Anna Bosco (@boscoaa) nos regaló un libro, “La Spagna de Zapatero” (il Mulino), en 2008, que incluía un notable análisis sobre ETA de Sánchez Cuenca. Así que esperábamos un artículo del citado sobre el asunto que ha capitalizado el inicio de campaña: las candidaturas de los condenados por asesinato.
Pero no; ha decidido que la noticia de la campaña es que la derecha madrileña es “macarra”, cosa que tiene enjundia, con diccionario de la RAE en la mano y de la que les hablaré mañana, aprovechando que esta noche es el debate de todos los debates madrileños.
Yo entiendo al antiguo politólogo: pasar de ser insultado por “zapaterista” a asesor áulico de Yolanda, de la izquierda caviar a la izquierda chanel, tiene sus costes. Sánchez Cuenca nos debe un artículo, pero no espero cobrárselo.
El caso del día es que, al quinto día, los machotes se echan a un lado (entre los siete fantásticos hay una “machota”, pero no sé si, en la escuela de lo políticamente correcto, la expresión es correcta.
La inclusión de asesinos convictos, condenados, con condena cumplida, de ETA ha supuesto un notable escándalo ético y político.
La primera pregunta que uno se hizo es la más elemental: ¿Por qué? Es evidente que algo pasa en el mundo abertzale.
Es bastante probable que los sectores más radicales sigan aspirando a la independencia antes que a un gobierno autonómico. Esa ruptura es la misma que hemos visto en el universo catalán. También es probable que, por mucha proximidad carcelaria que Bildu haya conseguido, un sector le reproche que no haya negociado la amnistía, también lo hemos visto en Catalunya.
Los 44 candidatos y candidatas (siete con delitos de sangre, asesinatos) serían un gesto de calma a este sector. Para el electorado de Bildu esta inclusión no suponía ningún coste y es probable que su abandono sea visto como una mera campaña españolista. La cultura “abertzale” no ha cambiado con el abandono de las armas e, incluso, cierta bronca callejera, bastante silenciada, se produce en las localidades más abertzales.
Un segundo aspecto es analizar la orientación de Bildu. Del mismo modo que a VOX, como buenos populistas, le interesa el deterioro del PP, a Bildu le interesa el deterioro de la derecha vasca, el PNV.
No es casual que el PNV haya reaccionado con mayor virulencia sobre la inclusión de estos candidatos y candidatas que los socialistas. Es probable que las primeras percepciones (sondeos incluidos) en las grandes ciudades haya producido un efecto fortalecedor del PNV.
La derecha vasca (PNV) por otro lado, a diferencia de la derecha española y los socialistas, mantiene una potente red social y un clientelismo (alrededor de Batzokis, Gobierno y empresas) más potente que los alientos abertzales de Bildu.
En tercer lugar, interviene el socialismo español; el vasco, contar cuenta poco. Una de las armas de Bildu, como las de Esquerra, es su capacidad de negociación con el Gobierno de Sánchez, una influencia de la que el independentismo vasco radical nunca ha tenido en España.
Los portavoces de Bildu en el Congreso han palidecido, especialmente los de la Iglesia nacionalista del penúltimo día, tipo Oscar Matute, que se han sentido inhabilitados.
La presencia de las candidaturas con condenados y condenadas debilitaba especialmente al PSOE. Tres Comunidades en riesgo (Extremadura, La Mancha y Aragón) se han desmarcado ante la tibieza del socialismo de Sánchez.
En Navarra, el silencio socialista ha sido bastante dramático, dándole aire a Unión del Pueblo Navarro. En el conjunto de España y en el propio País Vasco, la iniciativa le ha dado vuelo a la derecha donde no se le esperaba (País Vasco y zonas nacionalistas como Baleares y, parcialmente, Valencia.)
No nos engañemos. Las pulsiones electoralistas pesan más que las reflexiones políticas. Sin duda, el mundo político sin ETA nos obliga a considerar cambios de cultura política. Pero tampoco aceptaríamos candidatos procedentes de las abundantes corrupciones o del abuso sexual.
Éste es un problema de Sánchez: la pluralidad es un valor político perdido, no sólo por la desaparición de las nuevas políticas (Ciudadanos y Podemos), también, por haber sido acompañado de incumplimientos de pactos antes negados.
Los socialistas aspiran en zonas nacionalistas, tanto vascas como en el levante, a gobiernos tripartitos, pero con la radicalidad con la que Puigdemont empuja a los de Esquerra y las debilidades de la tercera pata vasca, que nunca será el PNV, se van quedando los socialistas sin asideros y deben recurrir a lo que en áreas relevantes de la sociedad española, notablemente en las grandes ciudades, no se acepta.
Tengan por seguro que el PSOE algo le ha dicho a Otegui. Pero no siendo el estado como la ciudad de Vitoria y no siendo el PP quien ha puesto los y las candidatos condenados por asesinato de Bildu, nos cabe una duda: ¿Llega a tiempo que, al quinto día, los machotes se echan a un lado?