Aterrizajes suaves, brotes verdes y cosas de esas

Son expresiones que les suenan a todos ustedes. Cosa que corresponde a todos los primeros de año. Ha llegado el tiempo de los sermones económicos que predecirán nuestro futuro. Óptimos, según los gobiernos, oscuros según la oposición, optimistas según los analistas.

Los analistas no tienen, para qué engañarse, especial crédito. Cada uno triunfa según la cercanía a lo que la gente quiere oír. Uno cree que los sermones más impopulares triunfan más. El caso, siempre, es preguntarse si los predicadores están guiados por alguna orientación ética o se limitan a confirmar las ideas de quienes les pagan.

Uno no es un catastrofista, pero tampoco un aplaudidor. Y francamente, temo a los predicadores económicos que aciertan o no, según el caso, con estrépito, aunque luego explican por qué no acertaron, que suele ser por culpa nuestra y no de sus capacidades.

Hoy, sin ir más lejos, la OCDE afirma que España crecerá más que el resto de Europa, aunque menos de lo que dice el Gobierno –medio punto- y, aunque se moderará, la inflación será de las más altas.

El mismo día, el Banco Europeo de Inversiones (BEI), que preside la exministra de economía española que, a estas horas, no ha presentado su dimisión, asegura que el clima regulatorio y político, vaya por Dios, desalienta la inversión en España, uno de los datos más preocupantes de la Contabilidad Nacional publicada por el INE y de la que era responsable, hasta ayer, como quien dice, de la regulación y el clima político la presidenta del BEI que hoy predice mal rollo con el asunto. Un amplio rostro.

La cosa es que, a pesar, de casi todos los entornos complejos que se viven, los analistas mantienen un consenso positivo sobre la evolución de la economía mundial.

El pronóstico de consenso de los analistas, como les he señalado, sigue siendo cautelosamente optimista. A un servidor, con los analistas le pasa como a Churchill con los franceses: no puedo opinar, porque no los conozco a todos y todas. No habrá, según ellos, malos escenarios.

Estupendo, uno no es un agorero ni desea el mal de la patria, pero debo afirmar que no comparto tanto optimismo de inicio de año. Los argumentos básicos son una buena situación en Estados Unidos y el aumento de productividad que generará la inteligencia artificial. Las ineficiencias, la población, la productividad de las áreas no tecnológicas no parecen merecer comentario, por no hablar de algunas consecuencias climáticas.

A los analistas no les preocupa mucho la desaceleración en 2024, eso saneará la inflación, dicen, a costa de bajar la demanda. Los analistas son así: ven terapias donde usted ve pánico. Es bueno que usted recorte sus vacaciones y terracitas, a ver si me entiende, que me está gastando mucho. Claro que, sin inversión y reduciendo el consumo, el optimismo no parece muy obvio.

Ni siquiera la perturbación del comercio mundial causada por los hutíes en el Mar Rojo, los bombardeos en Siria y Líbano y las guerras en curso en Ucrania y Gaza han apagado el ánimo optimista de los analistas. Ni el FMI ha mantenido su habitual prudencia sobre gastos públicos.

En un año electoral crucial en el que los votantes de docenas de países –que representan la mitad de la población mundial– acudirán a las urnas, se supone que el gasto público aumentará. Cosa que pasa cuando hay elecciones y que suele molestar a los analistas, pero este año no.

A pesar del consenso relativamente optimista, los acontecimientos recientes sugieren que los riesgos se inclinan a la moderación de la economía. En realidad, nadie se cree que los chinos recuperen altos porcentajes de crecimiento, con un sector inmobiliario en colapso y con una deuda de los gobiernos locales que impide transferencias de efectivo a los hogares, el truco del comunismo keynesiano de los últimos años.

Nadie asegura que Europa supere la mediocridad de su crecimiento económico ni garantiza que no produzca efectos un eventual triunfo de Trump en su política comercial. Europa, también, está lidiando con los efectos económicos adversos de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) de Joe Biden, que utiliza incentivos fiscales para atraer a las empresas europeas: los demócratas también son proteccionistas.

Sin embargo, el proteccionismo comercial de Biden es leve en comparación con el plan de Trump de imponer un arancel del 10% a prácticamente todos los bienes importados.

Habrán ustedes observado que no les he hablado prácticamente de las guerras que cruzan nuestro entorno. Es que los analistas no lo consideran. Quién es este modesto cronista para desmentir a los sabios

Entre ustedes y yo. No veo una debacle económica, pero tampoco aterrizajes suaves, brotes verdes ni esas cosas de las que antes se hablaban. Pocos motivos para el optimismo se me ocurren. Es que las pistas de aterrizaje que observo dan un poco de miedo, pero, oigan, quién va a desmentir a los analistas, Ni me atrevo.

 

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