El día podemita de la Cuaresma

 

El lunes, como les dije, aunque ellos no lo sepan, es el día podemita de la Cuaresma; que no se diga que Dios, su hijo o sus portavoces no están en todo. Hay cuaresma para todas las tallas. Naturalmente, un día socialista tiene que ser laborable –aunque los progres conocidos estén ya en las playas-. No; no crean que es una falta de respeto a la Semana Santa: la historia lo cuenta, para nuestro gozo y reflexión.

Resulta que el lunes, cansado de su viaje en burra y tanta palma, Jesús se pasó por casa de Lázaro: si uno ha resucitado a un muerto, lo lógico es comprobar cómo va la obra, son las “Little things” que animan a los dioses. Allí, bien atendido y mejor comido, fue ungido en los pies con un perfume carísimo que María (la Magdalena) tenía a mano, que llegó a secar con su cabello los pies del señor. El patriarcado tenía estas cositas literarias en los evangelios.

Es natural que el hombre que sabía, por ser quien era, lo que iba a pasar se viniera, tras tanto cuidado, arriba. Y, sin más, se fue al templo a expulsar mercaderes. Así se hacen las revoluciones: lavado y bien peinado.

Vean el toque podemita del asunto: ser ungido por señora, con caro perfume, e ir al mercado a expulsar al capitalismo es, que diría yo, como poner una taberna para pijos en Lavapiés, a diez euros el cubata. Eso sí, con nombre que espante: Garibaldi, por un poner.

Total, que Jesús y sus doce amiguetes se fueron a buscar pecadores al Templo de Herodes y se encontraron con el paraíso del capitalismo de la época: “lleno de ganado” y “tablas de cambistas” que facilitaban las monedas tirias que eran las usadas en el templo.

Jesús se enfadó como sólo los dioses se enfadan, las iras de los dioses son como los escraches, con notable estruendo destrozó aquello y acabó con los múltiples negocios. Esto no gustó ni a los negociantes ni a los visitantes. Ustedes pueden comprenderlo: imaginen que están de vacaciones y les quitan las casetas de los hippies y artesanos.

Unos y otros se vengarían días después. Saint-Exúpery lo escribió a principios del siglo XX: con esto del capitalismo hay que ir despacio (esperad veinte años antes de cortar los setos, les dijo a los camaradas soviéticos), pero el hijo de Dios estaba muy airado, porque, al fin y al cabo, era la casa de su padre, aunque el tal Herodes era el de la matanza de los inocentes, a veces hasta los dioses carecen de memoria.

El hijo de Dios también estuvo algo podemita en el asunto de sus gritos. Mientras en España asaltaban los cielos citando la carta del Doctor Kugelmann, Jesús citó a Zacarias: “Quitad esto de aquí: no hagáis de la casa de mi Padre un mercado” y a latigazos, hasta hacerlos sangrar, los echó.

Vamos a ver. Reconozcamos que esto del negocio es algo irritante. La ocupación por el mercado de los espacios sociales, la ciudad e incluso la expansión de la usura, en forma de comisiones bancarias o tipos de las hipotecas ha alcanzado niveles superlativos y difícilmente aceptables ética y económicamente.

La cuestión es que los escraches alcanzan momentos de gloria y fama, latigazos incluidos, pero acaban siendo derrotados. No me gustaría ver al hijo de Dios montando una taberna o predicando en las mañanas de la TVE, portavoz del capitalismo de estado como se sabe, donde vuelan dagas al parecer entre los funcionarios y funcionarias encargados de perder dinero público en prime time, que tiene mérito.

Hay que reconocer que el hijo de Dios sólo tuvo un día podemita y no nos ha castigado con siglos de latigazos hasta sangrar. Es una ventaja.

Hay que reconocer, también, que sus portavoces han aprendido a lo largo del tiempo a manejar las herramientas de los mercaderes y acumulado algo de capital, destinado por supuesto a ensalzar la gloria de Dios y animarnos a los demás a combatir la pobreza de los otros con preciosos discursos y sacrificios. Esto también es muy podemita, para que negarlo.

Hoy están pasando muchas cosas de las que les hablaré mañana: los amigotes preparan una cena, Pedro afirma que el jamás cambiará de opinión y el Sanedrín reúne treinta monedas para alguna tropelía cerca de la Cisjordania. Pero eso se lo contaré mañana.

Entre ustedes y yo, un día podemita lo tiene cualquiera. El problema es que el asunto del latigazo sea físico o fiscal es muy contagioso. Poner reglas suele ser siempre más útil que poner ira, pero eso se lleva poco.

Y lo que me hubiera gustado ver a la Blanca Paloma en procesión o camino de Roma. Hoy era el día, Yolanda, era hoy.

 

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