Armengol, la patria se lo pide

Sabiendo que las mascarillas eran “fake”, no se correspondían a lo pedido, el gobierno balear pagó. Sabiendo lo mismo, certificó la calidad de la empresa suministradora y, por supuesto, emitió informe positivo ante los fondos europeos. Tres fiscalías investigan a la presidenta del Congreso, una de ellas europea.

No hay, cierto, imputación. No hay, cierto, presencia sumarial. Sólo su gestión parece comprometida y su relación con el “intermediario” conocida.

Otros debieron dimitir por menos, por recordar un ministro con sanción a hacienda pagada. No hay que alterarse, los círculos se cierran en asuntos como éste con lentitud. Y lo mismo cualquier día ocurre lo que a la presidenta le han dicho que no ocurrirá.

Armengol no ha dado opinión sobre el tema, la presidenta está muy ocupada disciplinando a sus letrados para que no la líen con la amnistía. La patria se lo pide. El silencio y la invisibilidad es un signo de elegancia política, como todo el mundo, incluido quien ignora la ironía, sabe.

Entre Koldo y amnistía no hay nada de qué ocuparse. Habrán notado que ya no existen los agricultores enfadados, de la agenda 2030 ni hablamos, ningún ministro o ministra tiene nada que decir, excepto la señora de Sumar, que ha decidido cambiar los horarios españoles, cosa hace tiempo debatida, pero no empezando por cambiar el meridiano sino por el horario de los restaurantes.

Pero volviendo al asunto que nos ocupa, la tercera institución del estado, mejorando la sensación de notable calidad democrática española, está en entredicho.

Y así estamos, ampliando el número de personas que aparecen, en múltiples informaciones, ligadas a una trama que, por lo menos, muestra tantos tentáculos como solidaridad: cómo no preocuparse por el divorcio de un ministro y pagárselo. No hacerlo sería tan grave como ignorar la destrucción de un bien público.

Por supuesto, la señora Armengol no sabe nada de nada y se trata sólo de un truco de la derecha malvada para agobiar al Gobierno en curso.

Es un momento de pararse a pensar. La forma de hacer política ha cambiado notablemente. A peor, para qué engañarse. Uno de esos cambios, además de otros, es el descrédito institucional, sometido al interés personal del gestor de turno.

El político o la política moderno, con excepciones obviamente que no serán pocas, pero también de forma abundante, considera el acceso a un cargo como una ocupación institucional que, visto lo visto, ni siquiera se sujeta al principio de responsabilidad política, que no deja de ser una fórmula para capturar comportamientos venales que no pueden o deben ser judicializados.

Puede alegarse, en el caso de la señora Armengol u otros electos o electas, que la mala gestión la castigan los votantes cada ciclo electoral, cosa que por cierto han hecho.

Pero nos encontramos, como se ha dicho, con algunas especialidades en el comportamiento de Armengol: sabía que la Comunidad había sido estafada por los recomendados por el ministro y, a pesar de ello, pagó, certificó y cobró de fondos europeos el coste de la operación, que incluía mordidas, lo supiera o no la responsable política.

Para entendernos, a diferencia de otros casos, en este supuesto ha habido quebranto público en los recursos de la Comunidad Autónoma. Un asunto que, más pronto que tarde, acabará siendo fiscalizado y, probablemente, judicializado.

El caso Koldo agota, pero no cuenten con un final rápido ni con un final de las informaciones generadas por el sumario ni por la investigación policial o periodística. Cómo se puede gobernar con este ruido es algo que alguien, que no es Armengol, nos tendría que explicar.

Quizá recuerden ustedes aquella legislatura del 93 en que a González se le sumaron, uno tras otros, una nómina de presuntos, la mayoría de los cuales acabaron ingresando la lista de corruptelas que aparecen en los diccionarios del malas prácticas y corrupciones a los que pueden ustedes acceder y que no perdonaron ni a la Guardia Civil ni al Banco de España.

No me cabe duda de que Felipe González no disponía del manual de resistencia adecuado y que los de Convergencia no necesitaban tanto como Puigdemont tener agarrado al Gobierno, ellos con un tres por ciento se apañaban.

Armengol sí ha heredado un adecuado manual; de momento Pedro la necesita de cortafuegos, hasta que tenga que ofrecer una cabeza, entonces mandará a alguien a pedirle que se vaya, porque él, como se sabe, está algo silente. Quiero decir que, en realidad, a Armengol se lo pide la patria.

 

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