Dicen de él que fue político, abogado, economista, sociólogo, amante y protector del patrimonio artístico. Dicen también que fue escritor, poeta, enamorado del Pirineo y cantor, pero lo cierto es que los que conocieron a León Buil Giral (Barbastro, 1935-Huesca, 2013) saben que fue, ante todo, un hombre polifacético y curioso que creyó en la capacidad del ser humano para aprender y hacerse a sí mismo. Buil fue uno de esos hombres que construyeron la transición política, al que el viento lo ha borrado de la tierra como a tantos otros, pero su memoria ha quedado plasmada en el libro Crónica del hombre que a título póstumo ha publicado su familia recogiendo su hasta ahora desconocida obra poética. Todo un lujo que este político de la transición nos deja en herencia.
Fue en la madrugada de un 20 de noviembre, pero de 2013, cuando León Buil Giral exhalaba su último suspiro. Pocos días antes había terminado su gran poema, un largo epitafio -«Pasos absolutos«- que cierra el libro Crónica del hombre, que ha visto la luz gracias al tesón de su viuda, Mercedes Polo, en Los libros del gato negro recopilando su obra poética. Mercedes, ella, a quien León dedicó versos como estos:
«Tú me diste la mano como muestra, / como señal del todo cuanto eres; / y yo te di mi mundo, y somos ambos / uno y otra por casual accidente, / como partes iguales de una esfera / que se sienten las mismas, frente a frente…».
La historia, injusta tantas veces, a veces quiere pasar como de puntillas sobre determinadas personas, pero en el caso de León Buil deberá necesariamente detenerse al menos por unos instantes. Porque Buil fue, además de todo lo demás, uno de los nombres decisivos en la oposición al franquismo y en la transición política española: lo fue en el ámbito nacional y también en el aragonés, al que tan vinculado estaba.
De la vida política de Buil se han escrito diversos artículos, no bastantes ni suficientes aunque sí reveladores, pero lo más desconocido de él fue su vertiente poética, ese lado humanista que dejó plasmado en una poesía para sí mismo que ahora ha visto la luz como del rayo, por parafrasear a otro poeta: Buil concibe la poesía como una manera de perpetuar la vida encerrando el recuerdo, la vivencia o el sentimiento en palabras acrisoladas. Dicen que escribir es una manera de detener el tiempo y de permanecer en las palabras; si es así, Buil ha encerrado realmente el recuerdo en un marco de fidelidad y de belleza plástica.
En su epitafio, en esos «Pasos absolutos«, Buil sabía que se iba, que se cerraba la persiana de su vida y fue capaz de plasmarlo en un poema que rebosa sentimiento:
«Un día cualquiera / arrojan tu materia más lejos de la vida / y te encuentras sentado mano a mano / en el camino de regreso a la nada. Y piensas, / si aún puedes hacerlo, / que todo esto tan hermoso, / como las crueldades de la vida y la paz de la muerte, / se nos cae del corazón y se disipa, / y ya no está y ya no estás…».
Buil fue un gran luchador, muy comprometido con la democracia y con la libertad. Pero fue, sobre todo, una buena persona, algo que no es fácil que pueda decirse de todos los que por este mundo andan o han pasado. A sus 78 años, la muerte sólo le pudo quitar la vida, pero no las buenas acciones y mucho menos su poesía. León Buil Giral, exdiputado, abogado, sagaz analista político y colaborador habitual de diversos periódicos, seguirá viviendo en el recuerdo de todos los que le conocieron. Él lo sabía y por eso escribió su propio epitafio:
«Porque he de trascender / y trascenderé en mis letras, / en mis sueños, / en la mirada amorosa / y el deseo inflamado que habita en un fuste / embriagado de vida. / Nada aniquilará mi vuelo. / Ninguna muerte se llevará en los brazos / ilusiones recreadas cada día / y lanzadas al aura indestructible / en tu esfera más íntima injertadas».