pajares, Esteso o Paco Martínez Soria. Tampoco somos apasionados de sus sustitutos (Santiago Segura u otros). La cosa es que para ver remakes y superhéroes es que no estamos.

Sospecho, sin embargo, que la razón de esta medida, tan ajena a una elección municipal, tiene que ver con las cosas de TezanosEl Certero”. Dice la última encuesta del CIS que, en materia municipal y autonómica, los menores de 55 años mantienen una tasa de voto parecida al PP y al PSOE, aunque ligeramente favorable a la izquierda.

Sin embargo, si al mismo personal le preguntan por el voto en elecciones generales (Congreso), resulta que la derecha gana en las personas menores de cincuenta y cinco años. O sea, que si los vulnerables no votan y los jóvenes se han hecho de mayoría conservadora, la izquierda debe mimar a los mayores.

Así que, además de darnos enjundiosa pensión –menor de la que pensábamos nos tocaría cuando empezamos a cotizar– nos debe mimar Sánchez con múltiples bagatelas.

Debo afirmar, y afirmo, que sospecho que las necesidades de las personas mayores no pasan por subvencionar el cine (por cierto, no sé por qué otras artes no, cuando los jóvenes tienen su bono para hacer rico a Piqué, por un poner), sino muchas otras carencias: desde la bolsa de la compra a la movilidad, la renovación de las viviendas y etcéteras que se me ocurren.

Los fines de semana proletarios, llenos de subvenciones generalizadas, alimentadoras de déficit público que pagarán nuestros nietos, en mayor medida de lo que ahora nosotros y nosotras les pagamos a ellos y ellas.

Pero nada. Mejor cine que circo y fútbol que pan. Además, si Pedro me invita al cine, que haré: ir a ver la “Sirenita”, eso sí, políticamente correcta: A ver si me van a poner una Sirenita blanca y me hago de Vox.

 

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