No hay nuevo gobierno “político” como se preveía. El político es el César y todo lo demás es compañía. No hay sitio para más líderes: no lo entendiste camarada Ábalos.
No parece, tampoco, que el centro sea la reconstrucción de España. De eso parecen ocuparse Calviño y la señora Von der Leyen. Al parecer, se trata de la reconstrucción del PSOE; sus relaciones internas, su Congreso y alguna elección autonómica. Ayuso ha hecho mucho daño, qué quieren que les diga.
“Paz por sillones” le ha dicho la ministra de Trabajo a los suyos que no son, por cierto, de su partido, pero lo parecen.
Los amigos y amigas de la buena amiga de Sánchez se quedan porque el viejo gobierno no era, aunque lo diga algún medio afecto, un gobierno de emergencia – ésta vino después-, sino un gobierno de los que hacen emergencias.
Ya enredarán más tarde, si hace falta para buscar votos. En la reconstrucción, la política la hará Sánchez, ellos a ocuparse de lo suyo, sea lo que sea.
A usted igual le da la risa que se quede Podemos. Pero entiéndanlo: Montero ya ha hecho lo que tenía que hacer, entre otras cosas cargarse a Calvo, y tiene que ocuparse de un nuevo lío. Belarre tiene que ocuparse de lo suyo, el ministro de Consumo deberá ocuparse del solomillo siempre imbatible, el de universidades… bueno, el de universidades…, no se me ocurre nada.
La crisis necesaria era poner un toque de partido (Oscar López) en lugar del tal Iván; otro toque serio para las baronías (Bolaños). Unas cuantas alcaldesas para sustituir a los barones cuando toque.
“Susanistas” de la vieja época para calmar las aguas y preparar a la presidenta del Senado para confrontar con Ayuso, que los previsto parece que no funcionaba mucho.
La crisis consistía en liberarse de los malvados. Calvo la de la permanente mala cara y peor negociación, por Podemos derrotada para cabreo del feminismo socialista.
Celaá siempre peleada con unos y con otros; el de justicia, Campos, liándola con jueces varios; Ábalos, siempre ayudando a los amigos y a alguna amiga, mientras todos miraban de lado sus líos. Laya, que la lía donde vaya, enredando a todas horas. Y el tal Iván responsable de la consultoría de agitación y propaganda en la que se había convertido La Moncloa.
Pedro, el César que no amaba a los malvados. Unos y otras culpables del “ayusazo”, de la caída en los sondeos. Por cierto, para cuándo, Tezanos carísimo César.
No solo sufren los que se van. También se cabrean los que se quedan. Iceta, que se destinará a la danza y a Luis Enrique, sostiene que él sí entiende a los de Esquerra e inventó el federalismo.
La Montero, de los Montero de Hacienda, no podrá “portavocear” y solo podrá hablar de impuestos y no meterse con Casado, cosa que hará la nueva mejor amiga del César.
El riesgo del cesarismo es conocido: quedarse con la arrogancia y con los idus, en forma electoral, naturalmente.