De la izquierda caviar a la izquierda del tomate

La señora Royal, de nombre Segolene, ha afirmado, para obtener su minuto de fama española, que nuestros tomates biológicos son incomestibles. Los medios españoles han calificado a la señora de exministra. Permítanme que añada algún datillo que ni en TVE ni en los periódicos del progresismo global suele insistirse. Sí; la señora ha sido exministra, bajo la presidencia de Mitterand y de Jospin; también bajo la presidencia del padre de sus hijos (Hollande), siendo encargado del gobierno un exconcejal de Barcelona, el Señor Valls.

La señora Royal tras ganarle unas primarias al padre de sus hijos, perdió las presidenciales con Sarcozy y ahí se acabó su carrera y, probablemente, el Partido Socialista Francés. Cuando la señora Royal llegó a la política, la izquierda socialdemócrata era el partido más importante de la República, ahora los socialistas apenas tienen 30 diputados en la Asamblea francesa y están desparecidos.

Entendamos a Madame Royal: el tránsito de la izquierda caviar a la izquierda del tomate es lo suficientemente duro como para decir sandeces. España es el primer productor de tomates de Europa, cosa que molesta bastante en el mercado francés. Los tomates franceses, biológicos o no, tienen el mismo problema: altos consumos de energía, de agua y encarecimientos de la producción y pérdida de sabor, asociada a la biodiversidad.

Los franceses tienen dos especialidades. La primera, quemar camiones españoles, cosa en la que se han especializado. La segunda, tirarse tiros en sus propios pies. Para hacer tomates “bio” que, en realidad saben como en todas partes, los gobernantes franceses han elevado el nivel de exigencia que marcan las normas europeas: o sea, son más caros de producir y de consumir.

La capital del tomate francés es Marmande, gracias con toda seguridad al Garona que, parecido al Ebro, genera unas huertas feraces. El pueblecito es un poco soso, para quÉ engañarse, y su emblema, situado en el centro del municipio, es la escultura de una señora desnuda en cuya mano sostiene… una manzana. Cosa que para ser la capital del tomate queda algo chusca.

Digan lo que digan, de Algeciras a Instambul, el mejor tomate es el del Mediterráneo, por mucho que el Garona se ponga por medio.

Toda Europa se ha convertido en una crisis agraria. Como ya les expliqué aquí, las preocupaciones de los políticos no son los problemas agrarios, sino que se les atribuyen maldades a numerosas fuerzas políticas de derecha extrema que tratan de rascar en el asunto (que tratan, faltaría más).

Hay que decir que no es cierto que todo el movimiento agrario haya sido históricamente de extrema derecha. Los que empezamos a estudiar economía a mitad de los 70 teníamos una obligación, para conocer la situación agraria en España: leer a Edward Malefakis, un hispanista norteamericano, y las páginas correspondientes de Tuñón de Lara. Páginas por donde corría personal agrario revolucionario, socialistas, anarquistas y comunistas.

Pero el problema es el que es: el llamado Pacto Verde Europeo y una serie de medidas, desde el barbecho excesivo a la sustitución de pesticidas, probablemente más allá de lo necesario. España ha sido, hasta hace muy poco, el primer país en producción biológica, recientemente superado por Francia.

El problema de Francia es que siguen pensando en el mercado francés como único. Lo mismo que les pasa a los alemanes. Todo viene de la época que se repartían la PAC (Política Agraria Comunitaria), mientras los demás debíamos arrancar vides, olivos o matar vacas, a cambio de fondos para poner AVE en todas partes.

Si los agricultores españoles no se habían añadido a las protestas es, simplemente, porque nuestra economía y mercado de trabajo está dopada, desde la pandemia y la crisis de precios.

Es también grave que las organizaciones tradicionales agrarias estén perdiendo peso y las reuniones con el ministro del ramo ya no sacian las inquietudes del campo español, más acosado por la sequía y el discurso sobre la transición ecológica que por las cuestiones de pesticidas y esas cosas. Organizando movilizaciones y cabreos en las redes y no en las cúpulas tradicionales de COAG, ASAJA o UPA.

Estamos viviendo la revolución tecnológica más rápida y violenta de la historia y no son pocos los sectores que la están sufriendo. La cultura agraria siempre ha tenido cierta tendencia al dramatismo, pero no despreciemos lo que son problemas reales que estamos pagando todos. Por cierto, el discurso de que la inflación la produce el campo tiene escaso valor.

La agricultura es un problema geoestratégico. La burocracia bruselense no siempre atina. Cuadrar el círculo no es fácil. Por no decir imposible.

No queremos gastar agua, queremos que los barbechos se extiendan, especialmente en las superficies grandes (el barbecho es un problema de agricultores con grandes propiedades), queremos soberanía alimentaria y, por supuesto, por razones políticas, que los llamados países terceros (África) llenen nuestras tiendas, sin los costes de producción de los europeos.

Es lo que tiene pasar de la izquierda caviar a la izquierda del tomate, que se nos escapan los pequeños datos.

 

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