Tomen asiento, apaguen sus móviles, la sesión va a comenzar

Llegó el día. Los productores han conseguido, al fin, un actor maduro y experimentado y ya está todo preparado para la obra más esperada: la moción de censura, según Ramón.

A lo largo de dos días, Ramón Tamames salvará a España de sí mismo y de Abascal, mientras Pedro y Yolanda alargarán la conocida lista de fascistas hasta Feijóo, que no tiene entrada para la extraña función y aprovechará para reflexionar bajo algún viejo olmo por algún rayo hendido.

Qué nos dirá Ramón. ¿Será una soflama socialdemócrata –él, muy rojo nunca fue- diciendo que Pedro es simpático, pero se ha hecho podemita? ¿Quizá defenderá un ecologismo progresista, como el de aquella federación que organizó en un taxi para entrar en IU? ¿Será un hombre centrado tipo CDS? ¿O quizá el irritado arbitrista de cuando decidió abandonarnos a nuestra suerte, sin liderar nuestro futuro?

Los guionistas apenas han filtrado un libreto, pero ni se sabe si éste será el definitivo y, lo que es peor: en esta función lo que menos importan son las palabras. El guionista (Abascal) y el actor (Tamames) lo han logrado de nuevo: la izquierda ya tiene la amenaza de los fascistas, el pánico de los pensionistas y el listado de malos patriotas a su alcance.

Bajo el manto de la felonía de la derecha extrema, Sánchez y Yolanda, en el momento de más lío de su gestión, podrán ocultar de la mano de Bolaños los incontables tropezones que jalonan el camino de los minutos basura de la legislatura.

Acompañará el empeño el disonante coro de los corifeos habituales que, entre coz y coz, se apuntarán a la lechuga de hacer que parezca que todo es posible de ser recuperado, que si han estado levantiscos es, precisamente, porque Pedro miraba mucho a la derecha y así no vamos a ninguna parte.

O sea, que saldremos todos más radicales, con más ruido y menos información sobre nuestro futuro del que hoy tenemos. ¡Alabado sea Santiago que cierra España!

El centroderecha procurará que la confrontación no les atrape. Smith, que navega solitario por el palacio de Correos, y Espinosa el malvado ya han anunciado que irá a peor la relación con Feijóo; sólo tienen un problemilla: que esta vez no se le está poniendo cara de vicepresidente a ninguno.

En realidad, a VOX nunca le interesó combatir con la izquierda, sino ajustar cuentas con el PP.

Bajo el paraguas de la derechita cobarde, la socialdemocracia centradita o cosas parecidas sólo han ocultado todo lo que la derecha extrema europea odia: la contribución posbélica de la derecha a un régimen de libertades, igualdad y democracia.

Puede que una parte del PP siga amarrada a convicciones éticas conservadoras, a tics religiosos más que sospechosos y a posiciones económicas liberales. Tienen derecho y, al parecer, electorado para ello. El discurso del populismo radical, comprado fácilmente por la izquierda, no debiera ignorar esa presencia social.

No es buena noticia ni para conservadores ni para liberales ni para la izquierda el guión de Abascal. Simplemente, porque en la política de la ira solo medran los airados.

Ira en la que se incurre por la izquierda de verdad verdadera con demasiada frecuencia, apropiándose de los vulnerables. Cuidado analistas y gurús progresistas de la innovadora izquierda no sea que las rentas desplazadas a las que la administración es incapaz de facilitar la economía del bono, la renta mínima, las citas para pensiones y esas cosas no estén en muchas de las filas conservadoras que, salvo Tezanos, todo el mundo observa moverse.

Pero, es cierto, cabe no preocuparse porque en ésta Ramón echará una mano. La historia tiene terribles ironías: el discurso que Tamames quiso hacer en el 77, en nombre de la izquierda mundial, lo hará en esta sesión en nombre de la más derecha de las derechas. ¡Qué dolorosa es la egolatría! Pero ya se sabe, caviar eras y en caviar te convertirás.

“Pobre Yorick, Horacio, yo lo conocí” (lo dijo Hamlet, que de teatro sabía un poco). Yorick acabará la obra entre apenas audibles aplausos de los suyos, se irá y la censura se irá con él. Qué cosas, pensará Ramon, mientras Bolaños le susurrará a Pedro: otro día sin hablar de lo que nos pasa. Y volveremos al ruido: tomen asiento, apaguen sus móviles, la sesión va a comenzar.

 

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