
Hernán ‘Albares’ Cortés, a la conquista del corazón de la ‘azteca lituano-búlgara’ Claudia Sheinbaum
La fiesta woke era necesaria para acabar “la semana espeluznante” que finalizaba con Sánchez, antes de Halloween. También, hemos tenido aportaciones al “ensayo sobre la estupidez natural” y al “tratado de la inútil resistencia”. Necesitábamos las “tontadicas woke” para dejar el panorama de antipolítica total. Y quien lo perpetró lo sabe: la antipolítica es VOX.
Sostiene Irene Montero que el regreso de los “alegres muchachos” y la kale borroka son un combate antifascista. Miente, ni lo fueron en el pasado ni lo son ahora: todo encapuchado es fascista. O sea, al parecer está legitimando el apaleamiento de un periodista: José Ismael Martínez (El Español) fue golpeado y pateado en el suelo cuando grababa los disturbios de la Universidad de Navarra. El ataque se produce una semana después de que Bildu convocase a “frenar a los fascistas”, ante el asentimiento de Sánchez.
No creo, francamente, que Vito Quiles ejerza el periodismo. Es, en realidad, un predicador, en la mejor tradición ultra, un savoranola producto de la peste. Un Kirk de provincia, con poco seso. Ocurre, empero, que la democracia consiste en sostener los derechos de los imbéciles: sean Quiles, Irene Montero o los señores y señoras de Bildu (el apaleamiento no es un derecho).
Lo que no es tolerable son las violencias y los señalamientos: Bildu necesita la kale borroka, tomar la calle, porque no era suficiente el homenaje a etarras: en esas fiestas se odia poco. Para amedrentar al votante del PNV y al resto de la sociedad necesitan más. Esto ya lo hemos vivido. Qué es la sangre de un periodista, como tal un fascista, en comparación con tal patrio cometido de los abertzales.
Claro que hay que explicarse el asunto bien: si alguien señala a un periodista, siempre habrá cuatro imbéciles dispuestos a apalear a uno. Pueden el Sr. Puente, cuya belleza ponderamos siempre para evitar el enfado del funcionario que nos vigila, según él mismo anunció, y también la señora Robles y los cabezas de huevo de la Moncloa, apuntarse el tanto: del señalamiento de Alandete (corresponsal de ABC) se llega a imbéciles apaleando a José Ismael: hay el mismo hilo moral.
Esta complicidad con el recurso a la cosa “antifa” siempre ha sido muy querida por el socialismo realmente existente que lleva años alimentando la presencia reaccionaria, con objeto de privarle de votos al PP. El personal de Sánchez cree que tolerar la antipolítica favorece sus intereses, en la medida que fortalece a la extrema derecha y debilita al centro derecha.
No sé si la gente de izquierda comparte tan notable estrategia, este cronista no, pero el ejercicio del poder, sin política posible, no hay mayorías para ello, conduce a esto: forzar el ruido, la amenaza y la sandez progresista, que poco o nada tiene que ver con la izquierda. Supongo que el retorno de los encapuchados al País Vasco y Navarra estimula mucho a los aprendices de brujo.
No podía el Gobierno dejar pasar la oportunidad de contribuir a la misa woke. Así que se le dejó Albares que fuera él mismo y ejerciera su “estupidez natural”. El ministro hincó su rodilla y pidió perdón por lo ocurrido en 1521: Cortés conquistó, acompañado por tropas indígenas que odiaban a los aztecas, el país.
Le faltaba a España un “wokismo” indígena, preámbulo de que las estatuas de los conquistadores serán derruidas, los archivos de indias quemados y la mitad de nuestra historia cancelada. El socialismo realmente existente ha descubierto que hace quinientos años los españoles llevaban espadas. No es lo malo la tardanza, lo son las consecuencias.
Los motivos de Albares corresponden a puro oportunismo político. Al ministro se le da una higa lo que pasara en 1521 o la situación política en Hispanoamérica, asolada por amenazas rotundas a la democracia, aprovechando el descrédito absoluto de las políticas de Puebla, otra oportunidad perdida, que tanto ama nuestro Gobierno.
Y una vez más nos pone al personal de izquierda al borde de la humillación: el juicio de la historia con valores actuales no ayuda ni a su conocimiento, a su comprensión ni al conocimiento de nuestras raíces políticas, incluidas las de la izquierda.
En este festival de absurdos despropósitos es evidente que necesitamos un nuevo elemento legitimador. Como solo existe lo que se nombra, la creada realidad alternativa requiere de la neolengua. El Congreso de los Diputados, a propuesta del socialismo realmente existente, ha decidido sustituir a la Real Academia en la regulación del uso de la palabra.
Puedo entenderlo. Si Luis no parece haber dado pasos, más allá de cuatro gritos, en el deterioro de la RAE, tendrá que acudir la caballería a destruir tan notable castillo.
Todos en nuestro entorno hemos sufrido el obstinado embate del cáncer. Pero, estimados compañeros y compañeras, que la palabra forme parte de una metáfora no es lo que nos preocupa: son los recursos a la investigación, las terapias y los cuidados lo que interesa a la ciudadanía.
Pero no. Los socialistas quieren cambiarnos las palabras y las metáforas, porque quieren cambiar nuestro concepto de una historia que no pertenece a congresistas sin tarea sino a los pueblos.
Ya escribí aquí que los autócratas lo tienen fácil: cancelan al disidente, financian a los amigos, condenan la libertad de expresión. Logran influencia con la amenaza de la publicidad, investigan medios, organizan la “damnatio memoriae” (el olvido por decreto) y el borrado de la mayoría social, dividiéndonos en miles de identidades.
Los de izquierda nos vamos alejando de estas “cositas” woke porque si permitimos que nos roben la palabra, nos quedamos sin historia y sin verdad. Por eso intentan que la perdamos.
La reacción a estos excesos no es otra cosa que la antipolítica. La inteligencia persigue a los woke, pero ellos y ellas son más rápidos. Apalear periodistas, cancelar a Cortés, la neolengua son un exceso que nos priva de la libertad de expresarnos y de entendernos como pueblo y como sociedad. Comprenderán que quienes usamos la palabra como único recurso entendamos que quienes apalean a José Ismael aspiran a apalearnos a los demás un día. No sé si se puede decir que un cáncer corroe la democracia, pero yo al menos diré no a la sandez woke; no, en nombre de la izquierda.


