Campoamor (y 7): El final de la lucha: ¿hacia dónde iba España?

En 1937, apenas un año y unos meses después del inicio de la guerra civil española, Clara Campoamor veía desde su exilio la deriva de la contienda y analizaba con absoluta clarividencia el futuro que se presentaba: en todo caso, muy negro para los españoles.

En la parte final de su obra La revolución española vista por una republicana, en la actualizada edición de Luis Español Bouché, esta luchadora feminista veía clarísimo que “esa tendencia a la división, a las facciones, a los matices, al espíritu individualista, es lo que ha hecho que España ofrezca tan escasa disposición para sistemas de bloque como el fascista o el comunista” (pág. 95).

Lo que sigue, como los otros capítulos de la serie, son extractos de su obra.

“El final de la lucha”

En las páginas 88 y 89 de su libro, Clara Campoamor describe claramente la deriva que, en mitad de una cruenta guerra civil, se iba produciendo en la forma de ver la política en España: “Mientras que la prolongación de la lucha amenaza con ir aumentando la inclinación de los alzados por el fascismo, para el gobierno el eje de la resistencia se desliza también hacia su extremo, que no es el comunismo sino el anarquismo (…) La puesta en marcha de las fuerzas anarquistas supone una amenaza todavía mayor que la ofensiva militar en el sentido de aniquilar el gobierno del Frente Popular”.

Sobre el anarquismo, escribiría Campoamor: “Ese rasgo de nuestro carácter explica el hecho de que España sea el único país en el que ha podido enraizarse un anarquismo ‘organizado’. Esto se debe a que esa teoría, falsificada por el sindicalismo, habla al pueblo de la inutilidad de toda autoridad, de toda medida policial así como de toda la organización del Estado. Se hace reposar el orden social en los sindicatos y en la bondad natural del individuo y se predica la transformación de la sociedad en virtud de la aniquilación del Estado actual, del cual se subrayan las imperfecciones y las injusticias.

Y continúa al respecto: “Esa doctrina ingenua —aunque enemiga de toda dictadura— ha hallado amplio eco entre las masas. Ha apiñado a su alrededor a todos los iluminados que la propagan, a todos los ignorantes y los simplones que la aceptan, a todos los malhechores y delincuentes que se aprovechan de ella. Para comprender el hecho de que llegue a convertirse en una seria amenaza hay que considerarla a través de tres elementos: misticismo nihilista, individualismo exaltado y bandolerismo”.

La lucha no es un “asunto privado” de España

Campoamor analizaba con espíritu crítico el desarrollo de la contienda: “’El triunfo será del que tenga el dinero’, gritaba también por radio, con su habitual imprudencia, el Sr. [Indalecio] Prieto. Y añadía: ‘Nuestra moneda no tiene curso en el extranjero por culpa de la guerra. Por tanto hay que pagar las municiones en oro y ese oro sólo se encuentra en manos del gobierno’” (pág. 90).

Ahora bien, advertía Campoamor que “los responsables republicanos han puesto todos sus triunfos al servicio de los intereses específicos del partido socialista, un partido socialista que, además, ha abandonado su clásico carácter evolucionista para volverse revolucionario”.

En ese sentido, insistía la feminista republicana que “la difícil situación de los gubernamentales ha desenmascarado el interés que los soviéticos ponen en el triunfo de los comunistas en España (…) Pero su presencia ha llevado a todos los republicanos a dejar el país cuando les ha sido posible, aún a costa de jugarse la vida. Todos aquellos que no quieren ver España convertida en sucursal de los soviéticos se separan del gobierno”.

Y, en fin, aclaraba que “ese eterno desprecio por la preparación y el conocimiento ha conducido la izquierda desde el atolladero político al atolladero militar en el que ahora se encuentra (…) Esa tendencia a la división, a las facciones, a los matices, al espíritu individualista, es lo que ha hecho que España ofrezca tan escasa disposición para sistemas de bloque como el fascista o el comunista” (pág. 95).

El futuro negro de España tras la guerra civil

¿Qué iba a ocurrir tras la guerra civil? En noviembre de 1937 la situación ya no era tan indecisa como meses antes, pero Campoamor examinaba así las diferentes posibilidades:

  • – “Si el porvenir trae la victoria triunfal de los ejércitos gubernamentales, ese triunfo no llevará a un régimen democrático, ya que los republicanos ya no cuentan en el grupo gubernamental. El triunfo de los gubernamentales sería el de las masas proletarias, y al estar divididas esas masas, nuevas luchas decidirán si la hegemonía será para los socialistas, los comunistas o los anarco-sindicalistas. Pero el resultado sólo puede significar la dictadura del proletariado, más o menos temporal, en detrimento de la República democrática.
  • – “Si, como ya hemos indicado, las causas de la debilidad de los gubernamentales llevan a la victoria de los nacionalistas, éstos habrán de empezar por instaurar un régimen que detenga los enfrentamientos internos y restablezca el orden. Ese régimen, lo suficientemente fuerte como para imponerse a todos, sólo puede ser una dictadura militar” (págs. 95-96).
  • – “La monarquía, al borde del abismo por sus propias culpas, decidió un día como único recurso pedir una dictadura [la de Primo de Rivera]. La dictadura despertó en el pueblo el deseo de un régimen republicano. Éste, hoy, se ve convulso por los errores de los partidos. ¿Hacia qué porvenir dirigirá sus esperanzas?” (pág. 96).

De forma un tanto visionaria intuyó que “otras consecuencia de ese fanatismo es que la victoria total, completa, aplastante de un bando sobre el otro, cargará al vencedor con la responsabilidad de todos los errores cometidos y proporcionará al vencido la base de su futura propaganda, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Precisamente ese hecho, la crueldad manifestada hacia el adversario, viene siendo en España, desde hace varios años, la causa de las sorpresas políticas más extrañas y más contradictorias, al aprovechar la oposición en su beneficio las violencias de las que fue víctima por parte de los que momentáneamente se hallaban en el poder” (pág. 111).

Todo conducía, pues, a un final aterrador: “España está hoy entregada al furor y los excesos de dos locuras” (pág. 111).

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