Valores “progresistas”, cuestión de ciudad o de renta

Para Javier López y Candela Gálvez, empeñados en llenar de vida la España Vaciada.

El fenómeno de la despoblación está generando, afortunadamente, un montón de estudios e investigaciones. Afortunadamente, también, sus autores publican y ofrecen sus datos para que el común de los mortales podamos conocerlos.

Bueno, todos menos el ministro Escrivá que afirma disponer de mejores datas sobre pensiones que los demás analistas. Cualquier economista les dirá que la afirmación, en primer lugar, es falsa; en segundo que es pretenciosa y, por último, que revela una cultura funcionarial-franquista sobre la propiedad de la información.

Cultura que ya no se usa y tanto Eurostat como investigadores universitarios o instituciones privadas nos están ofreciendo datos muy relevantes sobre población. Así, Eurostat nos ha contado que el problema de España, más que la densidad de población, es su distribución territorial, cosa que les contaré otro día (spoiler: la culpa es de la Reconquista).

Otros están estudiando cómo las poblaciones mayores (a equivalencia de formación) se manejan con mayor productividad. Cosa no poco importante en la que, probablemente, no ha caído el Señor Escrivá. Ya les iré contando, que el asunto también promete.

Pero, ahora que faltan solo cincuenta días para las elecciones municipales, conviene detenerse en un asunto que suele repetirse abundantemente: las zonas rurales y menos pobladas defienden valores conservadores. Las ciudades reúnen a los progresistas.

Así, si uno es alcalde o alcaldesa en una ciudad pequeña será conservador y si lo es en una gran ciudad será un modernísimo de la muerte. Yo miro a Almeida y Colau y me lo creo, faltaría más.

No sólo se trata de una reflexión española: el comportamiento “trumpista” de la América más profunda o los franceses de “chalecos amarillos” han generado el mismo tipo de reflexión, que tiende a ser bastante interesada.

La ausencia de empleo, de servicios públicos o de centros de decisión próximos se enfatizan menos, en el discurso de muchos sociólogos que el llamado asunto de “los valores” que atribuyen a las ciudades mayor interacción o respeto a la diversidad de toda naturaleza.

Una investigación reciente ha analizado el fenómeno con datos de 66 países de todo el mundo. Sé que ustedes, a diferencia del cronista, no gustan de acumular saberes aparentemente inútiles, pero les aconsejo echar un vistazo.

Los analistas nos ofrecen dos resultados interesantes: En primer lugar, efectivamente, hay una brecha entre quienes viven en zonas rurales y urbanas en relación con los valores que, habitualmente, calificamos de “progresistas”. Pero, ojo al dato, que diría José María García: la brecha es mayor en los países desarrollados que en los países de bajos ingresos.

O sea, que no solo hablamos del tamaño de población, sino también los ingresos, la edad o el nivel educativo.

La cuestión, en realidad, es preguntarse: ¿La hipotética brecha en valores es más relevante que otras diferencias que se pueden observar? Pues no. La brecha es similar a la existente, en esta materia, entre sexos (perdón los analistas económicos somos un poco antiguos y solo disponemos de estadísticas del “heteropatriarcado”) o las diferencias según educación o según edades.

Lo importante, empero, es que la brecha en valores entre zonas urbanas y rurales es mayor en aquellos países con un alto nivel de desarrollo económico. Los ricos, vaya por dios, son más progresistas, concluye la investigación: “Un cierto grado de comodidad económica es esencial para que florezcan valores de carácter progresista”.

O sea, estimados y estimadas urbanitas, no sois más “progres” porque vivís en la misma ciudad que los de las banderas. Sois más “progres” porque tenéis más renta. Cuestión que no sorprenderá a quienes alguna vez analizaron los votos al PCE o a Izquierda Unida y reprochan a los pobres no votar a  algunas izquierda (Rufián, por un poner). Tampoco sorprenderá a los que susurramos que eso del coche eléctrico, por ahora, es cosa de ricos.

En otras palabras, ése es otro coste de la despoblación: si queremos extender valores modernos, hagamos que, en las zonas rurales, las rentas también lo sean. Es la pela, amigos y amigas, para ser “progre” hay que ganar más que la media.

 

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