Al sexto día, Ayuso debatió

Anoche fue el debate madrileño. Soso sí, para que engañarse. Las izquierdas tuvieron un comportamiento distinto: muy institucional, y por lo tanto algo difuminado, el señor del PSOE; algo radical, pero despistada, la señora de Podemos y muy agresiva la señora de Más Madrid. Anotemos como bastante perdida a la Señora Monasterio y, aunque molesta, a lo suyo la Señora Ayuso.

Era evidente que a la presidenta de Madrid le molestaba el trámite, pero no cometió errores que, en estas circunstancias es lo que vale, ni cayó en trampa alguna. En realidad, fue la izquierda la que discutió sobre quién era más capaz de enfrentar a la presidenta, no quedando claro que pudieran hacerlo.

El problema, muy probablemente, es que la izquierda, compuesta o descompuesta, lleva casi treinta años haciendo el mismo discurso. Pueden sumar corrupción (con foto del hermanísimo por todas las fiscalías exonerado, incluida), el derrumbe aparentemente de los hospitales y la pobreza que nos rodea y así desde el “Tamayazo” hasta hoy. Tranquilo Feijóo, los de izquierda no queremos ganar Madrid.

Antes del debate, como ayer ya les avisé, aunque la noticia era el asunto vasco, el notable politólogo Ignacio Sánchez Cuenca, no solo afirmó que Madrid era de derechas, sino que la derecha madrileña era “macarra”.

Teniendo en cuenta el castellano, cabe imaginar que no acusó a Ayuso de ser proxeneta o vulgar, sino de ser “achulada”. Es uno de los problemas de la izquierda madrileña: que tiende a confundir “macarra” con “cheli”, que viene a ser cosa castiza y contracultural. Pero los catedráticos de la Carlos III no están para matices.

Uno de los problemas que tenemos los cronistas, con cierta habilidad de sumar y restar, con los politólogos tipo Sánchez Cuenca, es la cosa del uso de las estadísticas. El mentado llega a la conclusión de que la derecha madrileña es “macarra” y más derechosa que el resto de la española, debido a unas encuestas de hace quince años.

Hay varias razones que el ilustre analista utiliza para calificar a la derecha madrileña de más reaccionaria que el resto: desde la mayor creencia en Dios hasta no pagar multas.

Quince años han cambiado mucho nuestras sociedades y, especialmente, la cultura de las concentraciones urbanas –determinantes en Madrid-.

El hecho de que las cohortes de poblaciones más jóvenes sean más de derechas políticamente, aunque asuman, por cierto, según niveles de renta cosa que ayuda a Ayuso y al PP, ideas más progresistas (en relación con los valores que se suponen modernos), han determinado que espacios urbanos tradicionales de la izquierda voten a Ayuso o que, por debajo de 55 años, la derecha esté ganando apoyo electoral.

Cosas que dicen las encuestas recientes, empezando por las de Tezanos, también llamado “El Certero”. Por ejemplo, si se compara el barómetro hoy publicado por el CIS con las encuestas de hace unos días por el mismo instituto sobre las autonomías, resulta que, en materia de autoposicionamiento ideológico, mientras se consideran de centro derecha, en el estado, por encima del sesenta por ciento, en Madrid no alcanza el 58.

Pero, sostiene Sánchez Cuenca, que Ayuso es una “macarra”. El politólogo empezó siendo zapaterista, pasó a desacreditar a Pablo Iglesias, a decir que quienes hicieron la transición estaban enfurruñados y, por último, a ser asesor áulico de Sumar. Se ha encargado de la parte del programa que se ocupa de que los partidos sobran, cosa que siempre gusta mucho a los asesores.

La transición desde la “España de Zapatero” escrito con Anna Bosco (@boscoaa) a la tribuna sobre la derecha madrileña “macarra” es legítima, aunque probablemente no ayude a la “izquierda chanel”, objeto de su asesoría, a entender lo que pasa.

Los problemas de fondo de la izquierda no son que la derecha sea “macarra”, expresión poco precisa en términos del diccionario. Son el derechismo de los más jóvenes, la confusión sobre el igualitarismo y la sustitución de la razón por pulsiones populistas que, siempre, acaban favoreciendo a la derecha.

Es por eso que Ayuso es más “cheli” que “macarra”, porque, siendo castiza, se ha convertido en contracultural, profeta contra el “diktak” del progresismo global.

Mientras la izquierda regale el igualitarismo, ignore lo que había de progresivo en el viejo jacobinismo, privilegie el romanticismo (a veces identitario) sobre la razón, revisite la cultura de los libros prohibidos o nos diga cómo debemos hacer en la cama y la casa, aplicaciones de control incluidas, como acaba de proponer el Ministerio de Igualdad, Ayuso siempre nos ganará.

Pero ustedes mismos. Yo siempre me dedicaré a distinguir a una “cheli” de una “macarra”. Al sexto día, Ayuso debatió, fuese, y no hubo nada.

 

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