Rebelión en la granja o pánico político

Lo llaman, ahora, “greenlash”. El ‘greenlash’ es una respuesta que surge cuando las acciones destinadas a la sostenibilidad ambiental, social y su gobernanza se enfrentan a resistencia o escepticismo. Hace unos días ya les comenté que todos los objetivos ambientales europeos se están diluyendo en cuanto las tractoradas han asomado.

Úrsula von der Leyen se rindió la semana pasada, más rápido de lo que cuesta mover una herramienta agraria o arrojar un tractor de estiércol al Parlamento, cosa que los finísimos agricultores belgas habían anunciado.

La presidenta de la Comisión Europea, que se espera que anuncie su candidatura para un segundo mandato al frente del ejecutivo de la UE la próxima semana, dijo a los parlamentarios que la Comisión estaba retirando el proyecto de ley para reducir a la mitad el uso de pesticidas químicos para 2030 y que en su lugar celebraría más consultas.

El nacimiento del “greenlash” se producía en apenas una tractorada. La medida se suponía que era clave en el Pacto Verde Europeo de la Comisión y de la muy progresista estrategia “de la granja a la mesa” que los planificadores urbanitas habían pensado para 2050.

El Pacto verde se ha convertido, sin demasiada reflexión por cierto, en el resumen de las demandas agrarias.

La revuelta rural no se refiere sólo a los pesticidas, añaden los costes del combustible, las onerosas regulaciones ambientales, las presiones de precios de los minoristas y las importaciones baratas de terceros países.

Pero el pánico llegó cuando desde el campo llegaba una noticia tan inesperada como poco confirmada: el aparentemente inexorable ascenso de los nacionalistas de extrema derecha antes de las elecciones de junio.

Von der Leyen, ex ministra de Defensa alemana, está compitiendo por liderar la campaña electoral del Partido Popular Europeo de centroderecha, aunque ella misma no busca un escaño en el Parlamento Europeo, sino su coronación en un congreso del partido los días 6 y 7 de marzo como “Candidata Principal” del PPE para presidir la comisión de 2024 a 2029.

Es una formalidad, ya que no hay otro candidato. Pero ha tenido que suavizar sus políticas verdes para aplacar a un partido tan asustado por el “latigazo verde” contra la legislación neta cero que se apresura a reposicionarse como la voz de la adaptación gradual a un ritmo que los ciudadanos puedan aceptar y permitirse.

Ha ocurrido lo mismo que la semana pasada con la inmigración. Los líderes europeos, derecha e izquierda, acordaron medidas paralizadas durante tiempo que se pasaron, sin complejos, al ala derecha: controles fronterizos externos más estrictos, procedimientos más rápidos para procesar a los solicitantes de asilo, expulsar a aquellos cuyas solicitudes son rechazadas, y compartir la carga de los refugiados.

Pero los populistas son, como se sabe, insaciables, como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que continúa protestando por verse obligado a elegir entre admitir inmigrantes no deseados y pagar para que otros países los acojan bajo el nuevo sistema.

A pesar de que no existen datos certeros, por ejemplo en España VOX ha sido prácticamente expulsado de las tractoradas, algunas encuestas de opinión han sido utilizadas por multitud de lobbies para anunciar que los partidos euroescépticos, soberanistas o populistas habían tomado la delantera en ocho de los 27 miembros de la UE y estaban en segundo lugar en cuatro más. Alemania, Francia, Italia, Polonia, Rumania y los Países Bajos, entre ellos, que son los que más escaños aportan entre ellos,

El lobby y el pánico han obtenido éxito: lo que hace una semana era imposible, hoy es negociable. Eso le ha dicho el ministro Planas a los agricultores españoles: de hecho, ya no se acuerda de la agenda 2030 y esas cositas.

“La propuesta (de pesticidas) se ha convertido en un símbolo de polarización”, admitió von der Leyen ante el parlamento en Estrasburgo. “Para avanzar, se necesita más diálogo y un enfoque diferente”.

Incluso el regreso de rentas a la agricultura, aunque no produzca, uno de los mayores escándalos y fracasos de la vieja PAC, ha sido puesta encima de la mesa por el ministro español, para pasmo de quienes han participado en las sucesivas reformas de la PAC.

Irónicamente, el partido que parece sufrir más por la furia de los agricultores son los Verdes, que ni siquiera forman parte de la coalición de los principales partidos de centroderecha, centroliberal y centroizquierda que dominan la comisión y el parlamento. Encuestas recientes sugieren que los ecologistas perderán hasta un tercio de sus votos debido al “latigazo verde”.

La rebelión de la granja se empeña en otro difícil asunto, como las relaciones con terceros: es difícil imaginar restaurar las tasas al grano ucraniano o retirar importaciones marroquíes, tunecinas o argelinas… migración y geopolítica por medio, los gobiernos preferirán castigar a los supermercados y, por lo tanto, a ustedes los consumidores.

Podíamos haber apostado por un pacto entre sostenibilidad y agricultura, haber pausado ritmos y burocracias. Pero no. El resultado es la nueva agricultura europea: limitar cosechas, reducir superficies, encarecer los cultivos, reducir regadíos y bajar producciones, o sea, que paguen los supermercados y los consumidores. Ahora, pánico en ristre será peor.

 

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