Campaña (1): Pues el cronista sigue en parada biológica

Creo que es la primera vez, desde la democracia, que la pegada de carteles me pilla de vacaciones. Claro que no tiene mérito: nadie nos hizo pegar carteles nunca en julio. Pedro, Pedro, es lo que tiene. En fin, la cosa es que sí: anoche, justo al empezar el día viernes, viva San Fermín, (“A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición”), mientras los vacantes andábamos en chiringuito playero con el ultimo combinado del día, empezó la campaña electoral.

Pero ustedes me van a perdonar: el cronista sigue de parada biológica. O sea que estoy de vacaciones esta semanita. He venido aquí porque les echaba de menos, no por ánimo de trabajar, aunque espero que los CEO de la radio abonen cuantiosa prima, como corresponde a todo viernes (si cuela por ser tiempo electoral de bagatelas varias, cuela).

Debo reconocer, entre ustedes y yo, que entre unas vacaciones playeras y una campaña electoral no hay grandes diferencias.

Por ejemplo, dado que el plástico está prohibido, el granizado se sirve con infames pajitas de cartón muy aparentes, pero que se disuelven en un pispas. O sea, como Yolanda Díaz.

Cuando llega la hora de la merecida siesta, el ajetreo infantil produce el mismo efecto que el llamado ruido Abascal, asaz impertinente.

Es cierto, igualmente, que hay señores y señoras en playas o piscinas hoteleras que se comportan como Sánchez: tocando el pito cada cinco minutos: porque ellos, como Pedro, Pedro, están para salvarnos la vida.

¿Qué no hay símil con Feijóo? Eso es que ustedes no han prestado atención. El educado señor que les sirve el vinito en el chiringuito, pero que luego les tasa el caldo a precio de cava, tiene cara, se lo aviso, del que las encuestas dicen que será el próximo presidente.

Debo confesarles que en mi retiro vacacional nadie habla, lo siento por la ministra del asunto, del Consejo del Poder Judicial, ni del día en que deberemos votar. Incluso gentes de todo tipo y condición, conversamos, nos saludamos, comemos en alegre camaradería, y cosas de esas que no salen en televisión.

No; no digo, lejos de mí tal intención, que las vacaciones sean el paraíso. De hecho si ustedes no las han disfrutado, casi les aconsejo que se queden en casa, consejo que les hago por fastidiar, más que por otra cosa.

Pero amigas y amigos, los horrores veraniegos son inacabables. Si ya es escandaloso lo de las pajitas de cartón, ni les cuento lo del afamado camarero o camarera empeñados en recibirte con un hola amor u hola hermano.

Qué decir de las fideuá de hotel, de las tortillas de camarones sin camarones, de las horchatas embotelladas y todas esas cosas que antes no existían. Cómo no hablarles de los cócteles que no figuran en ninguna guía conocida o de los cafés de máquina con bollito para el desayuno que espantarían incluso a los de Podemos que, al parecer, también están de vacaciones, no es que no hagan nada por fastidiar a la Yoli: es que les ha pillado en mala fecha.

Todo, absolutamente todo, ha pasado por la reduflacción. O sea, por el doble de precio te doy la mitad de lo que te daba y con peor calidad.

Eso sí, debemos reconocer que España es un paraíso para todo el mundo, menos para los españoles y españolas. De holandeses a franceses, de noruegos a británicos, de alemanes a italianos, por aquí andan todos y todas disfrutando de su soldada mejor que los de casa, que pintamos un poco tiesos.

En esos sitios lejanos debe haber clase media, aquí solo se ve gente que anda justita y con cara de que se está vaciando el cuerno de la abundancia, gastando el último cartucho.

En fin, ustedes guárdenme el sitio en la cola electoral, no sea que la participación a cuarenta grados a la sombra se dispare, según el tezanismo realmente existente y yo llegue tarde.

Mis queridas y queridos lectores, mientras ustedes se ríen con Tezanos, ven los mítines o siguen atentamente lo que espera al porvenir de la patria, me permitirán que me despida: me voy a la piscina a tomarme un vinito y, después, un “spritz”. Es que el barman hotelero es un poco pijo y si no le pido un coctel lo tengo molesto todo el día.

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