Un agosto sin corbata (15): el currito en el chiringuito

Un escribiente es, aparentemente, ejemplar. Herman Melville lo bautizó como Bartleby Un día su jefe le pide la revisión de un documento. Bartleby responde: «Preferiría no hacerlo» (I would prefer not to, famosa cita); se niega a cualquier solicitud a partir de entonces, respondiendo con la misma frase.

Despedido, se niega a irse de la oficina y es su jefe el que debe cambiarse de edificio. El asunto va, en realidad, en como una pequeña tuerca decide no cumplir su función en la vieja América.

Ustedes se preguntarán por qué les cuento esta historia.

Acompáñenme: me acerco al chiringo, tomo mi cuaderno para pensar qué les escribo hoy. A mi lado, tres caballeros tienen el ordenador abierto. Uno de ellos da instrucciones a sus hijos sobre el modo correcto de bañarse, mientras saborea un coctel mañanero de muchos colorines y, al parecer, muy saludable.

Súbitamente, suena el teléfono. Levanta el brazo, un silencio sepulcral se levanta a su alrededor: sigan la conversación un segundo: Buenos días, jefe, ¿cómo está? Ah, en el despacho… sí, aquí en casa, también mucho calor, si,… el informe… tengo que hacer el “team” con mis compañeros, pero creo que en dos días estará. Un saludo.

O sea, el jefe en el despacho, el currito en el chiringuito.

Sí; pueden hablarme del teletrabajo y las nuevas características del empleo, podemos reflexionar sobre ello cuando ustedes quieran. Pero lo cierto es que una nueva cultura del trabajo nació en la pandemia, continuó en la crisis posterior y ha crecido con la crisis del coste de la vida.

No es sólo que la gente prefiera el subsidio o el bono al empleo (“la gran dimisión” norteamericana). Es que quién tiene empleo ha generalizado una nueva actitud: hacer lo mínimo indispensable en el trabajo. Mucha gente cuestiona el enfoque de su ocupación.

Bartleby ha vuelto.

En lugar de trabajar hasta tarde un viernes por la noche, organizar el viaje anual de trabajo en equipo u ofrecerse como voluntario para supervisar a los becarios o becarias en su experiencia laboral, los que se rinden calladamente evitan lo anterior y, más allá, la mentalidad de la cultura del ajetreo de la actividad ocupacional.

Al contrario, hacen lo justo en la oficina, salen del trabajo en punto, silencian su teléfono y hacen comentarios sobre ello en las redes sociales.

Es evidente que el aumento en el abandono silencioso del compromiso con el trabajo está relacionado con una caída notable en la satisfacción laboral.

Gallup ha elaborado un “Informe global sobre el trabajo en 2022”. En él se señala que solo el 21% de la fuerza de trabajo mundial está implicada en su empleo. En Europa, el porcentaje se reduce al 14%.

Entre los 38 países europeos, España ocupa el lugar 35 y, a pesar del mundo feliz del empleo construido por la izquierda de verdad verdadera y los sindicatos, el grado de compromiso e implicación en el trabajo es del 9% de la población laboral.

El abandono silencioso, el currito en el chiringuito, ha llegado; la retirada está aquí. ¿Nos quedamos quietos en la oficina, pero nos desconectamos? ¿O nos movemos hacia algo?

Ésa es la pregunta que se están haciendo los trabajadores y trabajadoras que cabalgan a lomos del teletrabajo y la presencia silenciosa en la oficina. El resto se mueve hacia la cultura del bono.

La gente ha renunciado, y quizá tenga razón, a que su ocupación sea igual a su valor. Pero difícilmente se encuentra valor y realización fuera del trabajo.

Crear entornos de trabajo más informales con oficinas de colorines brillantes, comida y bebida gratis y estilo de marca, envueltos en la retórica de la misión y el propósito, ha sido un buen intento corporativo, pero no parece dar resultado: son los elegidos y elegidas para ese paraíso los que se van al chiringuito, los otros no pueden.

Las empresas ilustradas están diseñando trabajos que brindan a los empleados control, orgullo por su trabajo y un salario justo, pero esos esfuerzos se ven socavados por la crisis del coste de la vida y las expectativas y el personal termina sintiéndose estafado o alineándose al valor del subsidio.

Bartleby ha vuelto, es el currito en el chiringuito. Si decido trabajar de nuevo en mi crónica, si eso, les veo el lunes.

 

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