Vivimos tiempos turbulentos en la política española, aunque por fortuna no se manifiesten en una violencia física. Nos basta, de momento, con insultos e imprecaciones de la casta política que sí tiene motivos para enfadarse. El último de ellos, la golfería de la trama de Koldo García y su estafa y comisiones con las mascarillas inservibles que afecta a varios ministerios. La prueba de que la trama alcanza dimensiones internacionales es que la fiscalía europea investigará lo sucedido por los presuntos delitos de malversación de fondos públicos, prevaricación y tráfico de influencias.

Si Europa se ocupa de Koldo, a lo mejor tiene que hacer lo propio con Carles Puigdemont, tras haber sido acusado de terrorismo por el Tribunal Supremo español. En cualquier caso, y con la ley de amnistía al caer, el fugado no tiene demasiados motivos para preocuparse. Incluso ha dicho que en la nueva situación habría que retomar las cosas donde las dejaron, es decir, en la declaración unilateral de independencia, que no excluye como hipótesis de futuro.

Está visto, pues, que los que sí tenemos que preocuparnos somos los españoles que hemos visto, entre otras cosas impensable, cómo el que fuera Secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, pierde el favor del partido y acaba refugiándose en el grupo mixto, como cualquier tránsfuga de postín. El suceso, otro más, indica la época de incertidumbres que nos ha tocado vivir.

Para rematar en breve este repaso tenemos la entrevista en un diario del candidato a lehendakari  por el PNV, Imanol Pradales, en la que se reconoce sólo como vasco y donde añade que, pese a tener ocho apellidos castellanos, él es independentista.

Con todo este panorama hay motivos más que suficientes para preocuparse. Ninguna de las leyes que está propiciando el Ejecutivo favorece la reconciliación, como dice, sino que auspicia la desigualdad entre españoles y anima a pasarse la Constitución por el forro y a continuar y agravar, incluso estos tiempos turbulentos que decíamos.