Qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros

Los bárbaros se marcharon. Los acuerdos se tomaron. Ya no madruga nuestro líder; los pergaminos fueron firmados, las brillantes ropas han sido guardadas y los discursos han concluido. Los que tenían que presumir han presumido, los que debían enfadarse se han enfadado. Se acabó la solución: las “bestias” se han marchado.

Esta gente, al fin y al cabo, era una solución para evadir el problema. La gente sale de casa, se va de vacaciones, a disfrutar de las últimas rentas, antes del apocalipsis.

El CIS ha publicado el índice de confianza del consumidor que se sitúa en el 65.8, lo que viene a resultar 10,1 puntos menos que el mes de mayo y 31,7 puntos menos que hace un año. Si mala es la confianza sobre la situación actual, la confianza en las expectativas es 13,7 puntos menos que el mes pasado y 72 puntos menos que hace un año.

Dicho sea por Tezanos, porque este índice no lo hace el INE. No sé si Calviño cesará a Tezanos, por llevarle la contraria.

Estamos como estábamos, antes de que vinieran los soldados. Vamos a ver qué pasa con el comercio exterior, la demanda y las cadenas de suministro. Cosas que nos llevarán de calle en cuanto pasen esas vacaciones que, como esperando el fin del mundo, celebran los españoles y españolas.

El paro parece dar un respiro, pero sólo lo parece. Es la primera vez en muchos años que, en estas fechas, no desciende el paro juvenil. O sea, que los sectores que arrastran la economía española no son para jóvenes.

El crecimiento del empleo se reduce. Los contratos indefinidos parecen haber consumido el impulso de la reforma laboral y la nueva temporalidad crece por encima de los indefinidos, detectándose cierto peso en la jornada parcial.

No ha sido, precisamente, en la hostelería, que asumió el aumento del mes pasado, el crecimiento más relevante: es en comunicación, educación, salud y profesionales. Las cifras medias no pueden ocultar que el último día del mes se sigue despidiendo al personal, más de doscientas mil personas.

Pero las cosas, ahora, no se miden por el empleo. Lo determinante es un nivel de precios que no apunta a reducirse y que ha provocado desde limitaciones de vacaciones o subidas de precios en hoteles, que aguantan ocupación debido a las reservas que realizaron en primavera: los españoles y españolas son muy previsores.

Tenemos un par de problemas. Uno, que las medidas que adoptamos no son para evitar la subida de precios, sino para que estos se noten menos en ciertos sectores de la población.

El Gobierno anuncia más medidas de la misma naturaleza, lo que tiene un límite presupuestario, que el gobierno parece superar con el aumento de recaudación amparado por la propia inflación.

Ahora, acabados los fastos militares, para alegría de una parte del gobierno y cabreo de la otra parte, volvemos a las sombras de la economía y al viejo run run de la política española.

Sánchez considera que lo hace de primor, pero cree que se comunica mal. Que Lastra y Sicilia han sido un fiasco, como el nuevo gobierno, es más que evidente. Por ello, habrá que buscar refuerzos.

La izquierda de verdad verdadera anda en mala temporada. La fuga, ya producida en Andalucía, de voto socialista a la abstención y al PP, producirá una tensión de voto útil que dañará al proyecto de la vicepresidenta del gobierno.

El PP será convocado a cooperar en la militarización, el aumento de gasto en armamento y en el refuerzo de Rota, lo que saque a cambio, poder judicial, Constitucional o cosas parecidas, dependerá de la habilidad de Feijóo.

La “habilidad” de la izquierda ha sido centrar al PP y reducir la trascendencia de VOX. La situación económica, ahora en el orden del día, la dificultad de administrar fondos europeos, el déficit, el encarecimiento del dinero son terrenos abonados para la derecha política, que persiste en retirar del discurso las radicalidades que tanto animaban el voto socialista.

Desde la Unión Europea, pasando por el Banco Central, y las instituciones económicas españolas advierten de que los escenarios económicos del gobierno han saltado por los aires. El día del estado de la Nación, y su discurso, volverán a sonar las fanfarrias, pero las cosas ir, lo que se dice ir, no van bien.

Y la gente lo percibe. Ese es el problema para reducir la tensión electoral que agobia al gobierno.

 

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