Gente que desaparece

La portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, durante los Desayunos de Babelia. Foto: El Satiricón.

Sostiene Begoña Villacís que siempre “hay gente que desaparece”. Nada que objetar; acaso, que los procesos de aprendizaje de la ilustre parecen, a veces, algo lentos. Gozosamente, la literatura nos ha explicado, sobradamente, que hay gente que viene y va. De forma más terrible, la vida, desde que hay vida, suele recordárnoslo.

Pues sí; estimada Begoña, hay gente que desaparece, por un poner: la áurea lideresa de tu partido que se va a Jerez, añora su tierra natal, parece, y te deja el “empandullo” a ti que no quisiste ser cola de león, para acompañarla en el arduo caminar que os tocaba.

Hay, cierto, gente que desaparece, Begoña, pero no deberías preocuparte por tus conmilitones. Para hacer la “candidatura de los mejores” siempre hay un “cuñao” de uno o de otro u otra disponible. Viendo el panorama de tu partido no faltará quien, por si flauta sonara, se apunte a tu generosa llamada.

Tu problema no son tus ediles, aunque seis abandonos de once parecen muchos. Tu problema, estimada, es que la gente que desaparece son tus votantes.

Y así debo darte una buena noticia y una mala. La buena es que se acerca tu merecido descanso, te veo más en despacho madrileño que en finca jerezana, sospecho. La mala es que cuando a un partido político le desaparecen los votantes, su afamada cabeza debe hacer de enterrador o enterradora (profesión poco feminizada Ésta, por lo que cito el redundante femenino por ayudar).

Y esa función ya fue recordada magistralmente por Riestra Blanca en “El Sueño de Borges”. Y es que sí, te veo, perdóname Begoña que lo sugiera, de terraza en terraza, sé que te gustan como a mí, haciendo como el viejo Zounek evocando a los príncipes bastardos que te traicionaron, a astrólogos, alquimistas y demás que afirmaron que, siendo tan lista y bella, no podrías ser derrotada.

Y, sin embargo, como aprendió Zounek, deberás aprender que la única respuesta a la gente que desaparece es que no hay respuesta.

No te pongas dramática. No eres la única a la que le desaparece gente. Por ejemplo, a Pablo Iglesias, tan listo y tan guapo que merecía casarse con una princesa o un dentista, le ha desaparecido, sin saber cómo, una vicepresidenta, ungida por el óleo sagrado para ser la sucesora. Probablemente, también le desaparezcan un puñado de votantes.

Hasta al propio Pedro Sánchez le ha desaparecido una coalición de Gobierno. Pero él lo vale y puede con todo: además de dirigir a sus candidatos y candidatas a la gloria, se ha empeñado en hacerle la campaña a Yolanda Díaz, que la chica igual se desorienta y hace que desaparezcan votantes socialistas.

Es que los electores y electoras, estimada, somos así: cuando concluye la función política de un partido, nos vamos con nuestros votos a otra parte.

Sí; probablemente exista gente de centro y liberal, como antaño existieron comunistas. De hecho, algunos amigos y amigas míos afirman tal cosa, no les privaré yo de tal condición. Pero resulta que, cuando el personal necesitaba de centristas y liberales, quisisteis ser califa en lugar del califa, y hasta el joven visir, que nos duró un ratito, el Sr. Casado, os dejó atrás en la carrera.

Sin duda alguna, el centro derecha hispano andaba, y quizá anda, necesitado de renovación y, quizá también, de modernización. Pero no quisisteis, estimada Villacís, concurrir al empreño e, incluso, enredasteis un pelín en algún sitio donde convenía no enredar.

Pongamos que hablo de Murcia o Madrid, dónde también, ilustre señora, os vio venir con paña enterradora en forma de Moción.

SÍ, ya sé que fuiste discreta en los enredos, pero electores y electoras no estamos para matices. Cuando suenan vientos de cambio, el personal se agrupa tras sus viejas banderas.

La política española está llena de ejemplos de recorridos infructuosos hacia la gloria, no porque la ciudadanía rechace los experimentos o las nuevas propuestas. Sino porque la ciudadanía reclama un vínculo entre partido y eficacia política, entre ideales e intervención pública. Nunca tuvimos tanta pluralidad, ni tanto exceso de ideas novedosas que nos hayan servido para menos.

Cuando ese vínculo se rompe, la gente desaparece.

La nueva política se ha deteriorado hasta hacerse irreconocible o desaparecer. No se encuentran ya liberales movilizados y quienes pensaban en asaltar el cielo ya sólo aspiran a un reducido chiringuito parlamentario donde resistir antes de que el cielo se caiga sobre sus cabezas. Es tan hermosa una aldea gala, tutelada por un prócer y pagada por Roures que merece la pena aguantar.

Puedes hablarme de la derecha extrema, vale, aguantará un poco más, más no mucho. Entre otras cosas porque tampoco quieren ser eficaces o intervenir políticamente. También quieren ser califa en lugar del califa.

Sí; hay gente que viene y va, pero no eches la culpa al personal, mírate en el espejo mágico y pregúntale: ¿Dónde está la gente que desaparece?

 

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