De puente y sin Chef, terrible

Para hacer un pollo en salsa usted necesita: sal, naturalmente del mar Báltico o en su caso del Himalaya; nitrógeno líquido, el Santo Grial, unas hojas de Palo Santo, ajos confitados de hace tres generaciones, miga de pan de Chema, el de Barrio Sésamo, y un pollo. El guiso deberá rematarse con trufa, para darle el sabor oportuno.

Es, según los servicios de información, la receta que el pasado viernes pensaba ofrecernos el Chef de la Clicktertulia, para el puente.

No puedo reprochárselo: el chef de la progresía universal, ponderado por los medios de la izquierda de verdad verdadera, propone menú a 350 euros. Quién soy yo para reñir a mi chef de confianza, por traficar con trufa para llenar todas sus elaboraciones. Cosillas de nada, en comparación.

Pero no hubo “magazine” de fin de semana. Con excelente criterio, los CEO de la radio decidieron aplicar la abundante prima que están ahorrando para nosotros y nosotras, protagonistas de los viernes, en un programa sobre el día de la discapacidad. Buena idea y gran programa, por cierto.

Podría haber aprovechado para hablarles de la deslealtad de la vicepresidenta, de los tiros en el pie que se da la derecha, del gran resistente García Egea o del gran constitucionalismo que impera en la coalición de gobierno.

Pero como ustedes llevan con el cronista más viernes que con Teodoro García Egea saben que el jefe de la Clicktertulia, Don Juan Ignacio Ocaña, nos tiene dicho que en fiestas notables de cosas sesudas nada. Y su sombra es alargada, aunque no haya Clicktertulia.

Así que pensaba dedicarme a la cocina, pero sin el consejo del Chef ando perdido. He estado pensado en buscarme uno nuevo, pero lo del modernísimo menú degustación a 350 euros, me ha desanimado: además de usar el Santo Grial, debe patrocinarlo Iberdrola.

O sea, que me las tendré que apañar solo.

En qué momento la cocina española dio un salto de calidad y todos necesitamos un chef tiene que ver con el ciclismo. Yo sé que ustedes van a creer que bromeo, pero cuando un cocinero catalán le dijo a su pinche “pon plato grande y piñones pequeños”, no hacía más que recordar lo que Indurain le había dicho a su mecánico, antes de subir el Alpe d´Huez.

Se ha llegado a pensar que los visigodos abandonaron el arrianismo y llenaron de oro las iglesias no por razones de poder, sino para poder pasarse de la manteca germana al aceite de oliva.

Pues no: aquí se ha pasado mucha hambre, comido mucha manteca y la carne, el ave o las dietas saludables eran cosa de señores y de aquella multinacional de la fe que fueron los monasterios del Cister. Sitios donde se pedían huevos fritos de fraile (tres piezas) o de seglar (dos piezas). La vaca y el cordero eran cosa de caballeros y la olla sin carnero era cosa de escuderos.

Mientras, el pueblo no religioso o militar se apañaba con el cerdo, la grasa y el colesterol.

Se nos ha hecho creer que en España siempre hemos estado excelentemente alimentados, nadando desde pequeños en marmitas llenas de dieta mediterránea.

Aceite de oliva, trigo, vino, verduras, frutas y, por supuesto, jamón de pata negra: qué hermoso mito, si no fuere porque sabemos que la cocina popular era más manteca que aceite, poco trigo y más centeno y poco vino bueno. Todo muy mediterráneo.

Pero no seamos populistas, no miremos al pasado con ira, culpando a nuestros ancestros de su cobardía por no asaltar conventos y castillos. Los cobardes son los antifranquistas como Pablo nos ha recordado.

Ahora, no. Ahora todos tenemos un Chef de cabecera que nos aconseja platos sostenibles y de proximidad, sin apenas huella ecológica (modo ironía, ustedes me entienden), basados en cosas tan mediterráneas y españolas como la quinoa, el aguacate, el trigo sarraceno y, como no, el “agua cruda”, venida de algún glaciar antiguo y que probablemente le matará con sus antiguas bacterias.

También pueden pasarse a la dieta paleolítica, para morir como buenos trogloditas, o cualquiera de las abundantes ofertas en el mercado culinario que crecen a medida que los “hipster” se adueñan de los mercados y agotan la levadura fresca, mientras el populacho, ignorante (también modo ironía), compra pan de chicle en los chinos.

El profesor Eslava nos ha recordado que el emperador Adriano inventó la cocina moderna reuniendo a todos los buenos cocineros en un “collegium”, que viene a ser como el “Master Chef” romano.

Me temo que todas las decadencias acaban en los mismos excesos: en Chef cuyo nombre acaba en Z, ponen menús a 350 euros; eso sí, son progresistas y sostenibles de la muerte.

Quizá en este puente que no tengo Chef, podemos volver a los fríos otoños de nuestras abuelas, un cocido, unas alubias, calabaza en el perol, algo de lombarda, que además tiene republicano color, asen castañas, miren que llega el cardo…

Y congelen mucho que para Navidad llega lo más caro, culpa de los chinos, naturalmente, no de la luz española, ni del transporte español, ni de Sánchez ni del ministro de consumo que no dejan de bajar precios denodadamente… ya saben. Aquí me tienen: de puente y sin Chef, terrible.

https://peregrinomundo1.webnode.es/l/de-puente-y-sin-chef-terrible/

 

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