Reflexione, si se atreve

Ha llegado el momento que se temía: aunque usted no lo desee, debe decidirse. Ser o no ser, ésa es la cuestión. ¿Cuál es la más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, vender su voto por un cine los martes o cincuenta eurillos para unas cañas o, por el contrario, oponer los brazos a este torrente de calamidades y darles fin con atrevida resistencia?

Si hace lo primero, será malo, porque el voto es como el amor verdadero que ni se compra ni se vende. Si se resiste, es peor, pues entonces deberá irse de tabernas a pensar. Porque ya se sabe que a las tabernas se va a hablar más con uno mismo que con el tabernero.

Puede pensar, “Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron?”. Una forma elegantísima de despedirse de los candidatos y candidatas de Ciudadanos, por un poner, que, dicho sea de paso, llevan también despidiéndose de forma elegante casi un año.

Pero entonces, también llegarán “los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza”. Porque imagine que al entrar en un local, pongamos que hablo de Madrid, usted pregunta por dos desconocidos absolutos, tales como Roberto Sotomayor o Alejandra Jacinto, candidato y candidata de Podemos, al parecer.

Pregunta que no debiera hacerse, ya que si le dicen que les conocen, usted no está en una taberna sino en una santería, un centro de adivinación o cosas peores. Siendo ambos, además, de la izquierda de verdad verdadera igual le obligan a beber vodka.

Pero si no los conocen es peor, pues deberá usted seguir pensando y es, se lo reconozco, agotador, razón harto poderosa para detenernos. Ésta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga en días de reflexión.

¿Quién, si esto no fuese así, aguantaría la lentitud de los tribunales, la insolencia de los empleados, las tropelías que recibe pacífico o el escaso mérito de los hombres y mujeres más indignos de los oropeles del poder?

Éste será el momento, se lo aviso, en que usted está a punto de cometer un error. Se dirigirá al tabernero y le dirá: Horacio tú que eres hombre de letras, oriéntame. El tabernero le mirará y le dirá: no; yo siempre he sido camarero, hable con su cuñado.

Ante tan terrible perspectiva, usted apurará su vermú y arrastrando las injurias y quebrantos de la edad, deberá pensar si aceptar la cara de vinagre que se les pone a los de VOX, recordar la tabla de la suma, el desprecio de los soberbios que anima a las candidaturas socialistas o ese no saber si la natural tintura del valor pepero por Ayuso gritada volverá a debilitarse.

Incluso se pensará, una vez desvanecidas las utilidades de la que hasta hace días llamábamos nueva política, en el retorno al viejo bipartidismo.

Esta reflexión nos preocupa, así los barnices pálidos de la prudencia se apoderan de nosotros y nos arrastramos a la siguiente taberna a buscar justicia para nuestro defectuoso raciocinio.

Después de tres vermús se siente usted como la Orgullosa Mari que nos cantó Tina Turner, anteayer perdida, gloria eterna tenga. Como Mary, vamos rodando por el rio electoral, dudando y dudando,

Cómo va uno a decidir en una campaña en la que hemos pasado de Bildu a las trapacerías, de las dádivas a las despedidas, de las lonas a las camisetas, del griterío al pinganillo.

Podría usted no votar, pero eso no mejoraría su ánimo, como le diría su tabernero, si su hígado todavía le permite escuchar.

El cronista hoy no puede ayudarle, no debe intervenir en su raciocinio y, además, para qué engañarse, tiene la misma inquietud que usted. En el próximo vermú lo arreglo, me he dicho. Mirando al cielo y sabiendo que esto siempre es como las siete y media, o te pasas o no llegas. Haga como el cronista: reflexione, si se atreve.

 

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