Campaña (8): Vox o el extremo delirante

A pesar de mi senecto aspecto, debo recordarles que hasta mi veintena jugué al fútbol. Hay fotos que lo atestiguan. Un antiguo camarada, que compartió mis andanzas en los viejos campos de tierra, afirmaba que me “defendía bien en la derecha”. Cosa que a Julio Anguita le hizo mucha gracia y le encontró doble sentido, en una tarde de copas y palabras en el levante, antes de que nos enfadáramos.

Quien ha defendido en la derecha sabe que le tocará enfrentarse a un extremo delirante. Los que vimos jugar a Juanito en el Bernabéu podemos dar fe. Por eso, afirmo que, de los extremos realmente existentes, Vox es el más delirante, expresión sinónima de enajenado, ido o frenético. A lo que cabe añadir tendencias fascistonas.

Sin duda, hay otros extremos. El populismo de izquierda, por un poner. Pero su contagio, disfrazado de izquierda chanel en estas elecciones, es más programático que airado, a diferencia de la izquierda caníbal representada por Iglesias. Pero de eso hablaremos mañana.

El programa electoral de este personal es, efectivamente, delirante. Propone un cambio constitucional, por supuesto sin mayoría para ello, para cambiar algunas “cosillas”, el estado autonómico por un poner. De paso una veintena de leyes que lesionan nuestros derechos de igualdad y libertad. A más de políticas que lesionan libertades culturales o de expresión u opción personal.

No; nunca fue buena noticia la aparición de VOX. Tanto para izquierda como para liberales, la irrupción de la ultraderecha fue una afrenta: no sólo un régimen progresivo de libertades, igualdad y democracia parecía amenazado. También, inauguraba una política de la ira que, como en otras partes de Europa, no se recordaba desde aquella época en que los airados hijos de la empobrecida clase media asolaron Europa.

No es buena noticia ni para conservadores ni para liberales ni para la izquierda; en la política de la ira sólo medran los airados. Como en casi todo el mundo, los afectados por la globalización, en España especialmente el sector agrario, la vieja industria desapareció hace cuatro décadas, o los más jóvenes, especialmente los “nini” alimentan esa extrema derecha.

La gestión de la izquierda debiera mirarse lo de la brecha generacional persistente. El gasto en pensionistas –votante de los partidos mayoritarios- , una transferencia de gasto hacia el pasado, no es comparable con el gasto en jóvenes, por mucho bono que se reparta.

También hay que decir que hubo, en el origen, mucho enredador jugando con fuego, con la llegada de hordas fascistas a los Pirineos. Mucha pasionaria y pasionario haciendo público una existencia muy ignorada, debido a cálculos electorales y las ganas de que Abascal le quitara votos al PP. Produjeron dos efectos: su visualización y su presencia política.

También la gestión catalana, tanto del PP como las “negociaciones” de Sánchez (indultos, malversaciones y demás) y los enredos jurídicos del “sí es sí” enervaron los sentimientos del personal de la extrema derecha.

La aparición de la extrema derecha en Europa, datada tras la crisis financiera y las dudas sobre la globalización, no ha sido frenada, por mucho que se diga, en Europa por cinturones sanitarios. En Alemania, centro y norte de Europa el crecimiento sigue imparable.

A cambio de vencerla, las sociedades europeas han pagado el precio de las victorias de la derecha y el retroceso de la socialdemocracia. Es lamentable, pero quién para a la ultraderecha es la derecha, debido al contagio de la socialdemocracia de populismos radicales de izquierda.

Las propuestas y discursos de VOX resultan absolutamente delirantes. Hasta su electorado parece percatarse de los costes de una alternancia basada en la presencia de VOX. De hecho, el voto útil amenaza con reducir el voto a VOX.

En las municipales ya se redujo su electorado y parece que en estas elecciones pueden quedarse en el entorno del 10%. La presión del centro derecha es creciente y el tamaño de las circunscripciones electorales ayuda al PP.

Al delirante discurso de VOX se suma la necesaria radicalidad de Abascal, que si afloja se ve vencido, vaya por dios, por la derechita cobarde. El centroderecha tiene, además, una ventaja: el personal parece haber descontado la presencia de la extrema derecha en el marco institucional.

Y, sobre todo, parece haber aceptado el “cinismo” de los acuerdos políticos. Quiero decir que, muy probablemente, después de las elecciones, VOX no obtendrá réditos en la defensa de su cultura política en distintas instituciones.

España pasará a la lista de los países enrojecidos por la vergüenza. Pero, sorprendentemente, al personal no le preocupa. ¿Habrá que estudiar por qué, no creéis, camaradas?

 

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