Laffer pintó en una servilleta una curva que sugiere que a menos impuestos, se recauda más. Solo hay una servilleta que compita en fama con Ésta: la que Florentino le paso a Zidane para contratarle. Pintada a mitad de los setenta, la curva de Laffer se hizo ochentera, tipo hombreras y Reagan, y fue sustento del reciente neoliberalismo fiscal.
Nunca ha podido ser demostrada la tal curva y sus defensores ya hablan de sus aspectos dinámicos: es decir, que en el futuro, nunca se sabe cuándo, los crecimientos de recaudación compensarán las reducciones del presente; cosa tampoco demostrada y bastante improbable.
Lamentablemente, y desde el punto de vista empírico, para las economías desarrolladas no parece haber figuras impositivas que cumplan la tal curva. Los estudios con datos reales sugieren que los efectos de los recortes impositivos sobre la tasa de crecimiento a largo plazo son pequeños o nulos.
Suelen ponerse ejemplos de éste o aquél sitio. El caso es que la razón que hace crecer las recaudaciones, si es que crecen, es la de siempre: aumentan las bases imponibles debido al crecimiento económico.
Se hablaba mucho de Madrid y, ahora, de Andalucía, que ha logrado lo más de los más: un periódico aseguró que el crecimiento andaluz en 2019 se debió a la bajada de impuestos aprobada en… 2019 ; o sea, la curva de Laffer en Andalucía funciona antes de que se cumpla el año fiscal de la aprobación de la rebaja. Fantástico cuento.
Lamento informarles de que ni en Madrid ni en Andalucía. Las tres últimas liquidaciones del sistema de financiación autonómico, en materia de impuestos propios, de las que disponemos nos dicen la cosa cierta.
Entre 2018 y 2020, los impuestos cedidos tradicionales (donde están los grandes premios fiscales del PP madrileño y los futuros de Ayuso) cayeron en Madrid un 13,58%. En el caso del IRPF, los ingresos se mantuvieron estables. En el caso andaluz, los cedidos tradicionales cayeron el 27,72% y el IRPF en un 2,8%.
Si miramos las caídas en términos de todos los tributos cedidos resultará que los catalanes, donde se pagan más impuestos que en Madrid, también vieron caer sus ingresos. O sea, que todos lo mismito, hagan lo que hagan.
Como es aconsejable no sacar pecho, más de lo necesario, habrá que decir, ustedes me disculpen, que, a pesar de ser el PIB más alto, lo que debería dar una baja presión fiscal, Madrid tiene la cuarta presión fiscal del Estado. Otro argumento, a más de los aquí señalados, para afirmar que el federalismo fiscal atenuado español, por la izquierda inventado por cierto, no produce rendimiento especial, lo diga Rufián o su porquero.
Hay que decir que la reducción en la renta en el último año ha sido menos pronunciada de lo que auguraba la caída del PIB, debido al aumento de salarios, prestaciones públicas, pensiones y ceses de actividad. Cuestión que hizo crecer las recaudaciones del IRPF, cosa que no pasó en Madrid.
También cabe decir, como ya les he dicho aquí, que las reducciones fiscales autonómicas tampoco es que hayan sido tan relevantes. Son, sobre el conjunto del presupuesto, poco importantes.
En fin, siendo ustedes mayores y no habiendo niños en la sala, puedo decírselo: la curva de Laffer son los padres.
Frente a los heraldos de Laffer, se mueven los recientes profetas de la Moderna Teoría Monetaria, que ni es moderna ni es teoría.
Profetas que anuncian que todo se arregla con una subida imparable de gasto público que se pagaría, saliéndose del euro y fabricando moneda (hay notables coincidencias entre populistas radicales de izquierda o derecha) y, también, naturalmente, subiendo los impuestos a las más grandes empresas.
Más allá del recientemente aprobado tipo mínimo de sociedades, la Agencia Tributaria ha publicado en su informe anual sobre recaudación que el tipo medio del Impuesto de Sociedades, sobre base imponible, ha sido en 2020 un 21,43% en 2020, es decir cinco puntos más de lo que le señalé en la entrada anterior para el 2019. O sea, seis puntos por encima del mínimo y a cuatro del máximo.
Por otro lado, este gasto público que, si hablamos de la inflación, extiende de forma general beneficios fiscales que producen el mismo efecto que una bajada de impuestos: un crecimiento inflacionario de la demanda.
O sea, que tanto los heraldos de Laffer como los nuevos profetas de la Moderna Teoría Monetaria deben decidir si atacamos la inflación o no.
Cuentan los argumentarios liberales-liberales, con alguna que otra exageración, cada vez que se habla de gasto público, que éste es, según se dice, inauditamente alto e innecesario.
Los primeros paganos son las Comunidades Autónomas, fuente de todo mal. Como ya les he dicho aquí, el 39,18% se gasta en Sanidad; el 12,13% se gasta en educación y el 8,76% en Servicios Sociales. O sea, que el margen de derroche autonómico del que se habla es más bien bajito, teniendo en cuenta que, en lo que falta, se incluyen las políticas económicas, de empleo y de infraestructuras propias.
En el último año liquidado (2019), como está el IRPF por medio se liquida con retraso, España transfirió a las autonomías para sus competencias 124.650 millones de euros, un 39% del presupuesto del Estado. Si suman los más de 144 mil millones en pensiones en ese año, un 39,35, resultara que les queda, apenas un 22% para todo los demás.
O sea, que no hay margen fiscal ni para recortar como dicen unos, ni para ampliar como dicen otros. La trampa de las alegrías del pasado y de la deuda a coste cero nos trajo hasta aquí.
Por supuesto, habrá que escuchar lo del derroche, que viene a ser el chocolate del loro. Por cierto: los servicios generales de la Administración se redujeron, entre 2016 y 2020 en un 3,6%, y se aumentó en economía, salud y protección social: cuando se habla de recortar se habla de esto, no se engañen.
Vivimos un momento económico extraordinariamente complicado. Hablar de inflación significa pacto de rentas, es decir de sufrimiento salarial; consolidación fiscal (a ver quién es el guapo que con un 5% de déficit estructural arregla la cosa pública) y una financiación que dejará, me temo, de ser tan barata como ahora, en poco tiempo.
Estimados heraldos de Laffer y profetas del gasto público: somos fiscalmente ineficaces y poco equitativos: abandonad los discursos imposibles, es un consejo.