Semana de tractorada

Había pensado contarles que Putindemont había decidido cambiar nuestra legislación y otras cosas de fiscales, jueces y gobierno que tan entretenidos nos tienen. Pero hoy, para quÉ engañarse, empieza la tractorada. Es el caso que de aquí a Laponia, pasando por Portugal o Alemania, los productores de alimentos dicen que los costos crecientes, los márgenes minúsculos y las políticas climáticas ponen en peligro su medio de vida y nuestra alimentación. No aguanta ni el kilómetro cero.

La crisis agraria ha estado arrasando Europa durante meses, en países como Grecia, Alemania, Portugal, Polonia y Francia. El plan de Berlín para eliminar gradualmente las exenciones fiscales al diésel agrícola para equilibrar el presupuesto o el de Países Bajos para reducir las emisiones de nitrógeno son problemas específicos de cada país. Pero muchos se comparten en todo el continente.

Los agricultores han dicho que enfrentan la caída de los precios de venta, el aumento de los costes, una fuerte regulación, minoristas poderosos y dominantes, deuda, cambio climático e importaciones extranjeras baratas, todo dentro de un sistema agrícola de la UE basado en la premisa de que “cuanto más grande, mejor”.

La PAC, la primera de las políticas europeas, dominada por franceses y alemanes se ha derrumbado a medida que iba cambiando sus contenidos y objetivos.

Primero, animó a producir, para garantizar la alimentación en la Europa devastada de la posguerra. Tuvo tal éxito que generó excedentes, las famosas montañas de mantequilla. Primer giro, tras el desplome generalizado de precios, para pasar a pagos directos para garantizar la renta agraria, de manera desligada de la producción. De hecho, obligaba a barbechos e incentivaba el abandono de tierras, arrancar producciones y a la repoblación forestal.

A los agricultores se les pagaba por no producir. Los sesudos hispter que se pusieron a continuar la PAC avanzaron hacia el desastre: más intervencionismo, más papeleo y conversión de los agricultores en sospechosos.

Podíamos haber apostado por un pacto entre sostenibilidad y agricultura. Pero no. El resultado es la nueva agricultura europea: limitar cosechas, reducir superficies, encarecer los cultivos, reducir regadíos y bajar producciones, que ya llegarán de otros sitios políticamente menos comprometidos: África, el Mercosur o Ucrania.

Los costos para los agricultores han aumentado desde la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022. Al mismo tiempo, los gobiernos y los minoristas, conscientes del efecto de la crisis en el costo de vida en los consumidores, han aumentado las medidas para reducir el aumento de los precios de los alimentos.

El precio base que reciben los agricultores por sus productos cayó casi un 9% en promedio entre el tercer trimestre de 2022 y el mismo período del año pasado, según datos de Eurostat.

Las importaciones también son un problema, especialmente en Europa central y oriental, donde una avalancha de productos agrícolas baratos procedentes de Ucrania ha deprimido los precios y ha aumentado el resentimiento por la competencia desleal.

En otras partes de Europa, especialmente en Francia, especialistas en ira antiespañola, las importaciones baratas son desde lugares más lejanos aún: Nueva Zelanda y Chile.

La política agrícola común (PAC) se ha basado históricamente en economías de escala: explotaciones agrícolas más grandes, propiedades más grandes, normas comunes.

El número de granjas en la UE ha caído en más de un tercio desde 2005, dejando a muchas granjas más grandes con altos niveles de deuda, en un negocio de bajo margen y a las más pequeñas cada vez menos competitivas.

Todos los objetivos ambientales se están diluyendo en cuanto las tractoradas han asomado: Berlín cerró sus planes de recortar los subsidios al diésel; París descartó un aumento del impuesto al diésel, retrasó otras medidas y prometió 150 millones de euros en ayuda, lo que llevó a los sindicatos de agricultores a pedir a sus miembros que suspendieran su protesta.

A nivel de la UE, la Comisión Europea ha propuesto limitar las importaciones agrícolas de Ucrania mediante un “freno de emergencia” y renunciar a la obligación de mantener el 4% de sus tierras en barbecho sin dejar de recibir subsidios de la UE.

En España, naturalmente, algo hay que hacer: lo que mejor se nos da, darle a la máquina de la deuda y presupuesto, por cierto prorrogado, y comprar silencios. Es la única respuesta a las tractoradas: que los consumidores sigan pagando.

 

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