Además de su prístina belleza, nunca suficientemente ponderada, él es el príncipe de todos los trol de los “posteadores de X”. Lo de la belleza se señala para conocimiento de los funcionarios que siguen las redes del ilustre ministro de los trenes, un tal Puente, que anunció que vigilaba a quien hiciera comentarios sobre su apolíneo aspecto.
Lo de trol es para que se sepa: un “trol” es un usuario que publica mensajes de odio o insultantes, provocativos, con el objetivo de ofender, molestar, generar controversia o interrumpir la conversación. Su intención principal es provocar una reacción negativa en otros usuarios.
En “X” reinan este tipo de príncipes en los que Óscar Puente es el ruidoso “portacoz” de su banda. En pleno fuego que estaba a punto de llevarse o llevándose las viviendas de mucha gente, el ilustre afirmó que en Castilla y León la cosa estaba “calentita”. ¡Hay que ser imbécil!
Había pensado iniciar la temporada otoño–invierno del blog, tras el exceso veraniego, hablando de Illa. En realidad, he llegado a la conclusión de que la deshonestidad política y científica de Illa y el cinismo de Puente, que no solo es un ministro sin agenda durante días, sino que permite el riesgo ferroviario, cuando no el desastre permanente, tienen la misma raíz: un eclipse ético, con pocos parangones en la literatura y experiencia política.
El diputado Rufián, líder de la izquierda periférica en la que solo esta él, ya que los demás han dicho que no, incluidos sus conmilitones, ha decidido hacer lo que parece una entrevista de despedida política en El Mundo.
Sostiene Rufián, que “en el PSOE no se puede confiar, pero se le puede apretar e incluso obligar”. Añade que “Sánchez es un tipo que no tiene principios, tiene intereses y en función de eso tú puedes moverle y lograr cosas”.
Afirmación que supone, primero, una confesión de que éste es un gobierno que se sostiene satisfaciendo intereses clientelares y chantajes y, segundo, define la opinión de los socios de Sánchez sobre su falta de principios. O sea, no es la “fachosfera”, son sus aliados.
Si así es el rey, igual lo será su piojo. No debe sorprendernos, en consecuencia, el insultante, intolerable y rastrero comportamiento del ministro Puente, al que no se le conoce ningún post en X o, antes, en Twitter, que incluya una reflexión política, filosófica o de cualquier otra naturaleza. Él ejerce de trol, para eso fue elegido.
Sánchez ha designado, para reptar en el último tramo de su resistencia, a un predicador, o quizá prevaricador; a un príncipe oscuro, embajador de China en el socialismo realmente existente, y a un príncipe trol dedicado a levantar barreras de odio.
Se entiende que aquellos que han perdido su casa o han estado a punto estén molestos con el trol. Pero, en realidad, lo que más molesta a este tipo de majaderos no es que no ponderemos su notable belleza: es que no les hagamos caso, no entremos en la rueda de odios, no permitirle que interrumpa la conversación democrática.
Ése es el curso de la política española en los últimos años: es imposible una reflexión política sobre el desvanecimiento de la izquierda y la conversión populista de la socialdemocracia. La sustitución de la búsqueda de consensos por el odio.
Que un ministro utilice el fuego devorador de nuestro patrimonio natural, para iniciar una campaña electoral a golpe de insulto, ignorando a los que padecen agresiones naturales o económicas, es el drama de la izquierda española de la última década.
El socialismo realmente existente ha sustituido a los suyos por identidades, entre las que se encuentran las satrapías de los aliados, de toda naturaleza, ha abandonado el pensamiento ilustrado, para construir un muro de grito que aísle a los afectos del resto: la “fachosfera” es cada vez más amplia –con más gente de izquierda expulsada dentro-.
No es nuevo en la cultura del berrido: Óscar Puente era, seguro, de los gritones en la barra del bar o de los que escribían en la puerta del retrete. Disfrutó cuando Twitter le ofreció otro muro más cómodo en el que practicar la metodología del insulto. Le edad de los trol es una época vil y, en esas épocas, reina gente como Óscar Puente.
Nadie en el gobierno ni en el partido ha sido capaz de afear sus comentarios. Por cierto, nos hubiera gustado saber dónde estaba el presidente del Gobierno en el momento en que el Ministerio del Interior declara una prealerta, por necesidad de coordinación. Nos hubiera gustado saber por qué esas medidas de coordinación las requiere el fuego, pero no el agua de la Dana valenciana. Nos hubiera gustado saber por qué no funcionan los trenes, qué ha pasado con los Talgo, por qué los maquinistas reclamaron la reducción de velocidad en las redes de ferrocarril.
Pero eso no es lo que interesa. Lo que interesa a la izquierda es impedir la conversación. Para eso Puente es el adecuado. Aquellos que perdieron o han vivido la angustia de estar a punto de perder casa y la historia de su vida les parecerá que las gracietas de Puente, su “la cosa está calentita”, es un eclipse ético que supera lo previsible. A los demás, también.