Qué felices seremos viviendo, sin Código Penal

Hasta los salvajes en sus montañas tenían leyes, decía Walter Scott en Ivanhoe, como recordarán ustedes de sus lecturas infantiles. Luego, la burguesía ilustrada con la mala, malísima intención, Marx lo dejó claro, de proteger los derechos de propiedad y el orden burgués, como todo el mundo sabe, inventó el Código Penal.

Afortunadamente, el socialismo realmente existente, finalmente liberado de sus adherencias socialdemócratas cómplices de los malvados, nos ha liberado igualmente de tamaña afrenta: españoles y españolas, el Código Penal ha muerto.

Ahora sólo felicísimos convenios europeos regirán la vida de nuestra patria y las cosas podrán volver donde solían: levantiscos carlistas intentarán irse de España, esta vez sin que tal cosa fuere delito y no como antaño, dónde ordenancistas derechosos, salidos de la fachosfera, se empeñaron inútilmente en cumplir la ley, apoyados en jueces prevaricadores.

Se acabó ser sensibles y llorar por las papeleras quemadas, reclamar el orden público o protestar por la desviación de dinero a fines arteros. Se acabó reclamar paz en las estaciones y circulación libre en las carreteras.

La concordia nos lo exige: la ley y el orden pertenece al viejo mundo y no a la referencia mundial en la que Bolaños, Él se ha felicitado a sí mismo, nos ha convertido.

La modernidad nos exigía convertir a los políticos presos en presos políticos. Y, en consecuencia, debían ser amnistiados.

A todos aquellos que sí fueron presos políticos, detenidos por reclamar la democracia y la libertad, que no huyeron escondidos en el capó de un vehículo, se os equipara a la triste condición de fugados de la ley democrática, a recaudadores del “tres per cent” y, cómo no, a recordaros cuánto perdisteis el tiempo pactando una Constitución, volada por razón de la modernidad de los tiempos.

Quien podía hacerlo lo ha hecho. Mientras ustedes andaban distraídos con unos desvíos de pelas algo sospechosos que los conspiradores medios de comunicación han imputado, junto a jueces venales y policías arteros, a hombres y mujeres honrados que deben soportar la ignominia del señalamiento, entonces ha ocurrido.

Quien podía lo ha hecho. PSOE, Junts y ERC, cancelan el Código Penal, excluyen como penalizables los delitos calificados por la directiva europea de 2017 y los condicionan simplemente al respeto del Convenio Europeo de Derechos Humanos.

Pura poesía que llevará a las hemerotecas el recuerdo de lo que pasó, porque no pasó nada. La amnesia se ha apoderado de nosotros y nosotras, tendremos concordia, presupuestos y ríos de leche y miel correrán por los suelos de la república que, digan lo que digan los imbéciles, no existe.

Uno de los momentos más crudos de la legislatura ha dado su primer paso. Le quedan abundantes, un debate que se nos hará interminable, cuya aplicación nos llenará, de nuevo, de comentarios y señalamientos judiciales, triturarán el estado de derecho y arrastrarán por la Unión Europea el asunto español.

Amnistía y corruptelas llenan una legislatura que nada ha arrancado y que recuerda a aquella del 93 en la que socialistas y los “del tres per cent” pactaron, también, una de concordia y estabilidad, por el estado financiada, y que concluyó con lo evidente: una necesaria alternancia política que higienizara una política y un ambiente social irrespirable.

No sé si la derecha está en condiciones de producir alternancia en esta ocasión. Demasiado ruido y tensión tampoco ayudan a que las posiciones más centradas se posicionen en el terreno de una legislatura tranquila.

Interminables procesos electorales, vascas, europeas y catalanas nos presidirán, al tiempo que la tensión va siendo creciente y los sumarios y comisiones parlamentarias no ayudarán a nada.

Puigdemont y Sánchez se sonríen ¡Qué felices seremos los dos, se dicen, y qué dulces los besos serán, pasando la noche en la luna viviendo sin Código Penal!

 

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